Mal gusto
El atuendo desaliñado de los 'guiris' es ahora el habitual de los locales que deambulan por las calles. Lo que antes era objeto de crítica hoy es objeto de elogio
Ignoro si es debido al calor, al cambio climático o, simplemente, a la degradación de las costumbres, pero el hecho es que se está extendiendo ... entre gentes diversas una manera uniforme de vestir y también, supongo, de vivir. Paseando por las calles de las principales ciudades del país, incluida la nuestra, que dejó hace tiempo de ser excepcional, nos percatamos de que apenas hay diferencia alguna entre la vestimenta de las personas foráneas y aquella de las propias. Los turistas, al estar fuera de las miradas de sus conciudadanos y, por tanto, lejos de toda crítica normativa severa y del visto bueno consiguiente, buscan la comodidad en el desaliño. Hasta hace poco parecían ridículos a los locales, quien los imitaba era llamado 'guiri', sin saber muy bien el origen del término. Ahora mismo, ese atuendo es el habitual de la mayoría de las personas que deambulan por la calle y se pierden en las laberínticas callejuelas de los cascos viejos, buscando los frutos secretos de la tradición allí guardados, o pretenden, simplemente, seguir rutinas perdidas en el fondo de los tiempos.
Lo que antaño sería objeto de crítica o de reproche, hoy es objeto de la indiferencia más absoluta, cuando no es motivo de elogio y admiración. A nadie le incomoda demasiado el modo con que el prójimo se presenta ante los demás. Ni siquiera extrañan las modas tan arbitrarias en el peinado masculino, tan iguales e igualados en todo, con ese corte que recuerda a la de los antiguos normandos, preparados siempre para la lucha: con el casco ceñido, la cota de malla... En el horizonte cercano de aquellos soldados estaba la guerra; las horas más fructíferas del día se les iba en la preparación de su cuerpo y de su ánimo para dicha empresa. Proliferan las peluquerías rápidas y se abren gimnasios. Por algo será.
No hay diferencia entre el buen y el mal gusto, porque a nadie le importa ya, o porque nadie se siente actualmente con legítima autoridad para dictar qué es qué. Está sucediendo en los campos de la estética masculina y femenina, así como en el de las artes musicales, donde canciones, no digo malas, sino de poca calidad y faltas de armonía, ramplonas y facilonas, según el canon, triunfan sobre canciones más elaboradas. Y en el campo de las letras o en el del cine, el séptimo arte que fue, no hay criterio racional para discernir unas obras de otras. Ya no es cuestión de gusto, ni siquiera de opinión. Todo pesa igual en la frágil balanza de la cultura.
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