«Que tu marido asesine a uno de tus hijos te mata en vida»
Itziar Loinaz, madre de Julen, el niño de 13 años al que su padre quitó la vida en Donostia en 2011, reclama un cambio legal «para que no salga tan barato matar»
Itziar Loinaz nos cita junto a su hermana Elena en el Pico del Loro, entre las playas de La Concha y Ondarreta. Ahí fue ... donde hace 14 años despidió a Julen, el mayor de sus cuatro hijos, que con 13 años fue asesinado por su marido, Luis Serrano, como venganza por pedirle el divorcio. Un claro ejemplo de esa violencia vicaria que hoy trata de visibilizar el Día Mundial contra la Violencia de Género.
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A pesar de la presencia de dos reporteros gráficos de este periódico, la mujer encuentra su momento de intimidad con su «niño», en una mezcla «entre paz y dolor». Últimamente, ha espaciado sus visitas a este refugio donde recuerda al crío zambullirse desde las rocas. «Antes venía muchísimo, pero un día sentí algo raro: de pronto el mar se enfureció, y me pareció un mensaje de mi niño, que no quería verme llorar y debía seguir adelante». Sabe que «allá adonde él haya ido, lo habrá alborotado todo. Era tan activo...».
Sus otros tres hijos y el apoyo de su familia han sido su gasolina para seguir luchando por rehacer su vida. De hecho, tras sacar las fotos, su hijo Mikel asoma para «dar un abrazo a la ama».
El hecho de que la autopsia señalara que Julen pudo haberse suicidado demoró el juicio casi seis años. Un tiempo en que el autor del asesinato estuvo en la calle y el resto de la familia debió convivir con escoltas. Finalmente, él fue condenado a 19 años de prisión.
«¿Cómo vas a pensar que te puede tocar a ti? Y cuando te toca, te descompones»
– ¿Cómo se encuentra?
– Siempre me acuerdo de Julen, pero, como se acerca la fecha del 1 de diciembre, noviembre es un mes de recordar y revivir lo que pasó hace catorce años. Los niños y yo llevamos ya unos años haciendo vida normal ese día porque nos duele. Y si lo pueden pasar tranquilitos, mejor. Antes celebraba su cumpleaños, pero decidimos que no hacía falta. Sabemos que es su día. Y nos duele.
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– ¿Sigue doliendo igual?
– Sí, sí. Hay veces que lo intentas apartar para poder hacer una vida normal, más tranquila, dedicándote más a los demás chavales, pero cuando te acuerdas duele mucho, mucho, mucho.
– ¿Halla una explicación?
– No (hace una pausa). No. Intentas buscarla, pero qué va. Al final, siempre te falta él. Es esa espinita que tienes ahí. ¿Cómo vas a pensar que te puede tocar a ti? Y cuando te toca, te descompones literalmente. Es duro tener que luchar sin un hijo, que además te lo han quitado de un modo brutal. Y tienes que seguir con los otros tres para que tengan un bienestar, una tranquilidad. Con los años les he intentado dar esa tranquilidad. Y espero haberlo hecho bien.
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«Me aseguró que no iba a jugar más, pero en una semana se gastó 12.000 euros más y ahí dije basta»
– Su vida saltó por los aires en apenas un mes. ¿Qué recuerda?
– Todo fue en menos de un mes. La familia teníamos un bar muy cerca de casa, donde trabajábamos nosotros, mis hermanas, mi cuñado... A primeros de noviembre me di cuenta de que faltaba dinero porque le pedía dinero para el colegio o comprar ropa a un hijo y él me decía que no había dinero. Entonces, gracias a la familia, a que una hermana te decía 'ya le compro yo zapatillas' o 'ya se las regalo', yo iba tirando. Pero entonces miré lo que se había gastado en el último año, y era una cantidad muy importante. Fui al banco, donde me dijeron que ya era hora de que fuera... Un día que empecé a echar cuentas en la cocina de casa, entró Julen y me dijo 'ama, ¿qué te pasa? Estás blanca'. Le respondí 'nada, cariño, cosas del bar'. Así que fui donde el susodicho y me aseguró que no iba a jugar más, pero en una semana se gastó 12.000 euros más. Ahí ya dije basta, porque a mí me daba igual el dinero, pero era el dinero que producíamos en el bar, el dinero de mis hijos. El día 12 le presenté un borrador del divorcio que él me lo rompió al momento. Ese día yo ya me fui llevándome a los críos a casa de mi madre y de mis hermanas, y él se quedó en casa.
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– ¿Usted no ganaba un sueldo?
– No. El bar era una sociedad y él me decía que no daba como para que los dos tuviéramos un sueldo porque había que pagar al personal, recibos... Yo le decía que me diera un sueldo y ya me apañaría yo para los gastos de los críos, ropa, colegio... Pero no. Luego supe que no pagaba ni a proveedores ni a nadie. Todo se lo quedaba él para el juego y sus vicios, normal que no nos llegara... Y se tomó fatal que le pidiera el divorcio.
– Y tuvo un intento de suicidio.
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– Fue un sábado. Los críos estaban con el uniforme del colegio, así que yo tenía que ir a casa para que se cambiaran de ropa. Fui con Julen y la niña, que la tenía aquí abajo (hace el gesto de sostenerla en brazos). Él empezó con que nos fuéramos y que se iba a cortar las venas. Sacó una navaja, se agarró el brazo y se fue hacia la cocina. Yo le dije a Julen 'coge a tu hermana y vete, vete'. Según íbamos por el pasillo, él salió de la cocina. Ahí ya le dije a Julen 'llévate a la niña y métete en el ascensor'. Si tiene que pasar algo, que me pase a mí antes que los críos. Él me dijo que no apareciésemos por casa porque iba a pasar algo. Así que me fui, llamé al abogado y pusimos una denuncia. La Ertzaintza fue a casa, él les dijo que ahí no había pasado nada, pero se lo llevaron. Fue ingresado una semana en el psiquiátrico.
– ¿Había sido agresivo en casa?
– Es que a los hijos les hacía el mismo caso que a un mueble, porque según entrábamos nosotros en casa, él se iba. Fue un motivo más para no querer seguir con alguien así. Porque si al menos quieres a los críos, los abrazas, les das un beso o les dices buenos días. Pero no hacía nada de eso. ¡Uff! Es que él se compraba un helado o una caja de langostinos, y no los compartía con los críos... O se iba a cenar con su familia, y yo me debía apañar con los críos en casa. Ese cúmulo de cosas me llevó al divorcio. Como Julen tenía horarios distintos a sus hermanos, él se fue con mi hermana Elena a Astigarraga y yo me quedé con el resto con Belén, mi hermana mayor.
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– ¿Qué recuerda de aquel día?
– Como todos los días, Elena abría el restaurante y se llevaba a Julen, que le ayudaba a hacer los cruasanes, desayunaba y se iba al cole. Luego, mi cuñado nos llevaba a todos al colegio y después íbamos con mi hermana al restaurante. Hacia el mediodía, sonó el teléfono. Era la madre del susodicho, que dijo que su hijo no aparecía. Le dije que no llamara más porque hacía 15 días o más que no sabíamos nada de él. Me quedé inquieta, y llamé a un amigo para que fuera con mi cuñado a casa para ver si estaba allí. Y se encontraron con el pastel, con Julen tumbado en la habitación. Por no estar quieta, me fui al supermercado a comprar unos yogures y unas galletas para la merienda de Julen, y me comí el cuernito de cruasán que él había dejado sin desayunar. Al poco, empezaron a llegar ertzainas y cerraron el bar. Yo estaba hablando por teléfono en la cocina, creo que con mi suegra, que me dijo que iba a pagar muy caro lo que yo le había hecho a su hijo, y yo le dije que era él quien nos lo había hecho a nosotros. Justo colgué el teléfono y oí un grito general, porque estaban también mis padres. Salí, me crucé con mi amigo y me dio un abrazo. ¿Qué pasa? 'Es Julen', me dijo. No me lo podía creer, era mi niño (llora).
– (...)
– Sigue siendo el amor de mi vida porque en casa ejercía de padre y hermano. Para cualquier cosa, él estaba ahí para cuidar de sus hermanos. Cuando supe que era Julen, se me fue la cabeza. Me quedé agarrada a su cazadora, que se la había dejado en el bar, y me decía 'ahora viene a buscarla'. Pero Julen no aparecía. El restaurante se llenó de ertzainas, periodistas, más familia, amigas... Y el otro seguía desaparecido. Alguien se percató de que los demás hermanos podían estar en peligro, así que la Ertzaintza puso un coche para que mi hermana fuera al colegio a por los críos. ¿Cómo les cuentas que no van a volver a ver a su hermano, que no van a jugar más con él? La despedida en el tanatorio fue lo más duro que se puede vivir.
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Los datos
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01-12-2011 Aparece el cadáver de Julen Serrano Loinaz, en la casa paterna, en medio de un charco de sangre. Su padre desaparece y cuando se entrega el día 7, dice que su hijo se clavó el cuchillo de modo accidental.
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27-06-2017 Tras un mes de juicio en la Audiencia de Gipuzkoa, un jurado popular declara por unanimidad a Luis Serrano culpable del asesinato de su hijo.
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12-07-2017 El magistrado presidente condena al padre a 19 años de cárcel y 314.000 euros de indemnización a la familia. La pena es confirmada después por el TSJPV y el Supremo.
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30-03-2023 La Ley de Segunda Oportunidad permite exonerar a Itziar Loinaz de parte de la deuda de 40.000 euros que asumió de su marido al estar en bienes gananciales. No recibió indemnización alguna.
– El padre desapareció unos días.
– Él se escondió desde el primer momento. Porque él recogió a Julen a las ocho menos cuarto de la mañana del bar, y a las ocho mi hijo ya estaba muerto. Mi hijo tuvo un cuarto de hora para estar en esa casa y él lo dejó ahí tirado. No se lo perdono, no se lo perdono.
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– Cuando apareció, dijo que Julen se clavó el cuchillo por accidente y que él se asustó tanto que se escondió. Y se barajó la opción de que el niño se suicidara...
– Yo sabía que mi hijo no se había suicidado. Pero esa teoría lo complicó todo. Junto a mi abogado, Iñigo Iruin, al que agradezco tanto su apoyo, pasamos seis años para demostrar que a mi hijo lo habían matado. Fueron años duros, porque encima debes mantener a los críos tranquilos con su vida.
– El padre también siguió con la suya al impedir la hipótesis del suicidio su entrada en prisión.
– Fue durísimo, porque de repente te ponen escoltas para todo. Los críos eran pequeños, querían ir a andar en bici, pero no podían. Sí podían ir al parque con amigos, pero debían estar cerca los escoltas, a los que se les caía el pelo si pasaba algo. Al final te acostumbras y te relajas más, pero sabes que él está en la calle y te lo podías cruzar cualquier día.
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«Me lo crucé una vez y el escolta me dijo: 'Que no te vea llorar, sigue hasta la esquina, y ahí ya llorarás'»
– ¿Se lo cruzó alguna vez?
– Una vez. Me cogió de sorpresa y me quedé descompuesta. El escolta me dijo 'tira para adelante; tú dura como un armazón y en la próxima esquina te derrumbas si quieres, pero que él no te vea'. Conseguí llegar hasta la esquina y luego me entró la llorera, los nervios y todo. Porque él venía tan pancho, todo impecable con su bolsa de deporte al hombro... Y yo, sin poder mantener a mis hijos. Me parecía injusto con el agobio familiar y económico que teníamos nosotros. Yo cargaba con una piedra muy grande, y bastante tenían los críos con cambiar de rol, porque el segundo tiene que ejercer de hermano mayor, de padre... porque mi cabeza no estaba bien.
– Se encontró llena de deudas...
– Sí, porque él dejó tantas deudas en el bar, en la Seguridad Social... En el divorcio, hablamos con el asesor y como nos dijo que el restaurante iba bien, mis hermanos, mi cuñado y todos decidimos seguir con él pensando en darle la vuelta. Pero empezaron a venir los proveedores con las facturas que tenían pendientes, y fue imposible. Yo les decía que vieran las condiciones en las que nos habíamos quedado y esperaran, pero me respondían que o pagábamos o no nos servían. Y al final, en verano de 2012 ya no podíamos más y cerramos. El dueño del local fue majísimo, la verdad. No sé ni si cobré el paro. Mi familia me ayudó un montón, y yo intenté que proteger a los hijos manteniéndolos al margen. Jamás les he dicho nada de su padre. No hablamos de él.
– ¿Y de Julen?
– Sí. Hace poco estuvimos contando anécdotas de troncharnos de risa. Algunas desconocía. Es que Julen tenía 13 años pero era muy maduro. Al trabajar todos en el bar, él cuidaba mucho a sus hermanos y se los llevaba de aquí para allá. Iban en bici por El Antiguo y siempre los veía algún conocido.
– En su caso, debió abonar todo el proceso judicial, que fue caro...
– Yo tuve que pagar unos 80.000 euros entre el abogado, el forense Paco Etxeberria y el psiquiatra José Cabrera para demostrar que fue un homicidio. Y como él se declaró insolvente, me pasó a mí sus deudas y me hundió. Se desentendió hasta de la manutención de sus hijos. En prisión trabaja algo, y cada cuatro o cinco meses nos ingresan una parte de su paga, unos 100 euros. No entiendo que yo deba asumir esas deudas, lo lógico sería que el Estado le pida la responsabilidad a él, porque él va a salir de la cárcel algún día y saldrá sin esas deudas que pago yo.
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– ¿Sus últimas vacaciones?
– El verano de 2012 se llevaron a mis hijos al pueblo y yo fui. Después, mis hermanas sí se los han llevado para sacarlos de la rutina, pero yo no me lo puedo permitir. Solo gasto en cuatro cosas.
– Sus hijos empezaron a trabajar pronto para ayudar en casa...
– Sí. Cuando tenían 15 o 16 años firmé la autorización para que pudieran trabajar, porque eran tres niños y la ropa, los colegios... era un dinero. Y al menos así tenían para el fin de semana. El mayor estudió hasta que le cogieron en el taller donde hizo prácticas. El otro empezó en un supermercado: por la mañana estudiaba y por la tarde iba a currar. A la pequeña, mis hermanas le compran todo. Aunque me duele, no puedo decirle a mi hija 'vamos de compras'. Mi ropa, me la regalan mis hermanas, no puedo gastarme 30 euros en un pantalón.
– ¿Está preparada para el día en que el asesino salga de prisión?
– Sí que lo he pensado, pero no quiero darle muchas vueltas. Quiero vivir tranquila. Algún día me llamarán diciendo que lo han dejado suelto, y me descompondré pero no puedo seguir viviendo con miedo. Estoy aprendiendo, pero es difícil. Hay sitios a los que no puedo ir. Cada vez me cuesta más hacer cosas, y mira que me esfuerzo pero lo paso mal y lo evito.
– ¿Va a El Antiguo?
– Me duele mucho y me cuesta muchísimo ir al barrio y pasar por la calle Matia, el bar, el colegio Luberri... La última vez fui a un homenaje que le hicieron los amigos.
– ¿Cómo reacciona cuando se da otro caso de violencia vicaria?
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– Me duelen muchísimo. Los casos de José y Ruth en Córdoba (a manos de José Bretón), los de las niñas de Tenerife... Yo al menos tenía otros tres hijos. Es muy duro. Los niños no han hecho nada. Si un adulto tiene un problema, que lo arregle o pida ayuda pero no descargue en los críos. A las que nos toca, nos matan en vida. Si no llego a tener tres hijos ni el apoyo familiar, hubiese sido muy difícil salir adelante. ¡Si te han quitado lo más bonito que tenías!
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