Cubos de Oro
Los txuri-urdin se han acostumbrado a celebrar los triunfos de su equipo en pantuflas y pijama, viendo la tele
El oro luce y la virtud reluce, reza el refrán. Va a ser que el hábito hace al monje. Cuando la Real se enfunda su ... nueva camiseta dorada, que tanta disensión origina entre su afición, se transforma. Las rayas txuri urdin de la elástica casera parecen pesar a los jugadores como si estuvieran serigrafiadas con plomo, pero con la nueva zamarra de fuera de casa, el equipo es otro, más suelto, más fiel a su estilo, más ligero con el cuero en el pie. Más certero. Y, si hablamos de indumentaria, los txuri-urdin de corazón ya se han habituado a celebrar los triunfos de su Real en pantuflas y pijama, al calor del salón o el dormitorio de su casa. Cuando se visten 'de gala' para ir a Anoeta, generalmente retornan con su camiseta de la Real manchada de frustración.
Es una más de las cuestiones desconcertantes que arrastra una Real que desespera un domingo por caerse con todo el equipo ante Osasuna y vuelve a enganchar a los suyos una semana después en una cancha como la del Sevilla, otrora prohibida, donde llegó a perder a una Liga. Una Real en la que sistemáticamente hay 40 millones de euros sentados con toda justicia en el banquillo y que, pese a sus errores infantiles que tanto le han penalizado, es el tercer equipo que menos goles recibe. Cuatro puntos en casa le convierten en el peor local y 11 fuera, en el tercer mejor visitante. Es el fútbol al revés; no es extraño que los goles se celebren de espaldas al campo.
Quizá hayan pasado demasiadas cosas para volver a reparar en algo fundamental. Que en ataque sigue jugando una de las estrellas de LaLiga, Take Kubo, aunque Imanol en ocasiones le penalice con terapia de banquillo para alinear a futbolistas que todavía no se han puesto a la altura del club que les paga. Quizá tanta frustración en casa emborrone el hecho de que de txuri-urdin viste el mejor pivote de LaLiga, condición que volvió a ratificar el domingo con otra master-class don Martin Zubimendi Ibáñez. El antaño centrocampista defensivo y experto ganador de duelos es ahora, aparte de todo eso, avezado llegador al área desde segunda línea. Participó en los dos goles con una apertura a la banda donde Kubo no dejaba de destrozar a Pedrosa y forzó el penalti más claro de la historia reciente de LaLiga, aunque el árbitro no lo viera en primera instancia.
Al fútbol juegan los futbolistas, pero los partidos normalmente los deciden los cracks. Y este Sevilla heptacampeón de la Europa League no tenía a jugadores de la entidad del atacante nipón y el medio de Ulia. Haberlos perdido en verano -no se fueron porque ellos no quisieron por deferencia y amor a unos colores- sí que habría sido una desgracia.
El ánimo de la afición realista cabalga de la mano del rendimiento de su equipo. Es como la Montaña Suiza de Igeldo. Subidas y bajadas en un margen mínimo de tiempo. Quizá por eso merece la pena escuchar a los que lo observan desde fuera y ven al rey desnudo del cuento y no vestido con su nuevo traje imaginario. García Pimienta, entrenador del Sevilla, puso a la Real como modelo a seguir por su escuadra. Aspiran a ser el bloque consolidado que es el realista, con cracks que deciden quedarse pese a que hay quien quiere cubrirles de oro en otras latitudes. Y vaticina que volverá a acabar arriba.
Quizá ahora que llega el invierno, los realistas decidan ponerse su camiseta dorada por dentro incluso cuando jueguen en casa.
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