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En 'La calle de la Memoria' nos encanta ese subgénero, muy habitual en los periódicos de antaño, de los textos que difunden y elogian una buena acción. Encontramos hace sesenta años una muestra de ese 'periodismo del altruismo', con un encabezamiento llamativo: «Le salvó la vida». Lo leemos.
«Le salvó la vida. Este bien pudiera ser el título de una novela o de una película; pero, sencillamente, es lo que ha ocurrido en nuestra ciudad, sin más trascendencia».
Entraban en detalles, en aquel artículo del 27 de febrero de 1965 que recuperamos hoy...
«Hace tres días, repetimos, el taxista don Gregorio Solchaga, conductor del vehículo SS-21.264, fue requerido por un compañero en un bar de la Parte Vieja para trasladar a una joven enferma. En efecto, Gregorio Solchaga subió al domicilio indicado y se encontró con una joven tendida en el suelo y con síntomas de asfixia».
1965 Un taxista donostiarra,
Gregorio Solchaga, cogió en brazos a una joven con síntomas de asfixia y la trasladó lo más rápido que pudo hasta la Casa de Socorro. «Si llega usted cinco minutos más tarde, ingresa cadáver», le dijeron
«La cogió en brazos, la depositó en el taxi y la llevó a la Casa de Socorro, con la angustia en la garganta ante la gravedad del caso y la necesidad de hallar paso libre por las calles donostiarras, donde tuvo sus dificultades a pesar de llevar el pañuelo blanco bien alto».
Eran otros tiempos, con menos ambulancias, en que los taxistas, tratados de «don», asumían ciertas emergencias y hasta llevaban en brazos a una viajera en dificultades.
Aquella historia de 1965 en San Sebastián tuvo un final feliz. Contaron en nuestro El Diario Vasco que en la Casa de Socorro «fue asistida la joven convenientemente, quedando fuera de peligro. 'Si llega usted –dijo el médico de guardia– cinco minutos más tarde, ingresa cadáver esta joven'».
En el texto se deshacían en elogios hacia el feliz Gregorio Solchaga...
«La satisfacción del taxista fue enorme. Su intervención había sido eficaz y contribuyó en buena parte a salvar una vida. Por eso destacamos el hecho en honor de su autor y de la criticada profesión de taxista, tan mal parada en las horas punta del día, cuando llueve o tiene lugar un acontecimiento que reclama el servicio de estos vehículos públicos».
Se ve que hace seis décadas ya había ciudadanos irritados con las carencias del servicio de taxis, según apuntaban antes de ensalzar a aquel taxista salvador...
«El gesto de Gregorio Solchaga merece nuestro reconocimiento y pública felicitación. Ha salvado una vida (...). Todo lo hizo este estupendo ciudadano con el corazón angustiado y el solo objetivo de prestar un servicio humanitario, que terminó felizmente, como en las buenas películas, para ejemplo de este mundo despiadado, indiferente, que se encoge de hombros y valora más la molestia de su intervención que el prestarse a colaborar en un acto donde el amor y la caridad hacia el prójimo lo dice todo».
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