Los riesgos de la plaga que afecta a las coníferas
Juan Ramón Murua
Lunes, 15 de octubre 2018, 06:24
Las plagas y enfermedades forestales, junto con los incendios, se encuentran entre los principales agentes que causan daños con graves consecuencias, tanto económicas como ambientales. La enfermedad (banda marrón/banda roja) que aqueja a las coníferas (pino radiata principalmente) se ha propagado con inusitada virulencia y rapidez. La superficie forestal afectada se extiende a 41.000 hectáreas de pino radita de un total de 123.000 hectáreas. La incidencia varía entre comarcas, sin que se conozcan con precisión las causas de esa variabilidad. No obstante, según algunos expertos, la situación es grave, pero no irreversible si se actúa con medios suficientes.
El sector forestal del País Vasco se creó básicamente en el siglo XX, y la superficie arbolada actual abarca el 54% del territorio, unas 400.000 hectáreas. El aumento de la superficie y del patrimonio forestal moderno aparece estrechamente ligado a la crisis del caserío y de la agricultura tradicional. Tras la Guerra Civil, en el marco del incipiente proceso de industrialización, buena parte de las tierras marginales de las zonas rurales comienza a orientarse a usos forestales y constituye un apoyo de las economías rurales. La coyuntura económica nacional e internacional favoreció el fenómeno.
En este sector abundan los tópicos: El pino es malo y exótico o el roble es bueno y autóctono, etc. La afirmación extendida de que las coníferas desplazaron a las especies autóctonas tiene débil fundamento, ya que simplemente ocuparon el vacío que dejaron las prácticas deforestadoras de la época. Michel, en su tesis doctoral, documenta con detalle la situación y preocupación existentes a finales del siglo XIX y comienzos del XX. La situación era tan insostenible en Gipuzkoa y Bizkaia que sus diputaciones crearon servicios para la repoblación forestal. A partir de los 70, debido al encarecimiento de los costes de repoblación, las expectativas para nuevas repoblaciones eran más desfavorables y se asiste a la estabilización de la superficie plantada con estas coníferas. Empujados por la controversia suscitada por la expansión de la superficie de coníferas, Aranzadi y Caja Laboral Popular (1980) realizaron un estudio para analizar su impacto. Los resultados no observaron diferencias significativas en parámetros como el índice de diversidad de avifauna o la evolución de los suelos.
La combinación de aspectos socioeconómicos y/o ambientales puede tener consecuencias muy importantes y a ellas pretendo circunscribir estas reflexiones. A pesar del importante desarrollo experimentado por el sector forestal desde la segunda mitad del siglo XX, los cambios que se están produciendo en el sector y en el contexto económico internacional, junto a las debilidades del modelo forestal consolidado, hacen que la actividad tenga ante sí un futuro con interrogantes, agravado por el ataque de la banda marrón.
La superficie ocupada por los bosques constituye un primer indicativo de su importancia, pero esa importancia va más allá. Además de sustentar una actividad productiva que provee de materia prima a la industria de transformación de la madera, sostiene unos 20.000 empleos y cumple funciones de soporte de la vida humana a través de los servicios que proveen estos ecosistemas forestales. Desde finales de los 90 se asiste a una caída de precios de esta madera, situación agravada por un contexto de ruptura generacional en el mundo forestalista, traducido en un retroceso de las replantaciones y riesgo de absentismo. En este siglo XXI la superficie ocupada por coníferas ha retrocedido ligeramente.
En este contexto, se escuchan voces preocupadas por las alternativas que pudieran plantearse en sustitución a las coníferas, como los eucaliptos. A la luz de los datos no parece verosímil que la sustitución por eucaliptos vaya a constituir una alternativa generalizable. Ahora, la superficie cubierta por esta especie es de 18.000 hectáreas y en los últimos 20-25 años apenas ha crecido en 8.000. Sin embargo, se observa otra sustitución a la que no siempre se le presta la debida atención. En ese mismo período la superficie ocupada por el denominado 'Bosque mixto atlántico' o bosque espontáneo ha pasado de 23.000 hectáreas a más de 35.000.
De no plantear cauces y alternativas adecuadas al problema de la banda marrón, teniendo en cuenta la coyuntura del mercado de la madera y aspectos socioeconómicos y generacionales, parece más verosímil el avance del fenómeno del abandono y el absentismo y no la sustitución masiva de coníferas por eucaliptos.
Es deseable que la tendencia a aumentar las talas se planifique y ordene para evitar el hundimiento del mercado y el aprovechamiento de agentes oportunistas que contribuirían a agravar la situación del conjunto de la cadena forestal y en particular de los propietarios, figura necesaria para garantizar la pervivencia de parte del patrimonio forestal. Es tiempo de insistir en el trabajo cooperativo entre las partes implicadas, desde administraciones públicas al resto de agentes del sector forestal y recabando la complicidad de la sociedad civil, ya que se trata de un problema que trasciende a los agentes más directamente implicados.