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Todavía no lleva tres meses al frente del poder más grande del mundo y Donald Trump ya se ha consolidado como un descrédito para la ... democracia que debería ejemplarizar. Conforme va demostrando, el error de su elección reafirma las palabras de Winston Churchill cuando sentenció que «la democracia es el peor sistema de Gobierno excluidos todos los demás». Ya lo había demostrado Hitler, convertido en una desgracia para la humanidad, y el nuevo presidente de los Estados Unidos lo reafirma. Es muy difícil de entender que un pueblo tan desarrollado y tan curtido en la política como el norteamericano haya incurrido por segunda vez en la elección más polémica y repudiable entre sus 45 presidentes ya históricos.
Trump había demostrado su personalidad paranoica durante su primer mandato, hace algo más de cuatro años, y lo ratificó el pasado veinte de enero cuando nada más ser investido en el cargo aprovechó para exhibir su condición histriónica e irresponsable firmando más de cien órdenes ejecutivas, algunas de gran trascendencia, sin presentarlas a las cámaras parlamentarias ni probablemente ser revisadas por sus asesores y miembros que luego nombraría para integrar su gabinete de multimillonarios ambiciosos. La aparición ante las cámaras de las televisiones de todo el mundo la semana pasada anunciando su decisión irresponsable y desestabilizadora del incremento de los aranceles aduaneros para casi todos los países del Atlas, fue su confirmación de personalidad demencial y peligrosa.
Resulta curioso leer en la prensa internacional la variedad de adjetivos descriptivos de su personalidad con aires demenciales que le atribuyen: histriónico, prepotente, sin principios, autoritario, delincuente, ambicioso, engreído, inculto, despectivo y un largo etcétera que refleja su imagen pública y plantea la duda generalizada de cómo los electores de los Estados Unidos, sin duda el país más influyente, han caído en el error de entregarle el poder que más puede influir en sus vidas a lo largo de los cuatro años que permanecerá en ese reducto de decisiones que es el despacho Oval de la Casa Blanca de Washington. No todos los `residentes que le precedieron fueron ejemplares, por supuesto, peo en cuestión de semanas él ya los ha ejemplarizado a todos.
Nada desprestigia más a un político que demuestra desde el poder su veleidad en las decisiones importantes y más cuando pueden arruinar vidas o llevarlas a enfrentamientos innecesarios, como fue la guerra de Vietnam que dentro de unos días cumple su medio siglo. Trump está demostrando que no sabe, ni parece rodearse de alguien con autoridad para disuadirle ante algunas decisiones improvisadas y susceptibles de crear problemas graves para las relaciones internacionales o para la propia sociedad norteamericana, empezando por los propios ciudadanos que lo habían elegido. El prestigioso periodista Bob Woodward -- uno de los investigadores del Watergate que forzó la dimisión de Richard Nixon – relataba en el libro titulado «Miedo», cómo algunos funcionarios sensatos de la Casa Blanca cumplían las instrucciones que les daba el propio Donald Trump para que redactasen ocurrencias ejecutivas que consideraban demenciales, y tras someterlas a su firma, escondían el documento para que semejantes iniciativas no fuesen ejecutadas.
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