Atrapados en el glaciar

Se confirmaron nuestras sospechas que teníamos acerca de si volábamos o no al glaciar el sábado 7. El mal tiempo y la mala visibilidad, así como el viento, determinante este último factor para realizar el vuelo, nos impidió volar. El helicóptero, por fin, nos llevó al casquete polar el lunes 9 con unas buenas condiciones meteorológicas. Mientras tanto, Anne, la americana que iba a formar parte de esta expedición y que, como dijimos en la primera entrega, no podrá venir por una serie de circunstancias, se fue a realizar un trekking de unos días. Así que el viernes 5 nos despedimos de ella.

La fecha de los vuelos se atrasó al lunes 9 de mayo. Realizamos los últimos preparativos en el hangar y pudimos volar Ramón, Carlos y yo. Nos dejó el helicóptero en el sitio que indicó Ramón para iniciar la travesía, pero comenzó a nublarse y ya no hubo más vuelos. El del trineo, que salió más tarde que el nuestro, se dio la vuelta a 4 minutos de llegar a nuestra posición. Nos quedamos los tres solos en el glaciar; eso sí, con un kit de supervivencia que dijo Ramón que tenía que venir con nosotros. En un par de petates metimos la tienda, pala de nieve, termos ya con agua caliente, botellas con agua fría, comida, combustible e infiernillo, además de nuestra ropa y sacos que llevábamos en nuestro petate personal, incluso el rifle que llevábamos a modo de prevención ante una hipotética e improbable presencia de osos.

Como no volamos, el día 7 Lucía Hortal nos dio una charla acerca de los estudios científicos que va a realizar durante la expedición. Le escuchamos atentamente. Para mí todo esto de la ciencia es nuevo y me parece apasionante lo que estoy aprendiendo al escuchar con ilusión y atención a Lucía. Y por la tarde Ramón Larramendi nos ofreció otra gran clase de seguridad y peligros con los que nos podemos encontrar en el transcurso de la travesía polar con el trineo de viento. La verdad que me impresionó escucharle… Atentos al frío, a no caerse del trineo, a no perderse cuando se vaya a buscar la cometa, al echarse en marcha para coger el trineo cuando has estado levantando la cometa y el trineo ya está navegando, ¡¡¡al salir a mear y que se vayan sin ti… Ufsss!!!

Fue precisamente ese día que teníamos que volar tremendamente provechoso, ya que lo empleamos igualmente, además de esas fantásticas clases de ciencia y seguridad de Lucía y Ramón, en preparar las comunicaciones con el teléfono satelital, a veces muy engorrosas. Y además, por indicación del propio piloto, nos tocó desplazar los más de dos mil kilos de material desde la discoteca al hangar del aeropuerto. Un trabajo adelantado y así lo teníamos listo para el lunes, día programado para el vuelo. En tres viajes en furgoneta trasladamos todo entre los seis y conocimos al que sería nuestro avezado piloto, porque hay que tener experiencia y muchas horas de vuelo para realizar esos cuatro viajes al inlandsis. Antes nos dio unas lecciones de prevención y seguridad para el vuelo que íbamos a realizar.

Aquí en el glaciar nos hemos quedado atrapados los tres, observamos con rabia que el tiempo ha mejorado y queda una estupenda tarde, pero los pilotos ya han tomado una decisión. Esto es Groenlandia…Esperaremos a nuestros compañeros con paciencia y con ganas de que llegue todo para iniciar la navegación con el trineo de viento.

Mientras tanto estos días los hemos pasado haciendo excursiones por la zona del Nunatak, de exploración. También hemos racionado la comida ya desde el minuto uno, por lo que pueda pasar y, como ha quedado demostrado, pasa. Groenlandia es imprevisible. Siempre. El tiempo, las condiciones atmosféricas lo cambian todo. En un segundo…La vida en la tienda es apasionante. Ramón me ganó la partida al ajedrez mientras Carlos revisaba los vídeos que va filmando. Hemos escuchado podcasts de temas polares, de historia … y así pasan las horas, los días, mientras esperamos el tiempo que mejore para dejar de estar aquí, atrapados en el hielo.

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