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Decenas de sintecho seagolpan bajo losarkupes de la bibliotecade la plaza de laConstitución para recibirsu cena. GORKA ESTRADA

an Sebastián

«Vengo a las cenas solidarias para poder comer algo»

Los voluntarios de Kaleko Afari Solidarioak siguen repartiendo cenas en Donostia, en la plaza de la Constitución y en Amara, y esperan que la suspensión de Egia no se extienda porque «a la ciudad no le conviene»

Bruno Parcero

San Sebastián

Sábado, 26 de octubre 2024

Son casi las siete y media de la tarde cuando Edurne cruza la plaza de la Constitución en San Sebastián arrastrando un carrito con diverso material. En los arkupes de la biblioteca varios sintecho que se pueden contar con los dedos de una mano esperan la llegada de los voluntarios de Kaleko Afari Solidarioak, mientras en la plaza adyacente se impone el terraceo, en el Ganbara una decena de turistas hace cola esperando su apertura y los repartidores de Glovo cruzan en todas direcciones para cumplir con sus pedidos. Conforme nos acercamos a la ocho de la tarde, el número de personas sin recursos se multiplica y en pocos minutos pueden contarse por decenas. Casi todos saludan cariñosamente a Edurne. Hay confianza. Y esta voluntaria de Pasai Donibane comienza a repartir los números con los que más tarde, de forma ordenada, podrán recoger su cena: tocan lentejas.

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«Esperamos más gente al haber dejado de dar cenas en Egia. Ayer ya vinieron más y hoy vamos a ver qué pasa», comenta Edurne, que cifra en «unas 110» las cenas que dieron el día anterior cuando habitualmente «andamos por las 90».

Pero ¿quiénes forman parte de Kaleko Afari Solidarioak?: «Somos alrededor de 50 personas de diferentes sitios. Todos totalmente voluntarios y nos organizamos en parejas para preparar cada uno, en su casa, la comida; y otros dos o tres que vienen a ayudar en el reparto. Yo, por ejemplo, hago la compra con mi dinero, cocino en mi casa y luego vengo aquí. Cada uno tiene unos días concretos. Es rotatorio», explica.

«Aquí cada uno es de su padre y de su madre», asegura con vehemencia Vanesa, otra voluntaria. «Ese chico es médico, la que está sirviendo las lentejas es oftalmóloga. Somos un grupo muy heterogéneo. No estamos politizados», reivindica ante las acusaciones.

Para cuando comienza el reparto, los arkupes son un hervidero mientras enfrente el tardeo da paso a las cenas de mesa y mantel. Kaleko Afari Solidarioak reparte las lentejas en vasos grandes de plástico, de los que vemos en los cines con las palomitas. «Mañana tenemos garbanzos con verduras. Otro día hay arroz, otro macarrones. Tratamos de hacer platos fáciles de repartir que tengan de todo. Un plato contundente y arroz con leche, un yogur o a veces nada», detalla Edurne sobre los menús.

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Mohssid tiene 19 años, lleva seis meses en Donostia después de haber estado otros seis en Valencia: «He venido para intentar vivir mejor», dice en un no muy buen castellano. «Vengo aquí todos los días a comer. Durante el día como lo que puedo, a veces nada, pero de noche puedo cenar y me voy a dormir a mi tienda de campaña», asegura.

«Aquí cada uno es de su padre y de su madre. Ese chico es médico, la que está sirviendo las lentejas es oftalmóloga...»

Vanesa

Voluntaria

Huussam es un argelino de 29 años que lleva cuatro meses en la ciudad tras pasar antes por Francia. Estuvo en Egia el día que tuvo que intervenir la Guardia Municipal y asegura que «la policía no hizo bien su trabajo». «Había gente mala, gente que nos insultaba», recuerda. Hoy ha venido hasta la plaza de la Constitución tras facilitarle otro sintecho la ubicación. «Vengo para poder comer algo», comenta Huussam, mientras Benaiyun, un marroquí de 30 años, da «las gracias» a los voluntarios, a los que califica de «gente buena».

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Efectivamente la gran mayoría de quienes acuden a estas cenas son magrebíes, la mayoría de los cuales no quiere hablar. Tampoco un sintecho vizcaíno porque «no quiero que mi familia me vea».

Miedo y delincuencia

«Esto es un espacio de confianza en el que no se juzga», explica Edurne que se enfada cuando escucha cómo se vincula a estas cenas solidarias con la delincuencia. «¡Las cenas no tienen nada que ver ni por el forro!», exclama. «Venimos y les damos de cenar. Esto se acaba en media hora y ellos se van con la tripa llena y más tranquilos. Es verdad que aquí, como en otros sitios, hay chavales que la lían y la lían gorda. Es verdad. Pero también hay gente de aquí que la lía. Soy de las que pienso que el que la haga, que le castiguen. Pero a esa persona. ¿El resto que tiene que ver? ¿Tienen que pagar justos por pecadores?».

Tras suspenderse las cenas en Egia, Kaleko Afari Solidarioak espera que esa no sea la primera ficha del dominó en caer. «Espero que no. Y espero que no por ellos», dice Edurne. «Hay gente que ha querido dejar de dar cenas por miedo, pero ¿de verdad que por cuatro vas a dejar de dar de cenar a noventa? Y por otro lado, a la ciudad no le conviene porque darles de comer es una manera de tranquilizarles y encima al Ayuntamiento le sale gratis. Es el plan perfecto».

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«La policía no hizo bien su trabajo en Egia. Había gente mala, gente que nos insultaba»

Huussam

Sintecho

Ese miedo del que habla Edurne es palpable. Hay comercios que colaboran con la asociación que no quieren que salga su nombre por temor a represalias y alguna voluntaria incluso pide que no salga su cara por temor a que la vean en su empresa «y me quede sin trabajo».

Sin embargo, no todo es miedo. «En estos días hemos notado más apoyo por parte de la gente», constata Vanesa. «Hemos tenido más donaciones».

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Las cena está servida. Han sido poco más de cien. Es de noche y muchos sintecho comienzan a abandonar los arkupes, mientras las mesas de las terrazas se vacían. Mañana será otro día.

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