Peligrosa descoordinación
El escándalo del campamento de Bernedo revela un clamoroso fallo institucional en cadena que urge corregir para proteger a los menores
El escándalo en el campamento alavés de Bernedo revela un clamoroso fallo en cadena de las instituciones públicas en la debida protección a los menores, ... por la aparente gravedad de los hechos, puestos en conocimiento de las autoridades desde el año 2021, y por su reiteración en las colonias organizadas este último verano, con la asistencia de un centenar de chicos y chicas de 13 a 15 años. Las más que dudosas prácticas desarrolladas por monitores del udaleku con sus participantes, cuando no un trato vejatorio que bordea el delito sexual, eran motivo más que suficiente para haber encendido todas las alarmas en la Administración y, con ellas, activado las medidas de inspección, prevención y, llegado el momento, exigencia de responsabilidades a los organizadores para evitar males mayores.
No es de recibo que las entidades hayan reaccionado inicialmente con sonrojantes evasivas, o al menos dando esa sensación con la excusa del posible conflicto competencial, a un caso que han sido incapaces de detectar a tiempo y que ha tenido consecuencias traumáticas para algunos de los jóvenes. Es comprensible la indignación que esta peligrosa descoordinación ha causado en la misma fiscal superior del País Vasco, poco dada a la exposición pública. La aparente desidia con la que las administraciones han afrontado un expediente iniciado por la Ertzaintza en enero, y que ha pasado desde entonces por Álava, Bizkaia y Gipuzkoa, ha llevado a Carmen Adán a ordenar que se investigue un caso que ha sumado tres nuevas denuncias por delitos contra la libertad sexual, a raíz de las revelaciones de este periódico.
Las instituciones están obligadas a poner fin al «limbo» que señala la fiscal para cumplir su deber de vigilancia en actividades que afecten a menores, aunque estrictamente no les competa. El hecho de que la primera queja procediera de menores tutelados concede mayor relevancia a la necesidad de máxima supervisión sobre una población muy vulnerable. La prudencia exigida en situaciones tan sensibles como las vividas en Bernedo no debe ser una excusa para eludir responsabilidades y enquistar con ello eventuales problemas. Y más cuando está en juego la protección a jóvenes que, en plena pubertad y adolescencia, se han visto sometidos a una mal entendida lección de sexualidad por parte de monitores que, como mínimo, no han estado a la altura de la responsabilidad contraída con los chavales y sus familias.
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