Me despido a mí mismo
El Inter es un club con un espíritu singular, «nación doliente» heredera del alma artística de los Moratti y hoy en manos del dinero chino
Un día de 1999, Massimo Moratti dijo basta: «En nueve años he despedido jugadores y entrenadores; como no puedo despedir a la afición, me despido ... yo mismo». Siguió como presidente del Inter hasta 2015.
La sociedad nerazzurra es una institución muy particular, nada sencilla de abarcar en toda su complejidad. Suele intentar explicarla de vez en cuando Adriano Celentano, cantante, interista e intérprete enigmático de la sociedad italiana, pero entonces se entiende todavía menos. Seguramente la figura de los Moratti da pistas de por qué el Inter es el Inter. El padre, Angelo, era un magnate del petróleo que gastaba a manos llenas en el equipo y su hijo Massimo no le fue a la zaga. Entre ambos, dos almas sensibles contraculturales en el mundo del fútbol, gobernaron el Inter casi sin interrupción desde 1955 hasta 2015 –los dos le hicieron campeón de Europa–, con algunos paréntesis abruptos que dan pistas sobre la personalidad del club.
Descendientes de un farmacéutico que perdió la farmacia en la mesa de juego, magnates del petróleo en un país sin petróleo, preocupados por los sectores más populares y necesitados pese a sus montañas de dinero, los Moratti son la representación arquetípica de la alta burguesía milanesa, republicana y laica, opuesta a la monárquica y conservadora que encabezan los Agnelli en Turín. Prototipos de la Milán ilustrada, en contraste con la zafiedad del vecino Berlusconi.
Leído en el Corriere della Sera: «El optimismo es el menos interista de los sentimientos»
El Inter solo podía surgir en Milán, la única ciudad italiana no sojuzgada por su pasado. Milán siempre está a la moda, inventando, vendiendo al mundo a precio de oro un futuro que ni siquiera sabe que existe y, mucho menos, que necesita.
Se ha esforzado mucho en explicar a los interistas qué es el Inter (es la tarea de una vida y en ello sigue) Beppe Severgnini, firma del Corriere della Sera, el gran rotativo milanés. Por supuesto, cuanto más lo explica más se enreda el nudo. «Los interistas somos una nación doliente. La educación de un interista es un combate entre amores difíciles y derrotas con el Lugano. El optimismo es el menos interista de los sentimientos. Somos idealistas. La Juventus es una inversión; el Inter un juego de azar».
Moratti es multimillonario, amante del arte, filántropo, de mentalidad progresista, con una personalidad amable y generosa, educadísimo y capaz de gastar cientos de millones para cosechar derrotas épicas como aquel scudetto perdido el 26 de abril de 1998 en el campo de la Juve, cuando Iuliano derribó a Ronaldo dentro del área en una acción tan evidente que «pensé que intervendrían las fuerzas especiales para apresar al agresor» y sin embargo el árbitro dejó seguir la acción, que acabó, inevitablemente, en penalti en el área contraria a favor de la Vecchia Signora que, este sí, Ceccarini pitó de inmediato.
Milán vende al mundo a precio de oro un futuro que no sabe que existe y, mucho menos, que necesita
Severgnini trata de ser didáctico. «Hace tiempo escribí que el mundo se divide en dos. Los que aman a los gatos, Londres y al Inter y quienes prefieren los perros, París y la Juventus. Desde aquel día sigo recibiendo quejas. Se lamentan milanistas eslavófilos, laziales enamorados de Argentina, romanistas con una amiga en Alemania. No puedo negar su existencia, pero la dicotomía es una sola: Inter-Juve. El Inter es fascinante e impredecible. La Juventus es sólida, tranquilizadora. El resto es paisaje».
El Inter estuvo sin ganar la Liga desde 1989 hasta 2005 y la tercera Copa de Europa llegó en 2010, 45 años después de la segunda. Toda una generación de interistas forjó su carácter en la fatalidad y en la melancolía. Los jóvenes, como les pasa a los de la Real, han crecido con el éxito y de estas viejas historias no quieren saber nada. No viven de recuerdos.
Desde 2016, el Inter es propiedad de un holding chino que tiene el 68,55% de las acciones y un fondo de Hong Kong que posee el 31,05%. El 0,4% restante está en manos de la Pirelli y de varios apellidos sonoros milaneses como los Facchetti o los Moratti. En 2022 facturó 308 millones –el doble que la Real– y es el 14ª club más grande del mundo.
Seguramente, el negocio vaya mejor así, pero no es fácil imaginar al presidente Steven Zhang bajando al césped a cantar. Moratti, alma artística, lo hizo en la fiesta del centenario del club en San Siro en 2008. El presidente, que había dimitido hacía nueve años y seguiría siete más, cantó con Celentano 'Sei rimasta sola'... Y cantó bien. Dos años después ganaría la Copa de Europa. Una cosa incomprensible. El Inter.
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