1900 | El triunfo del Carnaval
Por su propia razón de ser, trastocar por unos días el orden establecido, desde su origen las fiestas de Carnaval siempre han sido rechazadas por ... los colectivos más conservadores. Su historia no ha sido distinta en nuestros lares y, a lo largo del tiempo, con largos periodos de tolerancia y prohibiciones, llegó el año 1979 en el que, en San Sebastián, se pudo recuperar su celebración. Fueron años de gran auge carnavalesco en los que la participación superó todos los pronósticos debido, también, a que muchas personas que no gustaban de él lo apoyaron porque hacerlo suponía una demostración de que se estaba en contra del régimen anterior, que los había prohibido.
Pasadas algunas ediciones las aguas volvieron a su cauce, y quienes no los querían pusieron su granito de arena para reducir el éxito, ya fuera rebajando el presupuesto, ya las ayudas a las comparsas, ya los permisos para algunas de las actividades con más público.
Desde proponer el control de los disfraces cuando los desfiles comenzaban en el Paseo Nuevo, para evitar la falta de moral y buen gusto, hasta suspender uno de los espectáculos que cada año acercaba miles de personas hasta la playa de La Concha: las carreras de cuadrigas. Se redujeron los alicientes para la participación de disfrazados individuales, familias, cuadrillas... y se cuadricularon los horarios y recorridos, quitando la subvención a quienes se salían de ellos, motivo por el que algunas comparsas, que incluso han llegado hasta nuestros días, decidieron prescindir de las ayudas municipales y hacer de su capa un sayo saliendo cuándo y por donde querían.
Cuando las fiestas donostiarras se catalogaban entre las más importantes de Europa
Dentro del programa del Carnaval donostiarra de aquellos primeros años, sorprendió por su muchísima participación el Entierro de la Sardina. Cientos, miles de viudos y viudas, plañideras, fantasmas, esqueletos y demás personajes del más allá acompañaban el cortejo con la música que al efecto compuso el maestro Sarriegui.
Pero tanto lloro provocó el enfado de algunos colectivos que protestaron porque «se ofendía al dolor de las viudas». Tuvo efecto la protesta y año tras año se fue rebajando su celebración hasta llegar a ser, San Sebastián, la única ciudad del mundo que celebraba en Lunes el Martes de Carnaval «para que todo terminara antes».
El Entierro de la Sardina reunía a plañideras, diablos guerreros, fantasmas, y otros personajes del más allá
Cierto es que lo relatado son historietas de un pasado que, aunque muy próximo, pertenece al ayer de nuestro pueblo y este año, de nuevo, el Carnaval donostiarra recupera una pujanza perdida hace varias décadas. Vuelven a tener más protagonismo los barrios, se amplían y aumentan las horas de música en la calle y, que es a lo que vamos, en San Sebastián, este año, curiosamente, el Martes de Carnaval se celebrará de nuevo el Martes de Carnaval.
Es 'El Triunfo del Carnaval', título que se utilizaba para anunciar la cabalgata de recibimiento al Dios Momo, cuando recorría las calles de la ciudad los primeros años del siglo XX, consiguiendo que los Carnavales donostiarras fueran catalogados entre los más importantes de Europa.
El Entierro de la Sardina del año 1900, organizado por la Unión Artesana, se recuerda en la prensa local como el primero en el que participaron todas las sociedades, formando larguísima hilera de sayones cantando el lúgubre pasaje del 'Miserere'. Se estrenaron vistosos trajes de guerreros, nigrománticos que miraban la luna con sus catalejos, diablos danzantes, conductores de hachas... y la carroza, realizada por el arquitecto José Goicoa, que estuvo iluminada por 400 lámparas. Cuando la ciudad rondaba los 36.000 habitantes, se calculó que fueron 37.000 los forasteros que vinieron a las fiestas.
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