Tiempos de nuevos relatos
Necesitamos narraciones cuyos matices sean importantes, ya que son como puntos de encuentro para construir nuevas ideas, actitudes y pensamientos
La situación general que vivimos -política y social- pone de manifiesto la necesidad de construir nuevos relatos que sean capaces de motivar y activar nuevas ... fuerzas a poner en marcha. El agotamiento de los relatos con los que hemos venido funcionando en los últimos tiempos parece evidente. Y, sin embargo, necesitamos de relatos que den sentido a lo que hacemos y decimos.
Es inevitable que construyamos relatos. La cuestión es que no sean 'ego-relatos' para satisfacción y exaltación de uno mismo, para autoafirmarnos; ausentes de autocrítica y de esfuerzo por entender las cosas, carentes de empatía, despreciando otras miradas, otros relatos sobre la misma realidad.
Recordemos que vamos por la vida con el mapa puesto y proyectamos el mundo poniéndonos siempre en el centro de ese mapa, explicando las cosas desde esa perspectiva. Esto es lógico, porque los contextos son parte de nuestra vida y proyectan la percepción que tenemos de las cosas. Una percepción que nos acompaña y condiciona, que ha pasado a través del tamiz de los prejuicios, consolidados y configurados por las circunstancias personales. Como diría Ortega y Gasset, «yo soy yo y mi circunstancia». Así, los contextos son fundamentales, pues son los que dan sentido y valor a lo que pensamos y hacemos.
El problema está en que los prejuicios, transformados en paradigmas, nos condicionen de manera que todo parezca responder a verdades inmutables que proyectan una única perspectiva de las cosas. Y esto supone una verdadera dificultad al acercarnos a la realidad y ver la manera de cambiar las condiciones para propiciar el progreso de la mano de la innovación. Ya decía Nicolas de Chamfort (1741-1794), miembro de la Academia francesa, que «todo el que destruye un prejuicio, un solo prejuicio, es un benefactor del género humano». Sin especial ánimo de discrepar con Nicolas de Chamfort, creo que los prejuicios son inevitables y que, además, no todos serán malos. Lo realmente malo es que no seamos conscientes de que los tenemos y no adoptemos la actitud de cuestionarlos y revisarlos.
Estamos acostumbrados a escuchar comentarios, discursos y opiniones que se proyectan de forma categórica, sin matices, a modo de verdades absolutas incuestionables. Pues bien, necesitamos cuestionarnos el porqué de las cosas y desarrollar una especial sensibilidad por los matices. Porque necesitamos relatos en los que los matices sean importantes, ya que son como puntos de encuentro para construir nuevas ideas, nuevos pensamientos, nuevas actitudes… fruto del diálogo con los demás. Los matices, como diría el escritor Harkaitz Cano, son verdaderos puntos de sutura. Es, pues, capital abandonar el 'tuit de brocha gorda' y matizar. Matizar, llenar de contenido la reflexión sobre los detalles, exige de un conocimiento profundo de las cosas. Matizar contextualizando, buscando construir a través del lenguaje relatos que sean verdaderos puentes para un diálogo que permita activar la cooperación al servicio del progreso de las personas; hoy más necesaria que nunca.
Además, vivimos tiempos en los que parece difícil sustraerse de un pesimismo generalizado que impregna nuestra mirada diaria y nuestras perspectivas de futuro. La verdad es que si uno se deja llevar por la información que fluye a través de los medios de comunicación y de las redes sociales no tiene muchos motivos para sentirse optimista. Sin embargo, necesitamos construir relatos con una visión optimista del mundo, porque es fundamental para poder construir un futuro mejor. Si no la incorporamos estamos perdidos. Todavía más si tenemos en cuenta el sesgo confirmatorio. Aquel por el que si somos optimistas veremos cosas positivas y si somos pesimistas no veremos más que cosas negativas. Steven Pinker y Johan Norberg, dos de los denominados «nuevos optimistas», defienden una mirada optimista hacia el mundo, y alertan sobre el peligro de dejar que el temor al desastre nos haga perder la confianza en el futuro.
Por otra parte, los relatos que están llamados a movilizar deberán ser creíbles. Y aquí tenemos una verdadera dificultad, pues la credibilidad se basa en la confianza y en la convicción de que lo que el relato cuenta y promete no es un cuento para engañar y confundir. Por eso, el autor y protagonista de los nuevos relatos debe ser capaz de generar la confianza necesaria para sustentar un liderazgo de la mano del relato. Esto, en los tiempos de cambio, supone un desafío añadido, ya que demanda el ejercicio de nuevos liderazgos.
Así, pues, necesitamos urgentemente de nuevos relatos que nos hagan progresar, pero no cualquier tipo de relato. Necesitamos que sean relatos abiertos y no ego-relatos, que estén llenos de matices fruto de una mirada abierta a los demás y que incorporen una visión optimista del mundo. Y, sobre todo, que estén llenos de convicción y compromiso. Nuevos relatos para nuevos tiempos.
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