Un conflictivo Pleno municipal
No empezaron bien las cosas para quienes, considerándose «defensores de nuestras costumbres» propugnaban por el mantenimiento de «la fiesta de los bueyes ensogados», que tenía ... especial protagonismo a partir del 20 de enero con su peculiar 'Iriyarena'. Tal día como el de hoy, martes el año 1901, el Ayuntamiento debía decidir si la general prohibición de esta clase de espectáculos afectaba a San Sebastián, o si, por su gran tradición, la ciudad debería quedar fuera de la orden abolida por el decreto ministerial.
Como de costumbre, el día de San Sebastián se corrieron los bueyes en la plaza de la Constitución aunque, en esta ocasión, con accidentes que apoyaron la idea de suspenderlos.
«Por la mañana, un pobre casero sufrió una conmoción debido a una caída, siendo llevado en camilla hasta el hospital». Juan Aizpurua, que así se llamaba, «de la casería 'Charramante', ubicada en Lugaritz, fue trasladado acompañado de una comitiva que cruzó el Boulevard a la hora del paseo, cuando más gente había, produciendo una honda impresión y la exageración la gravedad de la cogida». Y por si esto fuera poco, aunque no hubo muchos Tancredos, también resultaron heridos José Irigoyen y Patricio Moreno. Caldeado, por tanto, estaba el ambiente para la segunda sesión de bueyes ensogados, hoy, 22 de enero, por ser la festividad de San Vicente. «Balcones desgajándose por el peso de los espectadores... los soportales convertidos en presa hidráulica humana por el gran gentío» y, entre risas, flores y apóstrofes, los munícipes fueron llegando hasta la casa consistorial para enfrentarse a un peligro mayor que el de las astas: decidir el futuro de la fiesta.
Los bueyes ensogados fueron la más tradicional y principal característica de las fiestas populares donostiarras
Su prohibición originó alteraciones del orden público y la negativa a organizar fiestas populares
Tratados los distintos puntos fijados en el orden del día, se puso sobre la mesa la complicada decisión. Pagola fue tajante: «En atención a las desgracias del domingo, hay que prohibir las corridas de bueyes». Tornero, confesándose contrario a las corridas, recordó que se había firmado un compromiso con el ganadero al que ahora no se podía decir que no, «motivo por el que me opongo a la prohibición». Elósegui declaró que era llegada la hora de que el Ayuntamiento apostara por eliminar «una fiesta tan brutal».
Elósegui, más pragmático, expuso que el tema era difícil y que podía causar importantes desórdenes públicos, por lo que teniendo en cuenta que las elecciones municipales estaban cerca, consideraba oportuno celebrar como estaba programado calendario de corridas y dejar la decisión al Ayuntamiento que saliera de las urnas.
Así fue como el marrón tuvo que ser solventado al año siguiente por la corporación que, presidida por Sebastián Machimbarrena, se celebró el 14 de enero. Por 16 votos contra 9 se aprobó la supresión y se demostró que el señor Elósegui tenía razón: hubo desórdenes públicos.
La mucha gente que llenaba la plaza de la Constitución, esperando la decisión del Pleno, abucheó y apedreó a los contrarios a la fiesta y llevó en andas a los nueve que la apoyaron. Hubo gritos, destrozos en fachadas y comercios, roturas de cristales. Un piquete de la Benemérita tuvo que salir del Gobierno Civil (calle Okendo) y hubo toques de atención y descargas. Salió el ejército del cuartel de San Telmo y 27 detenidos fueron llevados a la cárcel de Ondarreta. Las entidades que se encargaban de organizar fiestas populares (tamborradas, caldereros, carnavales, etc.) decidieron no hacerlo hasta que se restituyeran los bueyes. La normalidad, sin bueyes, llegó en 1905.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión