1923 | El mercado de Gros
La calle de la memoria ·
Ubicado en la Gran Vía y fallada la primera, se cumplen hoy cien años de la segunda apertura de la gran superficieEl conocido barrio de Ulia, más tarde de Miracruz, Ategorrieta y Gros, crecía dividiéndose en pequeñas zonas como Sagüés, Jai Alai, Chofre... cada una con ... su propia personalidad siendo, quizá una de las más íntimas, aquella que los próximos conocían como 'La Quinta Avenida', es decir, la llamada en 1917 calle José Arteche, cercana a Secundino Esnaola (1937), la hoy plaza Nafarroa Beherea y la primitiva José Arana (1917), luego Mantxuene, desaparecida en la década de los ochenta.
Cuando todavía no tenían nombre las citadas calles y la zona estaba limitada por la que en 1895 fue denominada como Gran Vía, muy cerca de la fuente y del lavadero, allí donde, entre otros, Louit tenía su fábrica de chocolates, Iribas la de sombreros, Odriozola la panadería y Jornet su litografía... Allí donde se fabricaban los motores a gas La Lenbisiya, puso sus ojos el Ayuntamiento considerando era lugar idóneo para emplazar uno de los servicios que, al decir de la corporación municipal, más demandaba el vecindario: un mercado que, en origen, se anunció entre las calles San Francisco, Zabaleta, Gran Vía y Escuelas Viteri.
En la Memoria del Ayuntamiento correspondiente al año 1900 puede leerse que: «Este barrio (el de Gros) que antes tenía un aspecto muy pobre, ha llegado a ser uno de los principales de la ciudad, por su hermosa situación y magníficas vistas al mar», y escrito quedó que la falda de Ulia, cercana a Miracruz, junto a la fuente del Chofre, «es el paseo predilecto del vecindario, no sólo por su pintoresco paisaje, sino porque es un punto muy abrigado durante el invierno, porque el monte corta los vientos»... Lugar en el que había frondosos árboles con asientos entre trecho y trecho, varias fábricas, casas de campo, y «paseo obligado para personas graves y sesudas».
El mismo vecindario que había rechazado la instalación, obligando a cerrarla, más tarde solicitó su reapertura
Corría el año 1906 cuando fue presentado el proyecto del nuevo edificio que ocuparía, precisamente, el espacio ya citado, formado por pequeñas construcciones repartidas en calles estrechas. Se encargaron las obras de ejecución a José Mendizábal (fundación y zócalos) con un presupuesto de 9.950 pesetas, y la construcción del edificio a la viuda de Manuel Urcola (herrería, teja, cinc, hormigón...) por 24.798 pesetas, destinándose 5.192 a los trabajos de pintura y carpintería, realizados por Olariaga Hermanos.
Apenas pasados dos años, en 1908, lo proyectado ya era una realidad, pero pronto llegaron los disgustos: la bien intencionada iniciativa del Ayuntamiento no coincidió con los reales deseos de quienes residían en el barrio, siendo así que, pese a contar con el nuevo y moderno mercado, dícese que más por pura costumbre que por haberse puesto de acuerdo para el boicot, «la gente del barrio» decidió seguir haciendo sus compras «en los puestos callejeros y en los pequeños comercios de siempre», consiguiendo que, «abrumado por su fracaso y las pérdidas económicas de los vendedores», el Ayuntamiento decidiera, seis años después, clausurar el flamante mercado.
Pero vueltas da la vida, que la vida vueltas da, siendo así que el año 1922, aquel vecindario que mucho se había desarrollado, negacionista en principio de la «gran superficie» que suponía el mercado, se dirigió al Ayuntamiento solicitando su reapertura.
Un 12 de febrero de 1923, lunes hace cien años, se abrieron las puertas del reformado «supermercado», contando con nueve puestos sencillos adosados a los muros, seis dobles y dos mesas corridas de mármol, construidos por Tomás Altuna por 33.827,80 pesetas.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión