Las diez noticias clave de la jornada
La sargento Laura Muñoz, la soldado Laura Casajús, y la cabo Rocío Juárez posan con el patio del cuartel de Loiola de fondo. IÑIGO ROYO

Mujeres con galones

Tres militares del cuartel de Loiola aplauden el nombramiento de la primera general del Ejército. Laura Muñoz, Rocío Juárez y Laura Casajús, satisfechas con el ascenso de Patricia Ortega a lo más alto del escalafón

Elisa López

SAN SEBASTIÁN.

Jueves, 25 de julio 2019, 18:03

Patricia Ortega es ya un referente. Así lo dicen tres mujeres militares del cuartel de Loiola. El nombramiento de la primera general de las Fuerzas Armadas en España ha roto un techo de cristal que hace treinta años parecía impensable. Un «revulsivo» y un «ejemplo» para tantas mujeres que sienten la «vocación de servicio a la ciudadanía» y eligen dedicar su vida profesional al Ejército. Como un día lo decidieron Laura Muñoz, sargento de 38 años; Rocío Juárez, cabo de 31, y la soldado Laura Casajús, de 24. Tres mujeres que representan a toda una generación que soñó con hacerse un hueco en un mundo hasta hace poco de hombres. Y lo han conseguido.

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El cuartel de Loiola parece una pequeña ciudad. Por el gran patio se cruzan soldados y mandos. El miércoles por la mañana es el día de los veteranos jubilados. Se reúnen para charlar y jugar la partida. Las tres mujeres aparcan por un rato su rutina para atender a este periódico. La benjamina del grupo rompe el hielo, y afirma que para ellas «el nombramiento de la general Ortega es una motivación... es un avance enorme. Ya era hora». Reconocen que, a pesar a de ser cada vez más, siguen siendo pocas. De hecho, la sargento Muñoz ofrece los datos: hay un total de 15.286 mujeres, que representan al 12,7% del personal de las Fuerzas Armadas. Un porcentaje por encima de la media de países de la OTAN, que está en un 10,9%. «En 1999, cuando por fin pudimos acceder a todos los cuerpos, escalas y destinos ese porcentaje no llegaba ni al 4%. Por eso solo hay una mujer general, no ha dado tiempo a que lleguen otras», asegura Muñoz. Las tres lucen uniforme militar de camuflaje, van ligeramente maquilladas, con la cabeza cubierta con una gorra de combate y botas de cuero. Encima del bolsillo de sus camisas llevan un parche con sus apellidos. Los tiempos han cambiado y los trajes se han adecuado a las mujeres. Porque a pesar de ser soldados y de sudar la camiseta como tales, no renuncian a la coquetería.

Instrucción

A diferencia de la general Patricia Ortega, ninguna de las tres proviene de familia militar. Cuando la cabo de Toledo Rocío Juárez anunció en casa a qué se quería dedicar se encontró con el respaldo total de su familia. «Yo hice las pruebas de acceso con 17 años, no había cumplido ni la mayoría de edad, porque lo tenía muy claro», confiesa. Laura Casajús es de Jaca y se fue a hacer la instrucción en Cáceres. Desde niña quiso ser militar porque en su ciudad es «algo normal. Está lleno de soldados».

Experiencias diferentes a la de Laura Muñoz. Confiesa que desconocía completamente el mundo militar, «no tengo hermanos mayores que hubieran hecho la mili, no sabía nada. Lo descubrí por un anuncio en televisión de la campaña 'Todo lo que te propongas'. Me animé y fui a la Subdelegación de Defensa. Me explicaron los pasos y ahí empecé».

«Al acabar la jornada laboral hacemos una vida normal, y tenemos amigos dentro y fuera del cuartel»

Laura Muñoz, Sargento

«Machismo hay en todos los trabajos. Somos militares y todos nos tratamos por igual»

Rocío Juárez, Cabo

«Aquí hay menos mujeres porque este recinto es de Infantería, y es más físico, más de combate»

Laura Casajús, Soldado

Eso sí, las tres eligieron el cuartel de Loiola. Y es que el Regimiento de infantería Tercio Viejo de Sicilia «tiene buena fama, es un sitio recomendado, y San Sebastián es una ciudad muy bonita y agradable». De hecho, las tres viven en el acuartelamiento. Rocío Juárez, además, junto a su marido, también militar, y su niño pequeño. Y las tres aseguran no haber sentido rechazo en Euskadi por ser militares, excepto algún pequeño desaire que otro. Pero no solo se relacionan con los compañeros de trabajo, fuera de su jornada laboral hacen una vida «completamente normal y tenemos amistades dentro y fuera».

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-¿Y cómo se vive en un mundo de hombres?¿Existe el machismo en el Ejército?

-Machismo hay en todos los trabajos. Somos militares, independientemente de nuestro sexo. En esta profesión lo primordial es el compañerismo. Nos apoyamos todos por igual.

En este sentido, la sargento Muñoz pone un ejemplo: «Yo soy coordinadora informática y en el momento en que cualquier militar tiene un problema con un ordenador, busca a alguien que se lo solucione, independientemente del género». Ella nunca se ha sentido discriminada. En la unidad en la que trabaja, el centro de comunicaciones, es la única mujer. Tienes varios hombres a su mando. La cabo Juárez también. Bromean con la idea de que «los hombres se dejan mandar bien».

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Pero sobre todo insisten en el orgullo que sienten ahora que una mujer ha sido capaz de «llegar a lo más alto por méritos propios» del Ejército español. «Es señal de que sí se puede», afirma Muñoz. Juárez y Casajús asienten con la cabeza y añaden que «da fuerza a muchas jóvenes que quieren dedicarse a esto». Ellas no se consideran valientes por pertenecer al cuerpo de Infantería, la fuerza de combate a pie a la que menos mujeres aspiran por su dureza. «Aquí, en San Sebastián, es verdad que hay menos mujeres. Porque este cuartel es de Infantería y su actividad es más física, más de combate y muy dura», reconoce la más joven. Ahora, en verano, es temporada baja y tienen menos maniobras. Las tres están preparadas para formar parte de equipos destinados a misiones especiales; humanitarias, de instrucción en países en conflicto o de intermediación.

-¿Y no sienten miedo?

-No. Nunca nos ha tocado pero, precisamente, estamos preparadas para ello. Esto no va de hombres y mujeres, sino de efectivos. En un momento pueden necesitar a un número de efectivos que esté cualificado y podemos ser cualquiera.

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Las tres sueñan con cumplir unos retos. La más joven quiere ascender todo lo que pueda. Igual que la cabo Juárez. Es decir, ir subiendo escalafones en el Ejército. La sargento Muñoz tiene uno claro: aprender idiomas para poder ir destinada al extranjero. «Cuando salen vacantes uno de los requisitos es un nivel alto de inglés y por eso voy a la Escuela Oficial de Idiomas de Irun. Para el ascenso los idiomas dan méritos, igual que los estudios, cuantos más tengas, más subes en el escalafón».

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