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Donde nace el viento

Decir la verdad

En el silencio, igual que en la palabra, hay verdaderos maestros, pero poco se dice sobre los auténticos instigadores

Sábado, 18 de mayo 2024, 02:00

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Me acuerdo de un juego de niños. Cada uno teníamos que decir tres afirmaciones, de las que dos eran mentira y una no, y los ... demás compañeros tenían que adivinar cuál era esa. Reconozco que era un juego muy divertido en aquel tiempo, donde la verdad, o sea la realidad, era muchas veces más increíble y más rica en matices que cualquier mentira o invención. Ahí, en esa época, a tan temprana edad, nos iniciamos algunos en el arte de la mentira, perdón, en el de la poética. Decíamos cualquier barbaridad que se nos pasaba por la imaginación, y resultaba que los sucesos cotidianos la superaban, y no constaba como producto de la fantasía. Por ello, para ganar en la contienda infantil había que decir verdades simples, normales, insulsas, sin fuelle, para que parecieran lo que no eran. No digo con esto que fueran aquellos momentos inusitados y espectaculares, al contrario, pero sucedían cosas que, aún hoy, resultan difíciles de creer, y, si no fuera por la memoria, y la hemeroteca, el archivo de Egipto actual, pocos afirmarían con la razón que les asiste que todo aquello tuvo lugar.

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