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Y así el Kursaal entró en nuestras vidas
La agenda portátil ·
La otra cara del 20 cumpleaños: de la larga y simbólica ovación a Rafael Moneo a un 'Lau teilatu' que sonó como la versión vasca del 'Barcelona' de Freddie Mercury y CaballéMitxel Ezquiaga
Sábado, 30 de noviembre 2019
Hace justo 29 años (¡uf!) se publicó la primera Agenda Portátil. Se titulaba 'Futuro se escribe con K'. La gestación y desarrollo del Kursaal ... ha sido uno de los temás más tratados en esta página ya tan veterana. Siempre me gustó el proyecto y pronto caí seducido por la inteligencia de Rafael Moneo. Los ratos que pasé con él forman parte de mis mejores vivencias como periodista. Recuerdo cuando de la mano de Ricardo Ugarte teníamos que ir a debates ciudadanos a defender las 'rocas varadas'. Viejos donostiarras (a esos sí se les podía aplicar lo de 'ñoñostiarras' en el peor sentido) pronosticaban que sería una ruina estética y una ruina económica. Ahora celebramos el veinte cumpleaños de un edificio que se ha convertido en postal de la ciudad, sabemos que es rentable económica y socialmente desde el primer día y nos preguntamos cómo eran la cultura y los congresos en San Sebastián sin esta 'plaza pública'. Tabakalera no puede compararse con el Kursaal ni en objetivos, ni en arquitectura ni en filosofía, pero ojalá presentara hoy una 'hoja de servicios' como la de los cubos. Aunque ya enseñó el clásico que las comparaciones son odiosas.
El Kursaal no es perfecto (seguimos lamentando la lentitud de las entradas y salidas, por ejemplo) pero es la casa donde casi todo ocurre. El jueves vivimos uno de esos momentos gozosos para la pequeña historia: 600 personas llenaron la Sala de Cámara para asistir a la charla de un arquitecto y un periodista. San Sebastián parecía Copenhague. En escena, Moneo e Iñaki Gabilondo, que durante una hora dialogaron sobre el Kursaal, la ciudad y los donostiarras con la inteligencia de dos veteranos que parecen jóvenes. Y con su punto de rebeldía: el arquitecto dejó ver que no le acaba de gustar el uso 'publicitario' de la fachada que da al río, aunque lo acepta «porque es una muestra de cómo el edificio se ha instalado en la vida cotidiana de la ciudad».
La charla terminó con una larga y simbólica ovación hacia un tímido Moneo que no sabía dónde meterse. Fue un instante especial, con el navarro ovacionado por sus 'paisanos'. El de Tudela se confiesa un poco donostiarra: contó que fue en el San Sebastián de 1934 donde se conocieron sus padres, y recordó su visitas de niño a un abuelo que vivía en la plaza del Antiguo.
Luego llegó la gala. Los conciertos que suman a artistas tan distintos resultan irregulares, pero entretenidos. La delicadeza de Lucía Lacarra, la sensibilidad de Elena Sancho, el oficio de un Mikel Erentxun sinfónico, la complicidad de Izaro, el poderío de Eñaut Elorrieta, la cantera del Orfeoi Gazte, la solvencia de la Orquesta de Euskadi y el espíritu juguetón de Juanjo Ocón compusieron una noche especial que redondea veinte años de historia. Hasta los divertidos versos de Harkaitz Cano, leídos por Pili Kaltzada, participaron de la magia de la gala.
El 'Lau teilatu' final y conjunto, con arreglo de Fernando Velázquez, sonó como el 'Barcelona' de Freddie Mercury y Montserrat Caballé, aunque a la vasca o así. Cómo cunde la canción de Itoiz, pero qué bonita es.
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