Una Francia rota

El profundo malestar en la sociedad francesa puede provocar que disputen la Presidencia de la República dos candidatos críticos con la UE y que defienden una ruptura con el sistema

Alberto Surio

Miércoles, 19 de abril 2017, 06:11

La primera vuelta de las elecciones francesas del domingo va a poner el termómetro de la fiebre que atraviesa Europa. Síntoma de una enfermedad más profunda, que tiene que ver con la descomposición de un sistema político y económico. El malestar francés tiene que ver con la crisis que hace tiempo se viene larvando en el seno de la V República, con unas élites que hace tiempo han perdido el control de la situación y un bloqueo del ascensor de la movilidad social que durante años fue el símbolo del progreso y de la igualdad de oportunidades. Y, por si fuera poco, la amenaza del terrorismo yihadista como una espada de Damocles aún pendiente.

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Francia está enferma hace mucho tiempo y el riesgo de una hegenonía del Frente Nacional, que no es del todo nueva, es la expresión por autonomasia de esa profunda dolencia y de los males que aquejan a la democracia liberal europea cuarteada por diferentes movimientos populistas.

La nostalgia del pasado

Marine Le Pen, candidata del FN, se envuelve en una bandera menos ruda que su padre, pretende seducir con un mensaje más elaborado, pero en el fondo sigue esgrimiendo un discurso de ultraderecha ramplonamente nacionalista, que preconiza la vuelta del soberanismo tradicional, el regreso del proteccionismo y que utiliza a la inmigración, en especial la de origen árabe, como chivo expiatorio de esa frustración. El voto a Le Pen en la Francia blanca de clase media baja y menos instruida es equivalente al respaldo a Donald Trump en la clase obrera norteamericana más depauperada, sin expectativas, resentida por la competencia laboral de las minorías y su acceso a los servicios sociales. Esa Francia que se encuentra en la estacada, sin formación, a la que Europa le parece un fraude, es la que se inclina por el mensaje ultranacionalista de Le Pen, crítico con la democracia liberal y nostálgico del glamour del pasado.

De hecho, el Frente Nacional conecta con la historia de Action Française, un partido reaccionario, antisemita y nacionalista francés durante la primera parte del siglo XX, que se hizo famoso por pedir la restauración de la Monarquía, que combatió a favor de la condena al capitán Alfred Dreyfus -el famoso caso del falso espionaje que fue todo un escándalo hace más de un siglo- y que consideró la llegada del mariscal Pétain al poder en 1941 como una sorpresa divina.

Las heridas de la globalización

Así que, más allá de esas raíces tradicionalistas propias, la patología que se registra en Francia no es del todo original y revela una quiebra en las señales de confianza en el mundo occidental, sobre todo a raíz de una globalización que se entiende que se ha hecho a medida de las necesidades del mundo del dinero, y no de las necesidades y demandas de los sectores sociales más desfavorecidos. Y por eso la factura se proyecta ahora dolorosa y alargada. El Frente Nacional se ha convertido hace tiempo en el primer partido de las ciudades obreras de Francia y se nutre con el respaldo de bastiones que han sido clásicos caladeros del voto socialista y comunista.

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Lo paradójico es que esa crítica a esa globalización también la comparte Jean-Luc Mélenchon, el viejo tribuno izquierdista que se ha convertido en la verdadera revelación de esta primera recta de la campaña electoral por su dominio de la puesta en escena y la energía con la que ha conectado con el desencantado 'pueblo de izquierdas'. Con su movimiento Francia insumisa, Mélenchon se envuelve en el estandarte del altermundialismo, se muestra profundamente crítico con la gestión del tándem François Hollande-Manuel Valls, se reclama el verdadero heredero de la tradición gauchista, que reivindica los antecedentes del Partido Comunista Francés, con severos reproches a la deriva liberal de la socialdemocracia francesa, rota en mil pedazos y que se va a enfrentar a un descalabro sin precedentes, estrangulado por el auge de Mélenchon a su izquierda y la presión del liberal centrista Enmanuel Macron por su derecha. Un dramático conflicto de achique de espacios para Benôit Hamon. Hay que tener en cuenta que Mélenchon proviene del Partido Socialista Francés, fue colaborador del ministro Jack Lang con el primer ministro Lionel Jospin, pero abandonó el PS al salir derrotadas las tesis de su ala izquierda en 2008. Su perfil es similar al del socialdemócrata alemán Oskar Lafontaine, que fundó un nuevo partido sobre la base de la decepción con el SPD oficial.

Todos los sondeos apuntan a que Marine Le Pen pasará a la segunda vuelta el primer domingo de mayo, pero la verdadera duda es si lo hará, como hasta ahora parecía, Enmanuel Macron, con un pulcro programa de aire reformista y centrista y con un amable europeísmo que mantiene en gran medida el tímido programa estratégico de François Hollande. Por algo Macron ha sido además de su flamante ministro de Economía, que despiertas filias y fobias en las altas finanzas francesas, el director de gabinete del presidente de la República más impopular en los últimos 30 años.

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En el caso de que Macron -según los últimos sondeos- parece apuntar como primera fuerza, pero en un territorio de gran rivalidad con el FN, el centro-derecha de François Fillon y los izquierdistas de Mélenchon. Macron, de hecho, puede ser la opción útil de amplios sectores para evitar el triunfo del FN, pero también es cierto que, de entrada, suscita el rechazo activo de una parte de los electores más conservadores, que lo consideran un desertor del hollandismo y un desencantado del socialismo en el poder. Y, por el otro, en ámbitos más de izquierda se le censura por haber escondido su perfil ideológico real y por querer superar la dicotomía derecha-izquierda con un mensaje supuestamente regenerador y modernizador que responde a los intereses económicos del establishment galo.

A su vez, las encendidas críticas que empieza a recibir Mélenchon como un peligro populista revela la inquietud que comienza a producir en Francia la posibilidad de un duelo entre el candidato de Francia insumisa, emparentado con la extrema izquierda, y la aspirante de la ultraderecha. Un duelo sólo comprensible con el ambiente de exagerada polarización que vive Francia pero que tiene como telón de fondo un peligro más explosivo y es que puede llevar a un verdadero callejón sin salida a un proyecto europeo ya herido de gravedad con el 'Brexit'.

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