Mujer, mayor, inmigrante y sin estudios, perfil de quien no puede calentar su hogar
La cantidad de familias con dificultades para calentar su vivienda se reduce pero se recrudece la situación de las más vulnerables
Son 55.000 familias y 108.000 personas. Muchas. Tantas que es difícil establecer un prototipo del pobre energético guipuzcoano. Pero el estudio analiza ... al detalle la situación de las familias más vulnerables, y de él se extraen conclusiones relevantes que permiten dibujar un perfil básico o, al menos, una serie de elementos que, sin ser comunes a todos, sí fijan qué características elevan los riesgos de entrar en el círculo de las dificultades para poder hacer frente a los recibos de luz, agua caliente y calefacción.
Así, el porcentaje de hogares con pobreza energética se duplica en los casos en los que la cabeza de familia es una mujer (25%) respecto a los que tienen un hombre al frente (12,9%). Del mismo modo, el riesgo de no poder pagar las facturas es mayor entre las personas mayores de 65 años, donde el porcentaje de pobreza energética alcanza el 21,3% (más de uno de cada cinco). Entre los menores de 45 años cae al 16,4%, similar al 17,1% de entre 45 y 65 años.
El origen también es un elemento influyente. Mientras el 40% de los hogares encabezados por una persona nacida en el extranjero están afectados por la pobreza energética, esa tasa se queda en el 16,3% entre los nacidos en Euskadi y el 15,9% entre los oriundos de otra comunidad autónoma.
La pobreza energética afecta al 30,5% de los hogares con estudios primarios y baja al 8,7% entre los universitarios
A medida que disminuye el nivel de estudios aumenta la proporción de hogares con dificultades. Estos llegan a ser el 30,5% en el caso de personas con estudio primarios o inferiores, se reducen a casi la mitad (16,4%) en las familias con estudios secundarios, y a una cuarta parte (8,7%) entre los universitarios.
La importancia del empleo
Por descontado, un elemento fundamental para poder pagar las facturas es tener o no un puesto de trabajo y unos ingresos recurrentes. Mientras la pobreza energética afecta a una de cada ocho familias (13%) cuya persona de referencia trabaja, la proporción se dispara hasta el 71% en el caso de los desempleados. Entre los inactivos, como los pensionistas, se da en el 22% de los hogares.
El índice de pobreza energética se ha reducido en tres puntos respecto a 2017. Entonces la padecían el 21,5% de los hogares y el 18,2% de los guipuzcoanos. Ello está relacionado con el aumento del empleo y la caída del paro en Gipuzkoa. La tasa de ocupación (personas con un puesto de trabajo) ha subido en cuatro años del 51,3% al 53%, al tiempo que la intensidad laboral baja (hogares en los que sus miembros en edad de trabajar lo hacen pero menos del 20% del tiempo potencial) ha caído del 5,7% al 5,4%.
Ello ha provocado que también haya bajado la población que, sin sufrir pobreza, está en riesgo de padecerla por estar en el umbral. Este colectivo ha pasado del 16,4% al 14,4%. En cambio, ha subido del 5,3% al 5,9% la población en situación de pobreza grave.
El informe está realizado con datos relativos al año 2022, el más intenso de la crisis energética, cuando el precio de la luz alcanzó sus máximos tras la invasión de Ucrania por parte de Rusia. No incorpora el pico de carestía del gas natural, que se alcanzó en enero de 2023, pero a partir de entonces cayó en picado, por lo que el año pasado fue en conjunto menos estresante que 2022 para hacer frente a los costes de la energía.
El estudio fue presentado por el diputado de Sostenibilidad de Gipuzkoa, José Ignacio Asensio, quien resaltó precisamente que la evolución de los datos haya sido «positiva» en medio de una crisis energética y de inflación.
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