Los seminaristas salieron a pasear el sábado
El seguimiento ·
Januzaj ve el sol de Cádiz, le llega la inspiracióncon el viento de Levante y soluciona un partido que olía a problemas desde primera horaPor la plaza de La Habana se llega al Carranza. Sopla el Levante. O quizá sea el levantito. No llega, en todo caso, a levantera. ... Así se mide el viento en Cádiz. Huele a partido difícil. De las épocas cuando en el campo no había hierba ni falta que hacía, sino matojos tan altos que impedían ver el balón desde banquillo. Hoy es una alfombra. Unos dicen que el Levante -cálido y seco, más de veinte grados al inicio del partido- lo trajeron a los fenicios; otros, que arrecia al día siguiente de que los seminaristas salgan de paseo. Debieron de salir el sábado.
Una tarde perfecta para la Real de toda la vida, con media docena de inmejorables excusas disponibles. No era la peor de todas que el Cádiz no conociera la victoria en casa y que tuviera de baja a todos sus mejores jugadores. La vieja Real nunca habría dejado pasar la oportunidad de perder, las condiciones eran magníficas. Olía a azul gastado y arena, un partido solo para gente que sabe leer.
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Mikel Merino, carrocería y motor alemanes, supo que todo conspiraba contra él cuando falló dos goles en tres minutos mediado el primer tiempo. No se domina con esa contundencia el centro del campo, no se pisa el área como una división acorazada para que un remate por bajo y un cabezazo con la defensa y el portero vencidos acaben en el limbo. Cádiz no es la Bundesliga. Nada más volver de vestuarios, gol anulado al navarro por fuera de juego. Viento de Levante. Cosas evidentes para Januzaj, por supuesto.
Más a gusto que Silva
Nadie se movió más a gusto en la 'levantá', como se conoce a las rachas de este viento, que el belga albano-kosovar. Ni Silva, canario que habla el idioma de estas latitudes. En el minuto 52, Januzaj hizo la jugada que, con los viejos códigos, certificaba la derrota definitiva: un control brillante dentro del área, una media vuelta y un regate de espuela maravilloso que, en un alarde de buen gusto, remató fuera. La Real de toda la vida jamás se habría repuesto de una jugada así. Tanta belleza habría sido insoportable.
Pero el belga volvió al rato con la alegría de quien ha salido de Molenbeek a ver el sol para regalar el gol a Isak, el pulpo perdido en el garaje. Para el sueco Cádiz es demasiado. Imposible. Algo metafísico. No lo entenderá ni aunque juegue diez temporadas allí. Pero el remate no lo podía fallar.
Unos dicen que en Tarifa hay más locos que en ninguna parte porque allí nace el Levante y otros, claro, se ofenden porque su origen está en Medina Sidonia. A ver quién le explica esto a Isak, debió de pensar Imanol, que al cambiar al sueco también retiró a Januzaj, seguramente para que le contara con todo detalle lo que acababa de pasar en La Habana. O en Cádiz, qué más da.
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