Marta Olazabal: «Reducir al máximo el asfalto es esencial para adaptarnos a las olas de calor en las ciudades»
Investigadora del Centro Vasco de Cambio Climático ·
«Si un día caluroso tocas las fachadas de las casas o el suelo en la calle, te das cuenta de que acumulan temperaturas increíbles», diceEl trabajo de Marta Olazabal se centra en la adaptación de las áreas urbanas al cambio climático, un proceso cada vez más urgente ante el ... aumento de olas de calor que nos espera. La investigadora Ikerbasque del Centro Vasco de Cambio Climático considera que en Euskadi «se ha construido sin pensar en la necesidad de la eficiencia energética». «Hemos tenido unas prioridades económicas que ahora nos pasan factura», dice.
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– ¿Estamos preparados en Euskadi para afrontar el incremento de las temperaturas?
– Lo estamos intentando y nos estamos concienciando cada vez más, pero falta muchísimo por hacer. En las ciudades hay un montón de ámbitos de trabajo en los que poco a poco se está entreviendo que se tiene que invertir más, pero todavía no se hace lo suficiente.
– Últimamente se habla mucho de los refugios climáticos.
– Es una opción que puede ser buena, pero que no quita el problema de base.
– ¿Cuál es el problema?
– Hay muchísima gente vulnerable viviendo en edificios que no están aislados, que tienen muchas deficiencias en cuanto al aislamiento de la envolvente. La renovación de las edificaciones es una de las tareas pendientes en muchas ciudades y es algo que hay que afrontar.
«En Euskadi hay muchísima gente vulnerable viviendo en edificios que no están aislados»
– ¿Poner una segunda piel a las fachadas es suficiente para hacer frente al calor?
– Si el diseño está bien hecho, sí es suficiente. En muchos edificios en los que se ha invertido en esa mejora de la envolvente la diferencia es importante, lo que pasa es que hay muchas edificaciones que pierden calor o pierden frío por lugares que no tenemos tan identificados. Se necesitan estudios específicos para saber cómo diseñar esas intervenciones en cada edificio, pero en principio tendría que valer.
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– ¿En Euskadi se ha construido sin pensar en el calor?
– Sin pensar en la necesidad de la eficiencia energética. No es una cuestión de que te entre el calor o el frío, sino que la energía que utilizas para calentar o enfriar la vivienda, o simplemente aislarla del calor, sea mínima. Hemos construido invirtiendo lo mínimo en tecnologías de la edificación, que a veces consisten simplemente en orientar mejor las fachadas o añadir un poco más de espacio en la envolvente para que haya más ventilaciones cruzadas. No son cambios muy importantes, pero a veces provocan una reducción del espacio en la vivienda, lo que significa perder dinero y por eso nunca se han priorizado. Hemos tenido unas prioridades económicas no solo en la vivienda, sino también en el espacio público, que ahora nos están pasando factura.
– ¿Qué más debería tener un edificio para que sea más fresco?
– Además de la envolvente y la orientación, son importantes los elementos que hay en el exterior. Si tú tienes un edificio en medio de una circunvalación de autopistas, va a estar expuesto a unas temperaturas altísimas, lo que no ocurre si está rodeado de árboles pensados para que tengan frondosidad y den un poco de sombreado en verano. Eso es lo que necesita el espacio público para que no se acumule calor. Uno de los problemas que tenemos con las olas de calor es que duran muchos días y durante la noche se va acumulando cada vez más la temperatura alta en las calles, por eso lo que necesitamos es generar espacios de ventilación en las ciudades. También hay que reducir el espacio dedicado al coche porque los vehículos y el asfalto emiten y acumulan calor. Eso al final repercute en las personas y en los edificios.
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«Estamos sustituyendoel espacio verde por elementos que acumulan calor»
– ¿Los materiales con los que están hechos los edificios tienen algo que ver?
– Hay materiales que acumulan calor. Si vas por la calle un día caluroso y tocas las fachadas o incluso el suelo, te das cuenta de cuáles son los que acumulan unos niveles de calor increíbles. Incluso en nueva edificación se ve que hay tipos de piedras que acumulan un calor que se transmite al interior de la vivienda. Eso es algo en lo que no hemos pensado.
– ¿Las ciudades son una especie de calefacción encendida?
– Existe el efecto de isla de calor urbana, que es inherente a la urbanización. Estamos sustituyendo el espacio verde, el espacio de suelo permeable, por asfalto, por elementos que acumulan calor. Dentro de la ciudad hay espacios que acumulan más temperatura que otros y es ahí donde habría que actuar. Debería hacerse primero en el espacio público, que es donde tenemos más fácil la intervención, en la regeneracion urbana y también proporcionando toda la información posible a los vecinos para que tomen medidas de adaptación de forma autónoma.
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– ¿Qué tipo de medidas?
– Hay cosas básicas como ventilar la vivienda o bajar las persianas. La primerísima hora de la mañana, justo cuando nos levantamos, es la mejor hora para ventilar una casa porque hacia las ocho ya empieza a subir la temperatura. Después hay que echar las persianas para intentar mantener una temperatura fresca el máximo tiempo posible. Lo triste es que hay muchas casas que tienen las habitaciones estructuradas de forma que no permiten una ventilación cruzada.
– Esta es una receta antigua.
– Sí, se ponía la casa en corriente y también se colocaban toldos. Hay cosas que se nos ha olvidado o que no hacemos porque no tenemos posibilidad de implementarlas. Por ejemplo, las fachadas de piedra de las casas de pueblo no las tenemos ahora ni por asomo.
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«Es inevitable prepararse para adaptarnos al calor. Lo único que tenemos que pensar es cuándo»
– En los pueblos también se sale a tomar la fresca.
– Como en los pueblos hay más intercambio de calor entre el aire y la tierra, a partir de las seis o siete de la tarde ya se nota que empiezan a bajar las temperaturas y puede ser una buena idea buscar un chopo para ponerte debajo. El problema en las ciudades es que el asfalto ha estado acumulando calor todo el día y cuando empieza a desprenderse de él es sobre las seis de la tarde, justo cuando el sol empieza a bajar un poco. Con las olas de calor del pasado verano teníamos en las ciudades 30 grados a las ocho o las nueve de la tarde simplemente porque ese intercambio de calor no se daba. Es por eso que la integración de parques y árboles y la reducción al máximo del asfalto es esencial para la adaptación a las altas temperaturas.
– Antes hemos mencionado a los refugios climáticos
– Pueden ser parques frondosos con puntos de agua para meter los pies en los que realmente se esté a gusto o espacios cerrados con aire acondicionado a los que acudir para escapar de las altas temperaturas, como bibliotecas o museos, por ejemplo. El problema es que no solo se tienen que indicar qué espacios son viables, sino también diseñar estrategias para que la gente pueda usarlos. En Londres han ampliado los horarios de museos y no cobran la entrada en algunos de sus espacios para que actúen como refugios climáticos. Se requiere bastante planificación para ver qué lugares son los adecuados y los horarios.
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– ¿No vamos a tener más remedio que adaptarnos?
– Si antes teníamos en verano dos olas de calor, dentro de poco tendremos cuatro o cinco que comenzarán antes y acabarán más tarde. Es inevitable prepararse, lo único que tenemos que empezar a pensar es cuándo. Cada vez que veo una intervención en un espacio público urbano en el que no se integra el espacio verde, no se plantan árboles o se están talando para poner otro tipo de elementos urbanos, pienso que es una oportunidad perdida porque en ese espacio no se va a volver a intervenir en quince o veinte años y dentro de ese tiempo el número de olas de calor o lo que estemos aguantando en ese momento va a ser muchísimo más grave.
«No estamos acostumbrados a las altas temperaturas»
Marta Olazabal sostiene que «tenemos mucho trabajo pendiente para identificar a los grupos de poblacion vulnerables» a las cada vez más frecuentes olas de calor que nos esperan.
– ¿Cómo llevamos los vascos las altas temperaturas?
– No estamos acostumbrados. Ni los edificios están preparados, ni tampoco los espacios públicos, ni nosotros nos damos cuenta de cómo el calor puede afectar a nuestra vía diaria. De momento lo estamos sufriendo de manera un poco anecdótica, pero el año pasado muchísima gente ya comentaba que no podía dormir bien, que le estaba afectando a la productividad laboral o incluso al humor tras muchos días de estar soportando altas temperaturas. Tenemos mucho trabajo pendiente para identificar a los grupos de población vulnerables.
– ¿San Sebastián está preparada para calores extremos?
– Lo bueno que tiene Donostia es que está en la costa y la ventilación puede ser mayor, pero como cualquier otra ciudad tiene sus islas de calor. Tampoco es una localidad muy grande, cuenta con algunas ventajas y hay que tenerlas en cuenta.
– ¿Y las ciudades del interior de Gipuzkoa?
– Hay algunas que sí están haciendo bastante planificación. Tolosa desde hace tiempo tiene un plan de adaptación y es una de las ciudades vascas pioneras en estos procesos. En localidades como Eibar, que son bastante industriales y la orografía no ayuda, hay bastante trabajo que hacer.
– ¿Los ciudadanos somos conscientes de la necesidad de que nuestras ciudades se adapten?
– Somos bastante inconscientes. Estás en la calle, miras y lo único que ves son coches, asfalto y acera, y eso nos parece normal; es una imagen que tenemos normalizada completamente. Tenemos que cambiar esa visión porque está teniendo mucho impacto económico, social y de salud. Hay que estudiar qué especies de vegetación son adecuadas para las ciudades y cómo podemos hacer para que se integren de la manera más adecuada con el resto de infraestructuras.
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