Odegaard, el vikingo que sabía tocar el violín
El noruego, uno de los mejores esta temporada, llegó en julio desde el Real Madrid y ha elevado a la Real a una nueva dimensión
Verle en sus primeros entrenamientos en Zubieta y en los clásicos bolos veraniegos ya fue algo especial. Porque el chico es distinto al resto. Martin ... Odegaard (Drammen, Noruega, 1998) es, sin lugar a dudas, una de las noticias más positivas de la sobresaliente temporada que estaba completando la Real Sociedad antes del parón general derivado de la crisis sanitaria que azota a buena parte del mundo. En apariencia, el centrocampista noruego es solo un joven nórdico de 21 años al que no le gusta hablar demasiado y que es muy correcto en sus formas. Poco elocuente, disciplinado y muy educado. Pero en el campo… allí se transforma y hace honor a sus antepasados vikingos, por su voracidad y sus ganas continuas de conquista. Con el balón en los pies, eso sí, se parece más a un fino violinista.
El préstamo por dos temporadas (solo la primera está firmada) que acordó el club guipuzcoano con el Real Madrid suscitó dudas en más de un aficionado. No eran pocos los que veían con recelo la llegada de un jugador que había destacado en la liga holandesa pero que tenía muy mala prensa en Madrid. Es lo que tiene criticar desde la ignorancia. El de Drammen demostró desde el primer día que es un trabajador incansable y que era la pieza perfecta para completar el puzle del centro del campo de Imanol Alguacil, la que faltaba desde que se marchasen en mayo de 2018 Xabi Prieto y Sergio Canales.
Acostado hacia la derecha en la última altura del centro del campo, Odegaard es veneno para los rivales. Por su condición de zurdo busca mucho las diagonales hacia dentro para desmontar con su velocidad el entramado defensivo del rival, y una vez que se abren los espacios ahí es donde entra en acción su capacidad para filtrar balones con una precisión de cirujano. Así lo atestiguan las cinco asistencias que ha dado como realista y los innumerables penúltimos pases de gol que ha dado, como aquel con el exterior a Portu en Cornellá-El Prat que terminó con una diana de Willian José.
Pero el noruego es mucho más. Es uno de los jugadores que más regates con éxito ha completado de la Liga, computando 2.4 por partido, y también es una bendición por su don para recibir balones, ya que solo promedia dos controles malos por encuentro. Esto, para un equipo como la Real Sociedad que busca llegar al área contraria mediante la posesión del balón, es vital. Pero al de Drammen también le gusta sacar a pasear de vez en cuando a su pierna izquierda. Los siete goles que ha marcado entre Liga y Copa, sin ser delantero, son una buena cifra. Llegando desde atrás, desde fuera del área, de falta… su registro es muy amplio.
Golpeo clínico a balón parado
Los dos tantos que marcó a balón parado ante Osasuna (uno en El Sadar y otro en Anoeta) fueron especiales. Porque hasta este curso, la estadística de goles a balón parado de la escuadra blanquiazul era paupérrima, con un surrealista 0,01% de acierto, o lo que es lo mismo, seis tantos de libre directo en 10 años en los que se marcaron 599 goles. Más allá de estos dos disparos, Odegaard también ha marcado otros cinco de jugada. Lleva el peligro en sus botas.
En estos tiempos de incertidumbre y pesar, conviene recordar que después de la tormenta siempre llega la calma. Y si no consiguen levantar el ánimo, pónganse música clásica de fondo mientras ven vídeos del brujo de Drammen haciendo magia vestido de txuri-urdin. Volveremos a disfrutar de él pronto.
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