«No sabemos cuántos atentados evitaron los escoltas porque los que no se cometen no se ven»

Las lágrimas de emoción y pesar de Naiara Zamarreño y de Juan María Quintana, el ertzaina que escoltaba a su padre, Manuel Zamarreño, cuando ETA hizo estallar a su paso una motocicleta bomba en Errenteria, se cruzaron en un gesto de agradecimiento mutuo durante el acto de homenaje tributado ayer por la asociación de ertzainas Mila Esker con motivo del primer aniversario de su fundación. «Nadie lo podía haber evitado. Gracias por proteger a mi aita hasta el último momento», le dedicó la hija del edil del PP asesinado el 25 de junio de 1998. En el acto desarrollado en el salón de actos del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, en Vitoria, su director, Florencio Domínguez, recordó que «sabemos que en ocasiones los escoltas evitaron atentados y secuestros de ETA, pero no sabemos cuántas veces lo hicieron porque los atentados que no se cometen no se ven. Lo que es seguro es que no fueron pocos los que se evitaron».

Domínguez reparó así en la «deuda moral» con los escoltas que dieron protección durante años a miles de amenazados por el terrorismo «poniendo en peligro su propia vida y su integridad física». Casos como los de Jorge Díez Elorza, el escolta de Fernando Buesa, o el propio Juan María Quintana, entre otros, ponen de manifiesto, añadió, «el coste de este trabajo».

Remarcó que los escoltas de los amenazados fueron «uno de los factores que contribuyeron decisivamente a poner freno a la capacidad de actuar de los terroristas. Y esto no es una suposición, lo han reconocido los propios terroristas». Domínguez recordó que 'Txeroki' analizaba en 2008, cuando todavía estaba al mando de ETA, las posibilidades de actuación de la banda y constataba que el Gobierno, «poniendo escolta a la mayoría de los objetivos, utilizando más inhibidores y realizando más contravigilancias», había limitado «enormemente las posibilidades de ser golpeado». «Realizar acciones con armas, decía, se hacía imposible o en el mejor de los casos, muy complejo», citó el director del Memorial para añadir que el exjefe de ETA reconocía de esta forma que se había conseguido neutralizar «la capacidad y efectividad de ETA».

El presidente de Mila Esker, Julio Rivero, subrayó que «la memoria es el agradecimiento del corazón» e hizo extensivo el reconocimiento a todos las cuerpos policiales y profesionales que durante tantos años han realizado labores de escolta a personas amenazadas. Expresó todo su «apoyo y cariño» a las familias de Quintana y Zamarreño, a las que «un trágico destino unió para siempre» un 25 de junio de 1998 «y a las que hoy nos sentimos unidos también muchas otras familias y ciudadanos de bien porque nunca habéis estado solos, aunque en muchas ocasiones os hayamos hecho sentir así».

En reconocimiento a su «sacrifico personal y familiar» como consecuencia del atentado terrorista sufrido mientras desarrollaba sus funciones de escolta, Mila Esker hizo entrega a Quintana, «en nombre de sus compañeros, del conjunto de agentes que formamos la Ertzaintza», de una medalla y un diploma a la labor y el mérito policial «por ser para nosotros un referente como ertzaina que cumplió con creces con su deber de servicio a toda la sociedad vasca».

El agente homenajeado, que pidió preservar su imagen y declinó hacer público su testimonio, pudo escuchar, acompañado por su familia y la del edil asesinado, un breve relato de lo que supuso en la vida de los Zamarreño el zarpazo del terrorismo. «Nuestras vidas se truncaron para siempre», expresó Naiara Zamarreño sin poder contener la emoción. Le aseguró que en su familia son conscientes «de la dificultad» que su papel suponía y por todo ello le agradeció y transmitió «todo nuestro apoyo y cariño más sincero». «Muchas gracias de corazón», le dijo mirándole a los ojos y en presencia de una treintena de personas que asistieron al homenaje entre las que se encontraban representantes de las asociaciones y sindicatos policiales, dirigentes políticos como el líder del PSE en Gipuzkoa, José Ignacio Asensio; y el portavoz del PP en el Parlamento Vasco, Carmelo Barrio; así como el asesor coordinador de atención a las víctimas del Gobierno Vasco, Enrique Ullibarriarana.

Naiara Zamarreño expresó que el 25 de junio de hace 23 años sus planes de futuro «cambiaron de rumbo, pero en ningún caso fueron a la deriva, buscamos un sentido a la vida, porque la vida por sí sola es motivo de celebración. Y hoy celebramos contigo la vida y en nombre de mi familia queremos agradecer esa labor tan importante que llevaste a cabo siempre atento y pendiente de mi aita».

La hija del concejal errenteriarra asesinado repasó algunos de los momentos que vivieron cuando Juan María Quintana ejercía las labores de escolta de su padre. «Te veíamos cada cierto tiempo acompañando a mi aita, no siempre estábamos nosotros presentes porque teníamos que ir al colegio, pero sí coincidíamos los fines de semana cuando hacíamos planes con él. Y a veces venías tú, el chico de las zapatillas rojas. Aunque no sabíamos tu nombre te teníamos identificado», rememoró.

Mila Esker entregó también a Naiara Zamarreño un diploma de reconocimiento póstumo a la labor que su padre ejerció como edil. «Recibe todo nuestro cariño, nuestro apoyo y solidaridad», dedicó.

Otros colectivos de ertzainas también les hicieron entrega de diversos obsequios conmemorativos. Tras el reconocimiento las familias homenajeadas y los organizadores del acto realizaron una visita al Memorial de la mano de su director.

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