Desconfío de las travesuras de los vientos. Les gusta jugar con peinados y faldas, silban, burlones, cuando desbaratan una montaña de hojas recién apiladas, pero ... también alteran la sangre, perturban el espíritu y agitan las neuronas hasta hacerte perder la cabeza. Feng, en chino, quiere decir viento pero también significa loco.
Son días de Viento Sur y la gente anda un poco desnortada. Hace más de veinte siglos, Hipócrates dejó dicho que este viento caliente entorpece los oídos, oscurece la vista, carga la cabeza y deja el cuerpo perezoso. Hoy, la medicina moderna ha confirmado que los aires resecos agravan la ansiedad, borran la atención y encienden jaquecas.
El viento es un viejo desconocido. No tiene cara ni color, lo sientes pero no lo ves y cuando persiste, insolente, nadie se acuerda del cielo aunque se mueva por el aire. Decimos que sopla un viento de mil demonios. El viento dispersa epidemias y plagas, aviva fuegos, hace volar escobas y brujas y es capaz de colar por la rendija más estrecha su mercancía de arena, polen y virus.
En estos días de surada me siento, nos siento, más susceptibles, con el humor caprichoso y el nervio a flor de piel. A algunos les da la ventolera, a otros un Siroco y hasta lo más simple se hace cuesta arriba. Intuyo que es un estado de ánimo general, que traspasa fronteras y capacidades, pero aunque sobran motivos para el desaliento, quizá sea más práctico culpar al Viento Sur.
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