Palabras de amor
Vosotros, infatigables lectores, buenas personas donde las haya, sois lo mejor que me ha pasado en la vida. Os quiero tanto, tanto os amo, que solo con eso ya soy feliz
Q uieren ser estas palabras una declaración de amor a toda la humanidad, al planeta entero con sus mares, ríos, montañas y llanuras, a los ... simpáticos animales que lo pueblan y, sobre todo, a vosotros, queridos amigos, infatigables lectores que dais lustre a estas páginas tan solo con posar vuestros ojos avezados sobre ellas. A vosotros, esforzados trabajadores del metal y la madera, del campo y de la mar, incomprendidos funcionarios, autónomos audaces, aguerridos deportistas, artistas de vanguardia, administradores de fincas, intelectuales comprometidos, a todos os quiero. Os amo a todos.
Publicidad
Dejad que vuestros hijos se acerquen a mí, que vengan los niños y también las niñas, por qué no; dejad que los colme de besos castos y paternales, de abrazos emocionados plenos de sano cariño, pues son ellos la alegría de nuestras vidas, el futuro de nuestra patria, la savia que hará de nuestra nación un lugar aún más grande si cabe. A ellos los quiero. Os amo a todos. Beso la tierra que pisáis, respiro el aire que exhaláis. Sin vosotros no soy nada.
Amo a la vida y amo al amor, me gusta el ciclismo, me gusta el vino, me emociono hasta las lágrimas cada vez que veo 'El rey león', organizo las fiestas de mi barrio, presido la comunidad de vecinos, una sociedad en la parte vieja y la asociación de padres de alumnos, participo en concursos de tortilla, voy al monte los domingos por la mañana y después tomo el vermú con mi cuadrilla de toda la vida. Soy feliz, soy un hombre feliz. No me cabe en el cuerpo toda la dicha que me produce el saber que os quiero tanto. Que tanto os amo.
«Beso la tierra que pisáis, respiro el aire que exhaláis. Sin vosotros no soy nada»
Adoro a mi mujer, luz de donde el Sol la toma, tengo tres hijos preciosos, dos huskys siberianos y un gato siamés, me llevo bien con mi suegra, los domingos al volver del monte aso costillas en la barbacoa del adosado y a la hora de los postres ponemos rumbas en el radiocasete a la sombra del emparrado. Todas las noches leo a Kant y también a Montesquieu, me encanta la poesía metafísica y me entusiasma Shostakovich, aunque a veces escucho a Bustamante para estar al tanto de los gustos de la juventud, a la que tanto aprecio. A la que tanto amo.
Publicidad
Y ahora que nosotros que nos queremos tanto ya nos conocemos un poco más y tenemos una cierta confianza, cuando no un algo de intimidad, veo llegado el momento de presentarme. Soy Melquiades Melencio, diputado y candidato al Congreso. Os estoy amando locamente pero no sé cómo os lo voy a decir, así que lo mejor será sincerarme, pues debéis saber que, debido a un pequeño malentendido con un dinero que pasó por mis manos y se perdió en el camino, mis queridos compañeros me han degradado en estas elecciones al último puesto de la lista, allí donde a lo único que puedes aspirar es a que nadie lea tu nombre.
«Si acabo en la calle igual voy a tener que trabajar, que no es que esté en contra, pero da pereza»
Que digo yo que si todos votáis a mi partido quizá salga diputado, cosas más raras se han visto. Solo os pido que hagáis un esfuerzo. Total, ¿qué más os da quién gobierne? Si no os vais a enterar. Es que yo llevo en este mundillo desde los 18 y si me quedo sin escaño a ver qué hago ahora, que hacer, lo que se dice hacer, no sé hacer nada, salvo costillas en la barbacoa, y si acabo en la calle igual voy a tener que trabajar, que no es que esté en contra, pero da pereza según me han dicho.
Publicidad
Estimados compatriotas, os necesito. No quiero ser camarero y trabajar los fines de semana. Por la gloria de vuestra madre, que no hay más que una, votadme todos a una, valga la redundancia. No abandonéis a quien tanto os quiere. A quien os ama tanto.
Suscríbete los 2 primeros meses gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión