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Borgen es una serie televisiva danesa de ficción que describe los recovecos de la política de Dinamarca a través del personaje de Birgitte Nyborg, que ... llega a ser la primera mujer en alcanzar el cargo de primer ministro a pesar de que su formación, el Partido Moderado, no ha ganado las elecciones y queda detrás de la derecha liberal y de los laboristas en las elecciones legislativas. La nueva primera ministra logra por sorpresa hilvanar una mayoría un tanto pintoresca y saca adelante un gobierno de coalición con cuatro partidos (laboristas, moderados, radicales de izquierda y ecologistas), que parecía una tarea imposible, que se enfrenta todos los día con poderosas resistencias y que navega en procelosos equilibrios Pero logra que el pacto, a veces precario, sustituya a la falta de estabilidad y de mayorías.
La política se confirma en la serie como el arte de lo posible hasta el extremo más puntilloso. Desde el principio hasta el fin se cumplen todas las máximas del refranero. Se hace de la necesidad virtud y se comprueba que la política hace extraños compañeros de cama. Esta obra, con sus cinco temporadas, tuvo un formidable éxito y se ha convertido en una referencia para muchos políticos, que valoran la verosimilitud 'europea' de sus episodios, sin recurrir a las truculencias norteamericanas de otras series como 'House of Cards', que tienen una mirada mucho más cínica sobre el poder y sus miserias. Como dijo una vez su guionista, la serie danesa demuestra que "en la política, como en otros negocios de la vida siempre hay ángeles y demonios".
De hecho, Borgen se ha transformado ya en una metáfora obligada en esta atípica campaña electoral catalana, en particular para Xavier Domènech, de En Comú Podem, y para Miquel Iceta,del PSC, ambos candidatos a la Presidencia de la Generalitat. Un cierto bálsamo nórdico en una campaña en la que la visceralidad asoma por la puerta todas las mañanas mediante una ración de titulares calientes, con el callejón sin salida independentista en el frontispicio y una resaca de incompatibilidades que se hace extraña en la versátil política catalana, enrarecida y agrietada tras la puesta en marcha del proceso secesionista. Ambos aspirantes saben perfectamente que no van a ganar las elecciones, pero también son muy conscientes de que tanto los socialistas como los comunes pueden tener la llave de la gobernabilidad y de las alianzas, sobre todo si los resultados confirman la fuerza de los dos bloques en colisión y la imposibilidad de abrir un corredor intermedio y transversal entre ambos para romper el bloqueo. Los terceros o los cuartos pueden ser al final quienes decidan. Un escenario propio de Copenhague para un país mediterráneo. Los latinos del Norte y los nórdicos del Sur en todo un ejercicio de cohabitación.
La capacidad de los socialistas y de los comunes por romper la dinámica de bloques identitarios (soberanistas versus unionistas) va a depender de los resultados de las urnas, pero los mensajes que lanzan tanto Domènech como Iceta apuntan en una dirección parecida y confían en que un incremento sustancial de la participación (se habla incluso superior al 80%) pueda dar un vuelco. Y es que si el bloque entre ambas fuerzas políticas supera los 30 escaños, la bisagra de la izquierda catalana puede ser decisiva. Unos y otros, o los dos juntos, pueden decantar los acontecimientos en una democracia parlamentaria en la que cuenta quién tiene la suficiente capacidad, habilidad e inteligencia para tejer pactos y elaborar un programa de gobierno que aglutine sensibilidades muy diferentes, a veces explícitamente antagónicas.
Los mensajes de Iceta en los primeros días de la campaña avalan plenamente que su voluntad pasa por convertirse en el candidato Borgen, es decir, su pretensión, que no oculta, de aprovecharse de los vetos entre los demás para erigirse como el único aspirante con posibilidades reales de llegar al Palau de la plaza de Sant Jaume. El candidato del PSC ha activado en esta campaña una operación de riesgo político y es la de atraerse al catalanismo moderado -diezmado por la radicalización del soberanismo- mediante un pacto con los restos de Unió Democrática, que a su vez le puede granjear problemas en el sector más españolista de su electorado, que hace frontera con Ciudadanos. Hay que tener en cuenta que el auge de Ciudadanos se nutre también de votantes del PSC en el cinturón industrial de Barcelona.
El otro flanco vulnerable, y en el que aún se registran, según todas las encuestas, numerosos indecisos, es la línea divisoria entre los electores del PSC, los comunes y la abstención. La espectacular victoria de la alianza entre los comunes y Podemos en las últimas elecciones generales constituye a día de hoy un escenario lejano. La polarización identitaria y el proceso independentista han debilitado al electorado morado que votó a Pablo Iglesias porque han precipitado una variable de contradicción nacionalista en su seno, dejado en un segundo plano la pulsiín de cambio social o el rechazo a un modelo político ligado a la corrupción y a las élites tradicionales. Y los socialistas capitaneados con Pedro Sánchez recuperan posiciones de forma discreta, aunque significativa. No obstante, la aplicación del artículo 155 de la Constitución ha provocado un boquete interno en el PSC, sobre todo entre sus cargos municipales de base y algunos alcaldes, que temen que si no se normaliza la situación a medio plazo, su reelección en las municipales de mayo de 2019 puede ser muy problemática por la alianza entre partidos soberanistas para cerrarles el paso .
Pero a sus intereses comunes. la guerra fratricida entre el PSC y los comunes es manifiesta, aunque a veces permanezca latente. En la campaña, lógicamente, han aflorado los chispazos. Son rivales electorales reales, aunque no se definan como adversarios ideológicos y políticos. La decisión de Ada Colau de romper el gobierno municipal de Barcelona con el PSC (avalada por el 55% de los votos de sus bases), planteada como una respuesta al apoyo socialista a la aplicación del artículo 155, forma parte de una operación de acercamiento entre los comunes y ERC de cara a la nueva legislatura en ciernes. Pero la viabilidad de esta aproximación está aún por ver. Si los resultados catalanes no acompañan a Domènech, el paisaje posterior al 21-D tendrá efectos colaterales en Podemos, en donde la crisis territorial de Cataluña se ha convertido en un quebradero de cabeza que desgasta sus expectativas como formación transformadora del actual mapa político. La apuesta de Iglesias por 'romper' el 'candado constitucional' de 1978 se enfrenta en Cataluña a su primera eba de fuego. Iceta y Doménech, a pesar de sus discrepancias, mantienen una relación afable y se reconocen mutuamente, quizá se conviertan en protagonistas de una nueva serie aún sin terminar de escribir pero que ha comenzado a 'rodarse' en Cataluña.
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