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Maddi Gutierrez en su espacio de trabajo junto con 'Nur', su perra y aliada a la hora de hacer terapia. VIÑAS

Ciudadanos | Maddi Gutierrez Marrodan

«Hay monstruos que no se pueden matar. Debes aprender a lidiar con ellos»

La psicóloga sanitaria, al timón del espacio de psicoterapia Mareak

Sábado, 25 de mayo 2024, 07:39

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Asegura que desde pequeña se ha sentido atraída por el mar, por esa negrura en la que no se ve qué habita en sus profundidades. Quizás haya tesoros, sirenas y otras extrañas criaturas. «En los procesos de terapia me ocurre algo parecido. A veces me da la sensación de ver en los ojos de la persona que acompaño miles de mares. Con sus tormentas y sus calmas», manifiesta. En su consulta de la calle Fermín Calbetón, 45, inicia con cada paciente un viaje en el que se siente submarinista. No es de extrañar que haya llamado a este espacio de psicoterapia Mareak.

– El mar inunda su consulta.

– El mar ha sido para mí, desde pequeña, la conexión con mis raíces, con volver a mi paz. Quería ofrecer ese pedacito a las personas que vienen aquí. Planteo el proceso de terapia como una forma de acompañar a las personas a zarpar a sus internas aguas desde un lugar de paz.

– Sin miedo...

– No hay que tenerle miedo. En todo caso, debemos tener respeto a nuestros mares.

– Parece una bonita metáfora.

– Muchas veces, las personas tienen miedo al comenzar un proceso de terapia. No saben qué se van a encontrar. Ocurre lo mismo con el mar. Hay que ir con el tiempo de las olas de cada uno.

– ¿Así comienza su singladura?

– Eso es.

– ¿Su misión es la de un faro que guía a cuantos recurren a usted para llegar a buen puerto?

– Yo diría que el faro son ellos mismos. Yo solo soy quien les acompaña. En ocasiones, únicamente necesitamos eso, alguien que nos acompañe, por ejemplo, para hablar.

«Trabajo mucho desde la respiración para drenar emociones antiguas y memorias que se guardan en nuestras células»

– En su página web (www.mareakpsikoterapia.eus) establece un paralelismo entre ese acompañamiento y las inmersiones de los submarinistas.

– Es cierto porque trabajo mucho desde la corporabilidad. Hay veces en las que el cuerpo guarda lo que la mente no puede soportar. Por eso recurro a la metáfora del buceo. A la hora de bucear, cuanto más profundo vas, más lentos son los movimientos y más lenta resulta también la subida a la superficie. Trabajo mucho desde la respiración como una forma de drenar emociones antiguas y memorias que se guardan en nuestras células.

– La idea de que las células guarden memoria es bonita, pero también impactante. Supone una responsabilidad sobre lo que uno haga o piense.

– Al final, cada susto que hayamos tenido o cada contracción que hagamos para protegernos queda ahí. Si se va repitiendo ese movimiento, puede darse de nuevo cuando oigamos un ruido fuerte que nos amenace. Si ese gesto se da durante años, deja huella en la estructura muscular y puede traducirse, entre otras cosas, en una menor movilidad.

– ¿A eso se refiere cuando habla del anclaje del cuerpo?

– Sí. Y hay que cuidar todo eso desde un espacio muy seguro. Cuando nos embarcamos en un proceso terapéutico, nos damos cuenta que tenemos como nuestro propio programa, en el que hemos aprendido a sobrevivir, pero existen otras maneras de navegar y más mares

– ¿Las personas que encuentran cobijo en Mareak responden a un perfil determinado?

– El 80% presenta un perfil muy similar a mí. Son mujeres jóvenes, con estudios universitarios e inquietudes por la salud. Hay enfermeras, profesoras...

– Es una suerte que, después de tantos años preocupándonos por el cuerpo, ahora también queramos cuidar nuestra mente.

– En mi entorno, está totalmente normalizado quién va a terapia y quién, no. Hay personas que llevan años. Otras, en cambio, recurren a ella de cuando en cuando, igual que se va al dentista.

– En cuanto a lo que les lleva a venir a Mareak, ¿hay un motivo similar o las razones son dispares?

– Vienen por dificultades muy corrientes: ansiedad en el trabajo, algún duelo a causa de un padre o una madre que ya no está, separaciones, bullying, autoestima corporal... Y desde la corporabilidad, se dan muchos casos de endometriosis, dificultades para gestar... Son espejos de cosas que todos transitamos, aunque cada uno a su manera. En esta sociedad se va mucho al individualismo y hay una soledad conjunta que nos lleva a buscar acompañamiento. Yo trato de devolverles el poder que tienen para que no dependan de este espacio.

– ¿En qué tiempo lo logran?

– Depende de sus objetivos. Unos buscan bajar su nivel de ansiedad. Otros, en cambio, se dan cuenta que han puesto el piloto automático y llevan así años.

– Pero, al final, encontrarán su mar para navegar tranquilos...

– O no. Hay monstruos marinos que no se pueden matar. Debes aprender a lidiar con ellos.

– ¿Consiguen escribir un final feliz para su singladura?

– No me gusta la psicología positiva, entendiendo el positivismo como el «y vivieron felices y comieron perdices». Para mí, es más encontrar la paz con lo que tenemos, con lo que somos, que un final feliz. En la vida van pasando cosas. Siempre hay momentos de contracciones y de expansiones. Todos tenemos dentro invierno y primavera, todo a la vez.

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