En bici de Errenteria a casi China
Seis jóvenes se pasaron medio año pedaleando por Francia, Italia, Yugoslavia, Grecia, Turquía, Irán, Pakistán, India y Nepal
«Las autoridades de China cerraron la frontera a los cinco guipuzcoanos que llegaron en bici». Era el titular de un reportaje que repescamos de ... EL DIARIO VASCO del 3 de octubre de 1990. Hace 34 años, cuando el mundo parecía más grande y menos conocido, unos jóvenes del Grupo de Montaña Urdaburu de Errenteria vivieron toda una aventura en bicicleta.
Luis Manuel Rodríguez empezaba así su texto: «Los cinco jóvenes guipuzcoanos que han participado en la expedición 'Euskadi-China, en bicicleta' han regresado a Rentería sin haber cumplido su objetivo. Tras recorrer más de once mil kilómetros, el Gobierno de Pekín les denegó la entrada en el país. Sin embargo, ninguno de ellos se encuentra muy descontento por el cierre de la frontera, ya que contaban con esa posibilidad desde el inicio del viaje».
Nueve mil kilómetros sobre ruedas
Según contaban Patxi, Joakin, Txingu y dos compañeros llamados Iñaki, «antes de salir teníamos los permisos de todos los países por los que íbamos a pasar menos el de Irán y el de China. Pero como siempre nos daban largas, decidimos gestionarlos durante el viaje y aunque conseguimos el de Irán, fue imposible lograr el del gobierno chino». Los expedicionarios errenteriarras (exactamente cuatro procedentes de Errenteria y uno de Trintxerpe) habían diseñado un itinerario que pasaba por el Tibet, lo que ocasionó la negativa del permiso chino. No quisieron modificar su recorrido.
«Los aventureros renterianos –escribían en 1990– hacen un balance positivo de su viaje, aunque no han logrado alcanzar el objetivo de China. Su única pena es no haber podido disfrutar a tope de la India, un país que consideran más exótico que Turquía, pero piensan que el verano es mala época para visitarlo».
«Exceptuando un tramo del desierto de Irán y la entrada de Pakistán, que atravesaron en otros medios de locomoción, de los 11.500 kilómetros que han recorrido, alrededor de nueve mil los han hecho en las bicicletas, que afortunadamente les han respondido bien y no les han dejado tirados en la cuneta en ningún momento».
Los del grupo Urdaburu pedalearon desde mediados de enero hasta comienzos de agosto de 1990 por Francia, Italia, Yugoslavia, Grecia, Turquía, Irán, Pakistán, India y Nepal. No querían pasar deprisa sino conocer los lugares por los que pasaban. Así, dedicaron casi un mes a atravesar la entonces aún Yugoslavia, «un lugar muy variado, con una gran movida política», y pasaron dos meses por Turquía, el tramo del que más disfrutaron.
Turquía «ha sido una gozada. Las fuerzas y las ganas eran mayores al estar al principio del viaje y el clima era muy propicio. La entrada fue dura, ya que no existe ningún respeto por la bici y en la carretera los camiones no facilitaban nuestro recorrido». Irán les pareció «muy triste». Como sólo tenían visado para una semana, tuvieron que coger un tren para salir a tiempo de él y pasar a Pakistán.
«Maltrechos cuerpos»
Al llegar a la India, dos de los componentes del grupo, Patxi Lasarte y Txingu Arrieta, empezaron a padecer problemas físicos. Según relataron, «entramos en la peor época, dado que es cuando hace más calor y hay mayor humedad. El cuerpo empezó a fallarnos y notamos algunos trastornos intestinales que se agudizaron porque en la India no hay nada de higiene».
De todas formas, vieron templos, montañas y la residencia del Dalai Lama, antes de llegar a Benarés, «donde se bañaron en el Ganges, con ánimo de purificar sus ya maltrechos cuerpos», escribía Luis M. Rodríguez.
«En la India dos componentes de la expedición abandonaron la marcha porque tenían que incorporarse al trabajo en el mes de agosto, pero los tres restantes llegaron a Nepal, donde hicieron un último intento en la embajada china para conseguir los permisos de entrada», un intento infructuoso.
A lo largo de medio año, los de Errenteria disfrutaron del contacto con los habitantes de los distintos países y del tipo de vida que llevaron durante su periplo, nómada y sencillo. «La vida austera nos ha hecho prescindir de comodidades, que se revelan superfluas cuando no las echas en falta», comentaban aquellos entonces jóvenes.
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