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En la actualidad, nos puede parecer que vivimos en una sociedad deshumanizada. En todo caso, la sensación no es nueva, que también antaño aparecían en ... el diario frecuentes menciones al egoísmo y la falta de solidaridad. En contraste, se destacaban mucho las buenas acciones.
Por ejemplo, una que ocurrió hace sesenta años. El 12 de febrero de 1965 apareció reflejada en la carta de un lector que publicó EL DIARIO VASCO en su sección 'Sirimiri' y que recuperamos hoy...
«Ayer, a las cinco de la tarde, presencié un acto de humanitarismo que me complazco en relatar a continuación para que sirva de ejemplo y llegue a conocimiento de sus numerosos lectores».
1965 En la Avenida,
un hombre estrechaba a un bebé en mitad del frío. Un coche, conducido por un joven, paró y «preguntándole dónde deseaba ir, le invitó a montar y le condujo a Herrera». En el diario elogiaron pequeños gestos de humanidad como este
«En la parada del trolebús frente a Casa Nerecán, en la Avenida, y debajo de la marquesina, se hallaba un señor joven, sin ninguna prenda de abrigo, llevando en sus brazos una criaturita de dos o tres meses envuelta en una toquilla muy limpia, y a la que estrechaba fuertemente contra su cuerpo, debido a que hacía mucho frío».
«Un automóvil, matrícula de Madrid, conducido por un señor también joven, paró a su altura y, preguntándole dónde deseaba ir, lo invitó a montar y le condujo a Herrera. Los que presenciamos el acto quedamos conmovidos, elogiando como se merecía la actitud de dicho señor».
Ante aquella situación, de la que se ignoraban más detalles (¿por qué padre e hijo, suponemos que tal era su relación, no irían más abrigados?) en nuestro DV se sumaban a los elogios e incluso los multiplicaban...
«Resaltamos el detalle y lo dejamos consignado para que sirva de ejemplo a todos. En nuestra ciudad, a Dios gracias, existe un alto concepto de la caridad y del sentido de humanidad. Esto no quita para que también se registren casos vergonzosos, de gentes sin corazón y desaprensivas, que no ven ni sienten más allá de sus propias narices».
Y continuaban: «Estos pequeños –pero expresivos– casos de humanitarismo constituyen un bello ejemplo y dejan en cuanto los presencias un enorme grado de satisfacción, un sentimiento de felicidad, incluso. Parece que el favor se presta a uno y, la verdad, el favor se presta a todos por la sencilla razón de que todos nos hacemos partícipes del mismo».
Concluían el 12 de febrero de 1965 con un llamamiento a las buenas acciones...
«Es aquí donde precisamente radica la verdadera felicidad. Practicando la caridad, el humanitarismo, el mejor sentido de colaboración con nuestros semejantes, como ustedes quieran llamarlo, somos todos más felices. ¡Qué fácil es hacerlo, en ocasiones! Basta para ello no tener un corazón duro y no cerrar los ojos a la realidad».
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