
Adolfo Uriarte
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Adolfo Uriarte
La llegada de Donald Trump, negacionista confeso, a la Casa Blanca coincide con el año más caluroso de la historia en el que la temperatura media anual ha aumentado 1,5 grados. Los problemas crecen y el planeta no espera. Adolfo Uriarte, director de Patrimonio Cultural y Adaptación al Cambio Climático del Gobierno Vasco analiza la situación climática actual.
– Los negacionistas están llegando a los gobiernos. ¿Qué opina?
– Existe un movimiento reaccionario que niega la clara evidencia del cambio climático. Detrás de esos gobiernos hay lobbies muy potentes que no quieren perder su estatus y presionan, presionan mucho, sobre todo los líderes políticos, para que no se desvíen de sus intereses.
– ¿Cómo afectará a la lucha contra el cambio climático?
– Tiene consecuencias directas. Por ejemplo, salirse del pacto de París, que es un acuerdo que teníamos más de 190 estados mediante el cual pretendíamos no sobrepasar en ningún caso los 2 grados de temperatura para el final del siglo, lo que supone limitar nuestras emisiones de CO2. Si países como Estados Unidos, que es el principal emisor de gases de efecto invernadero, deciden salirse, es mucho más difícil de conseguir.
– La COP de Bakú fue cuestionada por muchos. ¿Sirve para algo?
– Por lo menos sirven para poner el foco en el problema. Luego, que se resuelvan mejor los temas es más complicado. Pero por lo menos hay una asamblea general donde todos los países se sientan y dicen, bueno, a ver qué problemas estamos teniendo.
– ¿Y respecto al acuerdo que se consiguió?
– Creo que fueron 300 mil millones para los países en desarrollo para la lucha contra el cambio climático hasta 2035. Hay gente que dice que realmente necesitamos cifras mucho mayores. Más que el dinero que se necesita para compensar a esos países que están sufriendo, deberíamos pensar al revés. Si no hacemos eso, ¿qué implicaciones va a tener para la economía mundial? Si sobrepasamos el incremento de temperatura de dos grados a tres grados el gasto es exponencial, se triplica. Hay una serie de temas que tenemos que cuidar mucho porque la economía está en juego. Cuanto antes tomemos medidas, el coste a futuro va a ser menor.
– ¿Cree que todos los países están igual de comprometidos con el cambio climático?
– Europa está muy comprometida y, aunque no lo parezca, China está dando un cambio radical en sus políticas, tanto ambientales como energéticas. Van muy rápido aunque probablemente sea el principal contaminador. Pueden liderar el mercado de las energías renovables y pueden lograr un mercado energético muy importante en el futuro. Obviamente los grandes lobbies del petróleo están intentando evitar eso, Estados Unidos y los países del Oriente Medio.
– Por primera vez, el incremento de temperatura media anual ha superado los 1,5 grados. ¿Cómo afronta este dato?
– Hay que tomarlo con prudencia. Ese grado y medio ha sido puntualmente en el año 2024. Generalmente cuando hablamos de clima debemos esperar bastantes más años. Se habla de 11 años de climatología como mínimo. Esperemos que este año no sea tan cálido y entonces podamos decir que ha sido una efeméride, algo puntual del 2024. Pero quiero pensar que no vamos a repetir eso porque entonces sí que estaríamos hablando ya de un calentamiento mucho más rápido.
– ¿La subida de temperaturas afectaría a todos por igual?
– Ahora mismo estamos viendo una desertificación, sobre todo en el sur. Aquí en el norte, es más una mediterraneización. Al mismo tiempo que ese clima avanza hacia el norte, el clima africano está llegando al sur de España. La temperatura general está subiendo pero aquí quizás estamos menos afectados, digamos, en la cornisa norte por el efecto del mar. En cuanto a la temperatura, tendríamos menos impacto que en otras zonas por estar en la costa, pero esto tiene otros problemas, como la subida del nivel del mar.
– Ya estamos viendo medidas para frenar esa subida, como el muro en la playa de Zarautz. ¿Es suficiente?
– No, no es suficiente. Tres milímetros al año puede parecer poco, pero en 20, 30 o 40 años es muchísimo. Que el nivel del mar suba diez centímetros es crítico. En los grandes temporales, los mayores desperfectos surgen cuando coincide con la marea alta. Si la marea está más alta de lo normal, los efectos se multiplicarían. Estoy cansado de decir que mucha gente no quiere obstáculos delante. Una de dos, o tenemos obstáculos delante o nos retiramos de la costa. Si actuamos ahora con pequeñas intervenciones, hasta 2050 no deberíamos retroceder.
– ¿A qué se refiere cuando habla de retroceder?
– A derruir casas o edificaciones que nos dan servicio ahora mismo. Es que el mar no va a respetarlas y no va a haber compañía de seguros que las asegure. En Estados Unidos ya se están viendo casas en acantilados que se las ha llevado el mar. Sin ir más lejos, en el Mediterráneo también ha habido temporales que han destruido casas. Tenemos que ser consecuentes con lo que queremos. Si queremos seguir protegiéndonos, vamos por esa estrategia, y si no, tendremos que retroceder.
– Más de 16.000 hectáreas calcinadas en Los Ángeles. ¿Cómo impacta en el medioambiente?
– Obviamente tiene un impacto importante, económico, sobre la biodiversidad, un impacto incluso por las emisiones de todo lo que se está quemando. Los fuegos en California cada vez son más frecuentes. Lo que no era tan frecuente es que se produjesen en una zona tan próxima a la costa. No era tan común. Es lo que decimos que es el cambio climático, que se van a producir estos fenómenos con mayor frecuencia.
– Los más ricos están contratando servicio de bomberos privados por 2.000 euros la hora. ¿Qué opina?
– Ese es el problema de la injusticia. El que tiene dinero va a poder permitirse hacer todas estas cosas y mucho peores. El que tenga dinero, y ya estoy hablando como nación, Estados Unidos, podrá permitirse el lujo de seguir emitiendo porque ellos pueden tener sistemas de prevención. Eso tendrán que cuidarlo mucho porque ahora, en esta nueva legislatura, con la orientación que tienen, las brechas salariales, las brechas sociales, todo esto se va a incrementar de una forma importante. El que tenga dinero contratará a sus bomberos, tendrá sus aires acondicionados, mientras que otros tendrán que buscarse refugios climáticos que el servicio público tendrá que proveer porque ellos no tendrán capacidad de hacerlo.
– ¿Cómo siguió la DANA de Valencia?
– Con preocupación, obviamente. Lo primero era, como siempre que pasan fenómenos de este tipo, salvar las vidas humanas. Lo que sí vi claramente desde el principio es que una vez pasado el episodio de vidas, de vidas humanas perdidas, que es lo más crítico, inmediatamente fue el problema ambiental subsiguiente. De contaminación primero, porque todo este agua arrastra cantidad de materiales, incluso tóxicos que vierte sobre el medioambiente. Añadido a ello, y de una forma que la gente todavía no es muy consciente, es la pérdida de suelo. El suelo fértil que estaba en las huertas, en la zona, ha sido completamente arrastrado por el agua. Y claro, todo eso se pierde porque el suelo no es renovable. A escala humana no volvemos a ver ese suelo.
– La DANA, los incendios en Los Ángeles, la subida de temperaturas. ¿Son indicios de que el planeta no puede más?
– Son avisos. El cambio climático, para explicarlo de una forma muy sencilla, es un sobrecalentamiento de la Tierra. El efecto invernadero es necesario para la vida en la Tierra, pero si nos metemos en un invernadero a 50 grados ya empieza a peligrar la vida en el planeta. Entonces tenemos que hacer que esa capa que realmente nos preserva para vivir, tenga sus concentraciones necesarias. Si nos pasamos de ponerle plástico al invernadero, pues va a haber un sobrecalentamiento interno. Cuanta más energía metes en un sistema, los procesos dentro de ese sistema se acentúan. Entonces vamos a tener más energía, y esa energía se libera, se dispara, y eso es básicamente lo que está pasando. Se está acelerando todo y estas catástrofes se repiten con más frecuencia.
La biodiversidad local está cada vez más expuesta a especies invasoras que llegan de otros ecosistemas. Este fenómeno, asegura Adolfo Uriarte, está «sin duda» provocado por la globalización.
– Cada vez hay más especies exóticas e invasoras. La última, la almeja asiática. ¿Es una consecuencia de la globalización?
– Sin duda. Estas especies vienen a través de lo que llaman aguas de lastre, es decir, las aguas que cargan los buques para la navegación, y vienen del sureste asiático. Llegan en los barcos y al final acaban colonizando algunas zonas. En principio ha aparecido en el Oria, y se intentará de alguna forma remediar o intentar eliminar esta especie. Es complicado entrar en un río y sacar una especie, prácticamente hay que hacerlo a mano porque si no estás quitando otras especies que tienen su nicho natural en esa zona y tampoco podemos perjudicarlas.
– ¿Cómo afecta a la biodiversidad local?
– Esta almeja es un filtrador y obviamente hay otros filtradores en nuestros ríos que con este competidor ya no tienen tanto alimento. Entonces es un tema de competencia de ese nicho trófico, de ese espacio. Precisamente cuando hablamos de una especie invasora es porque tiene una capacidad de reproducción muy alta como es el caso y además utiliza los mismos recursos que otras especies locales que conviven en ese espacio.
– Sobre la problemática de los jabalíes, ¿cree que hay sobrepoblación?
– Es un tema complicado. Por un lado, los cazadores dirán que tienen problemas para hacer batidas. Por otro, los ambientalistas afirmarán que igual nos hemos cargado algunas especies que podían controlar de alguna manera esas poblaciones. Cuando metemos mano del hombre en el ecosistema siempre lo desajustamos por algún lado y luego siempre tenemos que buscar remedios que muchas veces ni controlamos o desconocemos cuáles son las segundas derivadas de esas intervenciones.
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