Zinemaldia de innovación
La solidez del Festival de este año es compatible con una mirada exigente a su futuro como certamen que impulsa a nuevos creadores
El Festival Internacional de Cine de San Sebastián ha cerrado su 73 edición con un balance claramente positivo que acredita su arraigo y solidez. Las ... cifras de público, la proyección del mismo y la variedad y calidad de los contenidos ofrecidos corroboran esa buena impresión, que se ve favorecida por su profunda imbricación en la ciudad, con características que marcan sus señas de identidad propias distintas a Cannes, Berlín o Venecia. La menor presencia de estrellas en el Zinemaldia ha marcado este año pero, más allá de los vaivenes del glamour, nuestra presencia en el circuito de prestigio de los festivales internacionales de cine no nos debiera conducir a la autocomplacencia sino a un permanente espíritu de innovación. El Festival ha sido también la caja de resonancia de las tensiones políticas y sociales del momento, en este año centradas en la defensa de Palestina frente a la agresión del Gobierno de Israel. Y ha servido para reivindicar la memoria democrática, como lo demuestra la inclusión en el certamen del documental sobre el asesinato de Gregorio Ordóñez promovido por DV. Como corresponde a todo evento cultural, es necesario cultivar siempre una mirada crítica sobre el futuro. En particular, sobre su papel como tractor de la industria audiovisual, donde ha dado grandes pasos, y la exitosa potenciación de nuevos talentos creadores y formatos en un momento de profunda mutación en los hábitos de consumo. Prueba de ello es la notable presencia del cine vasco, con la Concha de Oro a 'Los domingos', de la vizcaína Alauda Ruiz de Azúa, o la Concha de Plata a mejor interpretación exaequo al legorretarra Jose Ramon Soroiz por 'Maspalomas'. En una coyuntura en la que las salas de cine atraviesan una crisis existencial, la salud del Zinemaldia es posible en gran medida por el fuerte anclaje social que tiene, junto a la activa implicación institucional. También emergen algunas incógnitas a largo plazo. El punto de inflexión vendrá en 2026, el último año de José Luis Rebordinos, un director que ha manejado el timón del certamen en los últimos años con notable solvencia, profesionalidad y valentía. Ha trazado una línea de trabajo que deberá continuar pero los festivales de cine siempre son el escenario de lógicos cambios de guion frutos de un contexto volátil. La persona que tome el relevo deberá analizar si hay que salir de cierta área de confort para explorar territorios inéditos. El cine es emoción, inteligencia, transgresión y cambio. Y el Zinemaldia, también, una ambiciosa herramienta de transformación para combatir el oscurantismo y los prejuicios.
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