Kopenhague se escribe con K
Gipuzkoa es un territorio de paradojas que conjuga la 'zona de confort' con una aparente pulsión de cambio político
Una campaña turística de los años 90 del Gobierno de Navarra puso en circulación el lema 'Tierra de contrastes' con notable éxito. Hemos sacado muy ... buena nota y los datos nos sitúan entre los países de la Champions. Estamos en medias del norte próspero de Europa aunque suframos un grave problema de vivienda que complica las expectativas vitales y profesionales de muchos jóvenes. Detrás del marco escandinavo se esconden otras variables menos rimbombantes que no tienen que ver con 'la calidad de vida'. El turismo amenaza con avasallarnos de éxito, somos un polo de innovación que pretende atraer talento, nuestra sociedad está cada vez más envejecida y comprobamos que la inmigración empieza a formar parte de nuestro día a día. Una parte importante de la sociedad vive bien, con sueldos medio-altos y buenas vacaciones. Llega el verano y se lanza a los viajes más exóticos, disfruta de la excelente gastronomía y tiene los clásicos conflictos de las sociedades acomodadas del Primer Mundo. El elevado índice de bienestar emocional –un 7,5– nos muestra una fuerte autoestima colectiva. Nos salimos del mapa.
Aunque los datos nos muestren esa satisfacción y que la mayoría de la sociedad llega a fin de mes sin problemas, también hay un sector de la ciudadanía que lo hace con serios apuros, que tiene un trabajo precario y que sufre con el precio de la vivienda por las nubes. Ese riesgo de fractura también existe, no es una invención de los jóvenes de GKS. La inseguridad se ha colado en las agendas y comenzamos a sufrir conflictos que en otros lugares de Europa alimentan a la marea ultra. Aquí todavía no, pero cuidado con los gérmenes silenciosos de la intolerancia, que se contagian como una infección. En Copenhague también hay barrios que son el baluarte de la desigualdad. El modelo nórdico también encierra sus trasteros. Y la Kopenhague con letra K que aspiramos a ser reproduce los mismos desajustes.
Miremos la botella medio llena o medio vacía pero tengamos nuestros cinco minutos de autocomplacencia. Esta es una sociedad boyante que ya no siente el estrés emocional del pasado, con el terrorismo y la presión radical como parte de la maldita cartografía. La sociedad ha pasado página rápidamente porque no quiere verse reflejada en su espejo más desagradable –planea esa sombra de culpa que atormenta siempre a Ramon Saizarbitoria– y los jóvenes no conocen el pasado más inmediato. Gipuzkoa vivió una Transición convulsa, con un cambio entre la dictadura y la democracia bastante traumático, y ahora vivimos el posterrorismo encantados de habernos conocido.
Detrás de las medias de éxito del próspero norte de Europa, también hay algunas lagunas insalubres
En este contexto, la falta de estrés y la normalización de EH Bildu en la vida democrática ha relajado los estándares de exigencia y parece alentar una pulsión de cambio político, que es paralela al desgaste de los partidos tradicionales, en especial del PNV. La sociedad ha cambiado. Los jeltzales ya no se perciben como el dique de contención del radicalismo, porque EH Bildu ha entrado en el club. Entre otras razones porque la sociedad se ha hecho más ligera, más ecléctica y algunos de los valores clásicos se han evaporado. El 'postureo' políticamente correcto vende en público y cierto involucionismo crece en privado. Es una sociedad más individualista y más fácil a la que no le gusta demasiado la palabra esfuerzo. Con menos sentido de comunidad que en el pasado, pero con una identidad de resistencia y con un orgullo aún poderosos. Ese es el caldo de cultivo en el que esta aparente pulsión de cambio político se gesta en una considerable zona de confort que convive con lagunas insalubres. La paradoja por excelencia forma parte de nuestro ADN. Lo sabemos, pero somos tan contenidos que ni siquiera hacemos gala de ello.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.