Lourdes Berra, Esther Eizaguirre, María Luisa Nicolai, Mari Carmen Luis, Mari Carmen Badiola, Begoña Zabala pasean juntas por la Zurriola LOBO ALTUNA

«A nuestras hijas les hemos enseñado a ser independientes»

Salto generacional. Seis mujeres repasan su vida para DV y confiesan sueños que se quedaron por hacer. «Entonces era así», resumen

Martes, 7 de marzo 2023

No les hace falta quedar, se reúnen a diario a tomar el café a media mañana. «Es nuestra terapia de grupo», afirma Mari Carmen Badiola, ... mientras las otras asienten cómplices con la cabeza. Las seis han llevado vidas distintas pero con trazos similares. «Entonces era así», es la frase con la que resumen muchas de sus decisiones pasadas. Pero tienen otra que define el futuro que han querido para sus hijas y nietas. «Les hemos enseñado que tienen que ser independientes», afirma Begoña Zabala. «Eso es muy importante para una mujer, ser libre, no depender económicamente de nadie».

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Echan la vista atrás y les gusta la vida que han llevado. «Hemos tenido una vida plena», asegura María Luisa Nicolai. «Muy feliz», reafirma Esther Eizaguirre. Aunque son conscientes de que si les hubiera tocado vivir su juventud en otra época las cosas habrían podido ser distintas. Todas dejaron el colegio a los 16 años y todas se casaron jóvenes, muy jóvenes. «Tenía 18 años. Y en cuanto me casé dejé el trabajo que tenía», explica Mari Carmen Luis. «Te educaban para casarte, tener hijos y quedarte en casa. Era lo típico».

En esa inmersión de hacer lo que se esperaba de ellas y por la mentalidad de la sociedad del momento dejaron atrás sueños que no se cumplieron. «Me habría encantado ser peluquera», cuenta Mari Carmen Luis. «Éramos muchos hermanos, estudiar suponía tener que estar interna y no había para todos. Me puse a trabajar y enseguida me casé. Me ha quedado esa espinita», reconoce.

«Si mi hija me dice que quiere ser ama de casa le intentaría quitar la idea de la cabeza»

Lourdes Berra

A Begoña Zabala le habría encantado tener una profesión relacionada con la salud. «Enfermera o médico, hasta donde hubiera llegado», dice mientras sus amigas le miran con asombro. «Si te mareas con un aguja», le dice Lourdes. «Haberlo intentado al menos. «Quizá me habría acostumbrado», replica Begoña. «En casa ni siquiera se planteó la cuestión. Yo era la única hija, mi ama estaba delicada de salud y había que atenderla. Además vivía en Azkoitia y para estudiar me habría tenido que trasladar a San Sebastián. Impensable entonces».

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Rechazar una beca

Mari Carmen Badiola rechazó una beca para seguir estudiando con 16 años. «La rechacé. Todas mis amigas iban a trabajar y yo quería estar como ellas. Ganar tu dinerito. Te daba la sensación de que eras más libre», relata. «Luego me casé y dejé el trabajo para quedarme en casa». Con el tiempo cree que debería haber aprovechado aquella ocasión. «Entonces, cuando eras joven no te planteabas estudiar».

Decoración fue la pasión que se quedó en el tintero de María Luisa aunque a ella sus padres le insistieron en estudiar. «No les hice caso. Era mala estudiante», explica. «También me habría gustado estudiar idiomas, haberme podido defender en inglés». Pronto se marchó a Madrid con su marido, «un gallego maravilloso» y ejerció de ama de casa, «con ayuda», añade.

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Esther tenía «muy claro» que su lugar era su casa. «Para lo bueno y para lo malo», indica. «No habría cambiado nada, pero es cierto que verte siempre en el hogar hay momentos que pesa». Ella ha sido toda su vida cuidadora. «De mi hijo, de mi marido que enfermó, de mis padres que vivían conmigo. Repetiría aunque hay ocasiones que es duro».

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Algunas como Mari Carmen Luis, Begoña y Mari Carmen Badiola volvieron a retomar su vida laboral. «Lo hijos crecieron, no me necesitaban por lo que tenía mucho tiempo libre y decidí volver a trabajar y tener un dinerito extra», explica Begoña. La que nunca dejó el trabajo fue Lourdes Berra. «Cuando me casé pasé de dependienta a secretaria de la empresa de mi marido», relata. «Quizá me habría gustado estudiar algo relacionado con relaciones públicas. Siempre me ha gustado el trato con la gente. Ahora estoy jubilada pero lo cierto es que me gustaba trabajar».

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Todas defienden que la labor de ama de casa está poco reconocida. «Debería estar retribuido. El cuidado de los hijos es muy importante y no está valorado», dice María Luisa. «Hemos trabajado mucho para sacar la casa adelante y esa tarea no está reconocida», añade Mari Carmen Luis. Si alguna de sus hijas les dijera que habían decidido convertirse en amas de casa. «Lo respetaría pero mi consejo sería que no dejara nunca su trabajo», señala Mari Carmen Badiola. «¡Ni hablar!», salta Lourdes. «Me daría mucha rabia e intentaría quitarle esa idea de la cabeza. Luego hay un problema en el matrimonio, te divorcias y no tienes nada». Se sorprenderían más si el ama de casa fuera la pareja. «No lo veo. Me parecía fatal. Los dos trabajando», sostiene.

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Bastantes mejoras

Consideran que la vida de las mujeres ha mejorado «bastante» con lo que ha ellas les tocó vivir en su juventud. «Antes era el marido el que decidía todo», manifiesta Lourdes. Ven que todavía «hay mucho por hacer» especialmente en temas de igualdad salarial. «Lo oyes todos los días, que no se paga igual a un hombre que a una mujer por el mismo trabajo», sostiene Mari Carmen Luis.

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Criaron a sus hijas e hijos con la misma premisa: que fueran más adelante «libres». Para eso les insistieron en «estudiar, y estudiar para optar a un buen puesto de trabajo», asegura Begoña. Sin embargo, algunas como María Luisa reconoce que a ellas «les exigía más en casa, les pedía más que a mis hijos, que recogieran la cocina o hiciera labores del hogar». Ahora cuentan con orgullo cómo se manejan sus hijos en el hogar, como Esther, «se reparten las tareas entre la pareja, y es perfecto». Mari Carmen Badiola estuvo más pendiente de las horas de llegada de su hija. «Iba a buscarla por la noche, como tardara cinco minutos me imaginaba todo lo peor que podía pasarle. Eso con el chico no me ocurría».

«He enseñado a mis hijas que lo más importante era estudiar y ser libre»

Mari Camen Badiola

Han disfrutado de sus hijos pero son conscientes de que «la maternidad te condiciona todo». Begoña encuentra que las madres con niños pequeños «viven más estresadas que nunca. Van corriendo todo el día. Lo veo en mis hijas. El trabajo, los niños, la casa... y a tirar de las abuelas. ¡Cómo no vamos a ayudarlas!», sostiene mientras las demás asienten ante una realidad que les toca vivir muy de cerca. «Las empresas no llevan nada bien que una mujer se quede embarazada. Aquí se les machaca mucho, ellas cogen normalmente la reducción de jornada o se plantea renunciar porque no llega a todo».

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No han acudido nunca a una manifestación relacionada con el 8M. «Somos defensoras de los derechos de las mujeres y el ejemplo está en cómo hemos educado a nuestras hijas», reivindican. Ven con malos ojos cómo se trata «en general» a los hombres tras un divorcio. «No es justo cómo se quedan algunos, con todo por pagar y eso no es justo», comenta María Luisa.

Tienen una reivindicación que opinan que no se tiene en cuenta cuando se habla de la igualdad de las mujeres y que les afecta directamente: la pensión de viudedad. «Se queda el hombre viudo y le mantienen la pensión íntegra, una se convierte en viuda y le reducen casi a la mitad la pensión», se queja Mari Carmen Badiola. «¿Por qué esa diferencia? No me vale que me digan que nosotras no hemos cotizado. Hemos estado cuidando de la familia. Esto se queda en el olvido y también afecta a la igualdad de muchísimas mujeres que se quedan en una situación que casi no les llega para terminar el fin de mes». Cuando acaba todas sus amigas aplauden sus palabras. «A esto tampoco hay derecho», concluyen.

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