«¡Por fin! Solo queremos que responda por lo que hizo»
Dos víctimas que eran niñas cuando resultaron heridas en el atentado contra el cuartel de Zaragoza acogen con «alegría» la detención de 'Ternera'
LORENA GIL
SAN SEBASTIÁN.
Viernes, 17 de mayo 2019, 09:51
Lucía Ruiz se levantó ayer pasadas las siete de la mañana. Aún se estaba preparando un café cuando su marido se le acercó con el ... teléfono móvil. «Hoy vas a tener un día...», le dijo. «Detenido el etarra 'Josu Ternera'», acertó a leer. «Pensé que era una broma, que no era verdad. ¡Por fin!», comparte Lucía. Tenía 11 años cuando la banda terrorista, bajo las órdenes de Josu Urrutikoetxea Bengoetxea, hizo explotar una bomba en la casa cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza en la que ella vivía con sus padres y su hermana. «Cuando llegué solo tenía tres meses», evoca. Todos resultaron heridos.
«Mi padre, guardia civil en activo, metió a todas las personas que pudo rescatar en el salón de nuestra casa, porque era una de las pocas zonas que quedaron en pie. Luego se marchó a desescombrar. No volvimos a verle hasta la noche. No encontrábamos una explicación para lo que acababa de ocurrir. Ni entonces ni ahora», rememora. Quizás porque no la hay. Ayer, tras 17 años huido, Lucía solo acertaba a decir «¡Qué alegría!». Por «partida doble»: «como víctima y como víctima de Zaragoza». «Creo que todos teníamos la sensación de que se sabía dónde estaba, que estaba localizado, pero que nadie quería dar el paso de detenerle. Incluso tuvimos que verle en la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento vasco...», recuerda Lucía. En la actualidad ejerce como delegada de la Asociación Víctimas del Terrorismo en la capital maña. «Tras su detención –prosigue–, esperamos que sea trasladado a España y que se haga justicia. Solo queremos que responda por lo que hizo». «Tiene muchas víctimas detrás y hay más de 300 casos que permanecen a día de hoy sin resolver», añade.
«Mi alegría es por partida doble: como víctima y como víctima de la casa cuartel de Zaragoza»
Lucía Ruiz
Con la bomba del cuartel de Zaragoza ETA mató el 11 de diciembre de 1987 a once personas, cinco de ellas niñas de entre 3 y 14 años –de ahí el nombre de la operación policial 'Infancia robada'–, e hirió de diferente gravedad a más de setenta. Allí residían cuarenta familias. Además de Lucía, otra de las niñas que dormían aquella mañana en la que explosionó la bomba con 250 kilos de amonal era Beatriz Sánchez. Ese día cumplía cinco años. Su familia le había preparado una fiesta, pero nunca se celebró. A Bea, que en su inocencia creyó que habían comprado fuegos artificiales para festejarlo «y se habían pasado», le cayeron el techo y la puerta encima. Tanto ella, como su hermano, de once años, y sus padres resultaron heridos.
Llevaban seis meses en el cuartel de Zaragoza. Antes habían pasado por los de Lekunberri y Los Arcos, ambos en Navarra. Las secuelas del atentado les han acompañado el resto de sus vidas. Su madre les leía todas las noches para que se «relajasen» y pudieran dormir.
«Si le tuviera delante le preguntaría si no había otro modo de reclamar la independencia»
Beatriz Sánchez
«Conciencia»
Ayer por la mañana vestía a su hijo de cuatro años cuando su marido y después su suegro le dieron «la buena noticia». Desde entonces, su móvil no paró de sonar. La detención, asume, «es algo que va a remover mucho a las víctimas. Pero es por una buena causa, buena y real», remarca. «Y ahora, que pague todo lo que tiene que pagar. El pasado no vuelve –en alusión a las víctimas mortales–, pero lo que ha hecho ese señor está ahí».
Bea tiene claro que «el primer enemigo de la paz» es el propio 'Josu Ternera' y quienes apoyaron los crímenes cometidos por ETA. Y a día de hoy siguen haciéndolo. Han pasado 32 años desde el atentado de Zaragoza y asegura que si hoy tuviera delante a Urrutikoetxea «no sabría qué decirle». «No sé si su conciencia le deja dormir tranquilo por las noches. Igual le preguntaría: ¿No había otra forma de reclamar la independencia? Las cosas no se arreglan por la fuerza». «Aquellas niñas y niños somos hoy mayores. Sabemos lo que pasó, lo que hicieron. Y también –apostilla Bea– estamos en nuestro derecho de pedir justicia».
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