Creer o no creer
El club y el vestuario han subestimado a Garitano desde que llegó; Imanol sí tiene ganado el respeto
No se ha sido justo con Asier Garitano porque nunca se ha confiado plenamente en él. Ni desde las altas instancias del club ni en ... el vestuario. La sombra de la duda siempre ha planeado sobre su cabeza. Se le ha minusvalorado desde el momento que su nombre asomó entre los candidatos al banquillo de la Real -entre bambalinas se decía que, al llegar de Leganés, era «poca cosa» en comparación con Unai Emery y Javi Gracia- hasta que fue despedido ayer a través de un comunicado en el que no encuentro diferencias entre un entrenador llegado de la China y otro de casa, de Bergara, uno de los nuestros. El fin del ciclo de Garitano confirma que la Real es igual que el resto de clubes cuando vienen mal dadas. Los proyectos a largo plazo no existen si los resultados no acompañan. La solución es siempre la misma.
La diferencia respecto a otras situaciones similares que se han podido dar en la Real es que a Garitano no se le ha dado tiempo. A las primeras de cambio, a la calle. No ha contado con el beneficio de la duda. Hace un mes escribíamos que el equipo iba a más, que el sexto puesto estaba a tiro. Cuatro partidos después, con otras tantas derrotas y muchas veces debido a errores individuales, Garitano es historia. No ha habido ni ultimátum. No me han gustado las formas.
Da igual que el equipo haya perdido a varios de sus referentes de los últimos años (Xabi Prieto, Vela, Iñigo, Agirretxe, Mikel González, Carlos Martínez y Markel Bergara, entre otros) y que estemos ante una de las plantillas con la media de edad más baja de Primera; da igual que la Real haya estrenado un campo nuevo, con todos los condicionantes que eso supone; da igual que jugadores llamados a marcar la diferencia como Januzaj o Merino hayan estado más fuera que dentro del equipo por las lesiones que han tenido o que Garitano, en un ejemplo de compromiso con el club, haya tirado para adelante sin los dos fichajes que había pedido en verano, un central y un extremo. Todo eso no importa. Queremos justificar la decisión haciendo ver que Garitano es un entrenador para equipos pequeños y no para una Real grande como la nuestra que juega a fútbol como los ángeles, como si el resto de clubes jugara a otra cosa. ¡Qué confundidos estamos!
Garitano se ha manifestado en la Real igual que en Leganés, donde triunfó. No ha engañado a nadie. Su propuesta ha sido la misma. Lo suyo es ganar como sea. En su plan no entra la estética. No propone proyectos a largo plazo. Por eso me ha sorprendido que desde la pretemporada se pusiera en solfa su propuesta porque es para lo que se le contrató. Queríamos que la Real dejara de ser un equipo previsible, con una corta utilización de la plantilla, y fuera un equipo camaleónico capaz de cambiar dos o tres veces de dibujo en un mismo partido. Para eso llegó Garitano: para que la Real fuera más competitiva. Eso no se consigue de la noche a la mañana. A Garitano se le ha abierto la puerta cuando todavía estaba haciendo pruebas, en fase experimental. No es algo que el entrenador vaya a reconocer alegremente cuando lleva seis meses trabajando con una plantilla, pero es la realidad. Los cambios, las entradas y salidas de algunos jugadores, que han pasado de la titularidad a la suplencia -o al revés- no han sido casuales. El poco juego ofrecido en Anoeta, donde solo ha ganado un partido de Liga en ocho comparecencias, ha sido definitivo.
Mi sensación es que Real ha llegado a este punto por su falta de juego, pero también por un cansancio físico y mental. En diciembre, el equipo ha jugado aturullado, pasado de rosca. No debería ser así cuando nos referimos a futbolistas profesionales, pero tengo la sensación de que es ahora cuando se empezaba a notar el cambio en la metodología de trabajo de Zubieta. Algunos jugadores no se habían entrenado nunca tantas horas y el equipo se ha resentido. No creo en las casualidades y entiendo que muchas de las lesiones sufridas por la plantilla constatan que hay jugadores en la Real que no soportan las altas cargas de trabajo. A mí me gusta lo que veo en Zubieta, cómo se está trabajando, y siento que la Real va por buen camino cuidando otras cosas que quizás no se ven todavía en el campo pero deberían llegar con el tiempo. No cambiaría de rumbo por más que salgan Garitano y su preparador físico Miguel Pérez, una pareja que, dicho sea de paso, consiguió que el Leganés fuera uno de los equipos de la Liga con menos lesionados.
La responsabilidad de los jugadores
Es evidente que el técnico tiene una cuota de responsabilidad elevada en lo que ha sucedido. No ha sido capaz de construir una Real medianamente reconocible. Ojalá que su destitución sirva para reconducir la marcha del equipo, pero nos confundimos si pensamos que el único mal era él. Los jugadores algo tendrán que decir y hacer. En un año han tenido tres entrenadores distintos. Yo me lo haría mirar. A cambio de tanto sufrimiento, la mitad de la plantilla ha sido renovada con gran generosidad pese a su falta de rendimiento. Cuidado con la sobreprotección. De los pesos pesados, solo Oyarzabal está respondiendo a la altura de lo que se espera de él. Por supuesto que Garitano podría haber hecho más para que Willian José disponga de más ocasiones de gol e Illarramendi recupere el juego de otras temporadas, pero no estaría de más que cada jugador se mire al espejo y se pregunte si ha hecho todo lo que está en sus manos.
El vestuario cree en Imanol
Ahora con Imanol, ya saben lo que les toca. Es un técnico con mucha personalidad, capaz de protagonizar el cambio que necesita el equipo. Su primer cometido, como ya hizo en las últimas nueve jornadas de la pasada liga cuando tomó el relevo de Eusebio, es intentar que la Real sea un equipo reconocible, porque en los últimos partidos ni ha atacado ni ha defendido bien. Imanol vuelve con algo que no se compra: tiene la confianza de los jugadores, la plantilla cree en él. Esto es básico, una condición 'sine qua non' para que cualquier nuevo proyecto prospere.
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