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Gorrotxategi y Sadiq tratan de obstaculizar el cabezazo de Boyé, autor del gol de penalti del Alavés, ante el realista Pacheco, cedido en el club vitoriano. EFE

El palo del chupa-chups

Una Real desmejorada pierde 1-0 en Vitoria por un penalti al filo del descanso, después de firmar un partido muy flojo en el que mostró numerosas lagunas

Sábado, 6 de diciembre 2025, 18:24

Desde lo alto de la grada de Mendizorrotza, Oyarzabal escrutaba el paisaje. Lesionado, el capitán del barco, sentado junto a su contramaestre Igor Zubeldia, calibraba ... las dificultades y medía las opciones de llegar a buen puerto. Los cálculos no cuadraban desde el principio y no cuadraron al final. Juego superficial y distraído, derrota ante el Alavés y regreso a la zona de corrientes traicioneras de la parte baja de la clasificación, donde acechan toda clase de peligros.

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Un penalti de esos que se pitan ahora por mano de Aritz Elustondo en el descuento del primer tiempo decidió el duelo. Lo transformó Lucas Boyé. La Real había estado mal antes y estuvo mal después, con una puesta en escena deshilachada, con jugadores dispersos.

Con Sadiq perdido arriba, el centro del campo –Gorrotxategi, Brais y Soler– no fue capaz de unificar. Dejó grandes huecos por los que el Alavés enseguida interpretó que podría correr. La Real se partió por ello, con lo que perdió el control de juego. Sin continuidad para pasar de la fase defensiva a la ofensiva, y viceversa. Esa pesadez para reaccionar hace inviable dominar un partido de Primera. Tampoco es que el Alavés inventara la pólvora, precisamente. De hecho, la mejor ocasión del primer tiempo fue de la Real, un cabezazo con toda la intención de Jon Martín que se fue al poste. También la segunda mejor, otro testarazo de Soler. Pero aún así, la imagen de la Real era mala, como el partido y el 0-0 era cosa hecha al descanso, hasta que llegó la jugada de la mano, el penalti y el 1-0.

Al vestuario se retiraron los once titulares realistas y sus preguntas, que volvieron varias semanas después. Tras un inicio de Liga dramático, la Real se embarcó con éxito en una navegación de cabotaje, de partido a partido sin alejarse de la costa. Así, solventando el aquí y ahora, amasó once puntos en cinco partidos que le pusieron a flote. Y ese enfoque se convirtió en su estilo de juego. Con las victorias, la sencillez de la cotidianidad parecía esconder grandes dosis de sabiduría práctica.

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Todos en el equipo decían que era provisional, que 'primum vivere, deinde philosophari', que primero sumar puntos y luego ya habría tiempo de afrontar empresas más ambiciosas en cuanto al juego. Sortear la línea de costa, nada de salir a los grandes mares. Nada de equivocarse con sueños de gloria; lo sustancial. Pero ayer la Real apareció muy desmejorada.

Falta altura

A la empresa le falta altura y la Real salió en el segundo tiempo a faenar en bajura. Para atacar mejor, quitó a su delantero. Por Sadiq entró Barrenetxea, y Oyarzabal pasó a morder el chupa-chups. Los nervios de quien ve que quién sabe, que quizá, que igual así sí.

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Mejoró algo la Real en la reanudación, aunque eso no significa que dejase de dar facilidades con sus lagunas en el juego y malas acciones técnicas en despejes, pases y movimientos. Hubo fases en que metió al Alavés en su campo, pero sin profundidad, sin último pase, sin filo, sin colmillo.

Cuando el partido se iba, Sergio Francisco, fue metiendo también a Zakharyan y a Karrikaburu, que el primer balón que le llegó lo remató. Fuera, pero lo remató, lo que visto como iba la tarde no pareció poco.

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Obsesionada con ganarse el pan con dignidad, sin distracciones ni ensoñaciones, a la Real le falta fe para elevar su juego. Puede que baste para recoger puntos algunas semanas, pero cuando no se consigue deja una sensación de pobreza, porque eso es todo lo que hay. No hay una expectativa. Quizá no sea solo fe y falte algo más.

La Real se aferró al reloj y al marcador para un arreón final. En el fútbol, los marcadores cortos dan una vida extra al equipo que va por debajo, por poco que haya merecido hasta ese momento. El 1-0 mantenía a la Real en el partido y presionaba al Alavés. Pero Vitoria no fue Vigo, no fue Elche, ni Anoeta contra el Athletic. Los minutos finales no fueron esta vez el cabo lanzado a cubierta que permite amarrar el barco al muelle con la pesca a salvo, pese a los intentos en el descuento de Sergio Gómez, Caleta-Car y Martín, que a un equipo con suerte le habrían bastado para empatar. Pero no hubo nada que apuntar en las cuentas de la Real, que se queda con 16 puntos después de 15 partidos.

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Oyarzabal, en la grada, ya solo mordía el palo del chupa-chups, sin nada de caramelo que echarse a la boca. El resumen del partido.

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