Diez segundos de furia no son suficientes
El canario tiró dos paredes maravillosas y marcó su gol sin dejar de protestar al árbitro, en el único instante en que la Real se salió del guion
En plena discusión con el árbitro, David Silva tiró una pared. Siguió discutiendo, le llegó el balón y tiró otra pared. Siguió discutiendo, avanzó y ... metió un gol. Siguió discutiendo y corrió a centro del campo para volver a empezar. Los diez segundos de la jugada del empate a uno –que incluyó un balón de Isak al larguero– explicaron el partido.
Andaba Silva renegado por el Ciutat de Valencia. Algo veía que no iba bien. Y no solo las patadas de todo calibre que iba recibiendo con puntualidad, sobre todo de esas fuera de lugar que tanto enfadan a los jugadores. Patadas en jugadas intrascendentes, lejos de todo. Que no son gran cosa, que no cortan acciones de peligro y que los árbitros, como no les duelen, dejan pasar. Pero se acumulan. Y Silva iba ya pidiendo a Alberola que a ver qué pasa.
Poco antes del gol, el canario, que estrenaba contrato tras la renovación, se había quedado en el suelo por la última acometida. Isak y Sorloth siguieron con la jugada con la finura del resto de la noche y al rato apareció por allí Silva protestando al árbitro. Luego llegó el gol en la única jugada que se salió del guion. Silva se olvidó de todo y mientras discutía, sin atender a otra cuestión que a su enfado, tiró de instinto. Y, sin pensar, de forma natural, sacó las dos paredes y marcó. Ante eso, el Levante no tuvo nada que decir.
Pese a jugar siempre muy presionado, encontró vías para lanzar jugadas, pero el equipo ha perdido el hilo
La Real estaba atascada en esa clase de partidos en los que se enfrasca con tanta frecuencia últimamente. En esa desesperación que le incapacita para marcar goles, pase lo que pase, y le hace conceder demasiado, presa de la ansiedad. Solo el instante de rabia de Silva, en el que no atendió a nada ni nadie, rompió la inercia, en un desenlace significativo.
El canario jugó en la parcela más incómoda del campo, en el balcón del área, donde no hay tiempo y solo hay espacio para los mejores. Estuvo siempre muy presionado, con un Levante que buscó deliberadamente cortar su juego. Como es Silva, encontró las vías para lanzar jugadas –la diferencia de cómo le llega el balón y cómo sale a continuación de sus botas sigue siendo llamativa–, pero el equipo realista ha perdido el hilo.
El Levante tuvo claro que debía frenar su juego y el realista tuvo sus más y sus menos con Alberola Rojas
Acomplejado por su falta de gol, parece un drama acercarse al área, donde hay jugadores que transmiten la sensación de que enfrentarse a la tesitura de tener que rematar supone un tormento, una obligación que hay que acometer, pero sin mucho convencimiento y, desde luego, sin ningún optimismo.
La Real fueron los diez segundos de furia de Silva, protestando mientras jugaba. Dos paredes brillantes, una llegada profunda y gol. Pero diez segundos no bastan para ganar un partido.
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