Seguirá discutiendo con Imanol y con Aperribay
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El presidente puso su destino en manos de Olabe en 2018 y de la cohabitación de ambos con el entrenador surgió la nueva Real campeonaJokin Aperribay entiende a Roberto Olabe desde el principio y está decidido a que sea él quien comande los destinos de la Real. ... Pero los caminos se bifurcan y los tiempos no se sincronizan, no hay encuentro posible durante varios años de idas y venidas, pero la determinación del presidente se convierte casi en obsesión hasta que por fin todo encaja en marzo de 2018. La Real es eliminada de Europa por el Salzburgo y el momento tiene sabor a fin de época. Han sido ocho años fastuosos de renacimiento del club, pero hay síntomas de agotamiento. La marea sube y el agua alcanza la puerta del despacho de Aperribay. Decide que debe comenzar una nueva era. Despide a Eusebio y a Loren –que ha sido un hombre clave– el mismo día. Repesca a Olabe, en un movimiento en el que arriesga su legado.
Con el camino despejado, presidente y técnico se deciden a emprender un camino juntos que ambos deseaban desde hace años y que, paradójicamente, el éxito de la institución había impedido. No se cambia lo que funciona y la Real jugaba la Champions y viajaba por Europa. El anterior intento había acabado en fiasco en 2017 porque Eusebio hizo valer su autoridad y le cerró la puerta del vestuario. Olabe hizo las maletas rumbo al Independiente del Valle ecuatoriano. Esta vez iba a ser la definitiva, con plenos poderes.
No es una apuesta obvia. Al contrario de lo que sucede hoy, en el momento Olabe no genera unanimidades. De hecho, Aperribay modula sus primeras decisiones y ficha a Asier Garitano, que ha triunfado en el Leganés y parece una apuesta de menos riesgo que otras que hay sobre la mesa. Es un fracaso. De sopetón, Olabe se encuentra con su primera gran crisis. Aperribay no volverá a cometer el mismo error: le da vía libre.
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Obsesivo en el trabajo y dueño de un verbo intransferible, Olabe determina que la Real tiene un excelente equipo y solo hace falta ponerlo a funcionar. Elige a Imanol, en el filial, en la que va a ser la decisión clave de su mandato. Contra pronóstico, se revela como un entrenador de primer nivel, al corriente de los últimos avances y con unos conocimientos asombrosos para un técnico que brega en Segunda B. Muy ganador. Además, acierta a construir su imagen pública muy rápido. Algo clave en la élite. Se convierte en ídolo y Olabe se da cuenta.
No hay forma de competir con la autoridad de Imanol, lo que favorece al director deportivo, siempre reacio a la exposición pública. Consciente de que el entrenador es la figura hegemónica, de que la grada sería capaz de cualquier cosa por el de Orio, Olabe se adapta. Entrenador y director de fútbol aciertan a colocar las balizas del campo de juego, en el que cada cual mantiene su parcela intacta, y la Real entra en un círculo virtuoso que le lleva a sus mayores cotas de éxito desde las dos Ligas. De hecho, se construye un nuevo equipo campeón que lleva a las vitrinas de Anoeta la Copa de 2020, un éxito inimaginable para varias generaciones.
Olabe comprende la inercia que coge el club impulsado por Imanol. La presión del entrenador para conseguir mejores (y más caros fichajes) establece una disputa creativa con el club. Se discute a brazo partido y de esa tensión surge esta plantilla con la que el presidente cree que puede ganar una Liga. Xabi Alonso pone rumbo a Alemania.
El regreso del vitoriano no es una apuesta obvia; al contrario de lo que sucede hoy, su figura no genera unanimidades
Al poco de llegar afronta su primera gran crisis con el despido de Garitano y toma la decisión clave de su mandato: elige a Imanol
Con Imanol acaparando el foco, Olabe se centra en su trabajo. Se rodea de una guardia pretoriana de fidelidad inquebrantable –la unidad de reclutamiento– y empieza a construir su Real. Desde la salida de Willian José al Wolverhampton en enero de 2021, no queda ningún fichaje de la etapa anterior. Su metodología, refinada con los años, mantiene intactas algunas líneas maestras desde sus inicios. Olabe tiene un radar muy fino para detectar el deseo de grandes estrellas de encontrar un último destino competitivo en sus carreras. En 2002 supo que Karpin podría volver y le fichó; en 2020 supo que Silva jugaría a gusto en la Real y firmó. Con el ruso, la Real casi gana la Liga; con el canario, ha ganado la Copa.
No tiene vértigo para bucear en los clubes grandes. Si en su primera etapa fichó del Inter de Milán a Brechet, ahora ha cerrado tratos con clubes como el Madrid (Theo, Odegaard), el Dortmund (Merino e Isak) o Leipzig (Sorloth). Si hace veinte años le pesó Lee, ahora nadie se acuerda de Sagnan. La situación del club da este margen.
También Olabe es otra persona. Tiene 55 años y una vida dedicada al fútbol, un bagaje que le ha consolidado como uno de los tres pilares que sujetan a la Real con Imanol y Aperribay. Un cóctel de personalidades muy distintas, pero encajan. Hay presidente hasta 2027, director deportivo hasta 2026 y entrenador hasta 2025. Seguirán discutiendo a brazo partido. Hay Real para rato.
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