No había comprado perejil hasta hace muy poco. En los puestos del mercado ofrecían un ramillete gratis con la compra pero los tiempos cambian. Ya ... no hay perejil en mi pescadería y, en el súper de enfrente, una bandeja de 50 gramos cuesta 1,09 €. 21,80€ el kilo más el coste insostenible del envase de plástico. Se pierden costumbres que nos unen al comercio de calle pero, a veces, las tradiciones más arraigadas no tienen un origen tan amable como pensábamos. La de regalar perejil es una de ellas.
En el siglo XV, cuando el cristianismo expulsó a los judíos, muchos de ellos simularon convertirse a la fe cristiana para poder permanecer en el país. Desde 1492 la Inquisición castigó cualquier indicio de judaísmo con celda, tortura y hoguera. Los criptojudíos mantuvieron los ritos de su fe de puertas para adentro mientras acataban en público las tradiciones cristianas. Hacían vida normal en sábado y comían cerdo en las fiestas de la matanza. El condimento más arraigado en la cocina judía era el perejil pero, de la noche a la mañana, los judíos dejaron de utilizarlo para no despertar las sospechas de los cristianos. Así comenzó a ofrecerse gratis, en señal de menosprecio a los judíos que, como el perejil, no valían nada.
Para desenmascarar a los falsos cristianos la Inquisición despertó el odio al diferente. Espío a sus vecinos, pagó a delatores y se entrometió en la vida del prójimo durante cuatro siglos. Aún pagamos en nuestro carácter el precio de aquellos métodos.
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