«Tenía la cara quemada. Para Jon fue terrible verse en un espejo. Cómo lloraba»
La mujer del ertzaina Ruiz Sagarna describe en el libro 24 años de supervivencia tras sufrir un atentado con cócteles molotov en Errenteria
A. G. E.
SAN SEBASTIÁN.
Miércoles, 29 de mayo 2019, 06:37
«Recuerdo el momento en el que se enfrentó por primera vez a un espejo. Se lo llevé yo porque nadie se lo había dado. ... Y... ¡uf! Reconozco que fui una cobarde, traté de evitarlo y le daba largas. El me decía 'quiero verme'. 'Sí, sí, no te preocupes, todo llegará', le respondía yo. Él no se podía levantar de la cama. Llegó un momento en el que vi claramente que no había escapatoria y le llevé el espejo. Para él fue terrible verse a sí mismo. Cómo lloraba. Terrible». El relato lo hace Ana Arregui Larrazabal, mujer del ertzaina Jon Ruiz Sagarna, herido en un atentado con cócteles molotov en Errenteria el 24 de marzo de 1995, y protagonista de una de las sobrecogedoras entrevistas que María Jiménez recoge en su libro 'Heridos y olvidados'.
Son cinco conversaciones, en las que la autora del trabajo llega a la letra pequeña de las historias de estos supervivientes. Arregui relata que Jon, con el 60% de su cuerpo quemado, estuvo ingresado seis meses, dos de ellos en coma, el primero debatiéndose entre la vida y la muerte. Durante un tiempo vistió un traje especial y cubrió su cara con una malla. No quería salir a la calle y su principal compañía fue su hijo Iñigo, un bebé cuando ocurrió el atentado. Confiesa que en el hospital ella tuvo que reconocerlo por los pies, la única parte del cuerpo que tenía intacta. También se detiene en cómo aguantó estoicamente que, en la sala del juicio, los acusados firmaran un panfleto en el que aseguraban que no eran «unos vándalos, ni unos quemaertzainas» y que deseaban la recuperación de las chicas atropelladas durante el atentado, sin hacer referencia a los agentes.
«Ana Arregui cuenta que dejó de trabajar para cuidar a su marido, que ha vivido de cerca innumerables operaciones y sus correspondientes curas y ha batallado para que, dentro de sus limitaciones, pueda disfrutar de las vacaciones en familia o, como hace unos días, de la graduación de su hijo mayor, ese bebé que en 1995 tenía tres meses y que, sin saberlo, se convirtió en un salvavidas para su padre», explicó Jiménez durante la presentación.
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