«Cuando vi a mi hermano disparar, yo eché a correr»
Tres malienses en búsqueda de asilo cuentan su experiencia a DV
Moussa S. Maliense con un hijo de 2 años
«Fue muy duro dejar en Mali a mi hijo con nueve meses»
Moussa W. lleva más tiempo sin poder abrazar a su hijo que el que pudo disfrutar de él. Apenas era un bebé de nueve meses ... cuando este maliense se despidió de su pequeño. «Fue muy duro, pero la situación se había complicado mucho en Mali y no podía seguir allí. Yo había trabajado durante diez años como soldador, y tenía que buscar seguridad para mí y mi familia. Mi intención era poder reunirnos todos en España, mi madre, mi mujer, mi hijo, también está mi hermano..., pero por ahora no es posible. Hay veces que desesperas, porque hace ya nueve meses que llegué a España, y ves que pasa el tiempo y mi situación no mejora», lamenta.
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«En mi país era un gran soldador profesional; me podría ganar la vida trabajando, pero necesito conseguir los papeles»
No reporta ninguna mala experiencia durante su travesía por Mauritania y Senegal, hasta que se embarcó en un cayuco en el puerto mauritano de Nouadhibou (Nuadibú). Tras «casi seis días» a bordo de una embarcación con «unas 75 personas» a bordo, llegó a Gran Canaria «en noviembre» y, según dice, trató ya de pedir asilo «desde el primer momento, pero no ha sido posible». Estuvo seis meses en la isla canaria «en un recurso de Cruz Roja» donde se familiarizó con el castellano, que ya logra chapurrear. De ahí voló a Barcelona, donde no guarda un grato recuerdo. «Estábamos alojados en un edificio del que nos echaron. Hubo una manifestación, y nos echaron. Por eso me vine para San Sebastián. Ya no sé qué hacer para poder conseguir una protección internacional. Sin ella, no eres nadie: no puedes trabajar, no puedes tener casa...».
Al contrario que otros subsaharianos que llevan semanas o meses viviendo en la calle, «yo nunca he ido a Francia o a Italia. Mi deseo siempre ha sido quedarme en España. No entiendo que sea tan complicado poder dar protección a alguien que viene de una guerra».
«Mi mujer llora»
Asegura que su familia le ruega que vuelva a Mali. «Cada vez que hablo con mi madre o mi mujer, que están con mi hijo, ellas lloran. Pero no es que yo no quiera verles, es que no puedo volver a casa. No es posible vivir en un país en guerra. Me gustaría poder ayudarles más desde aquí, pero no veo la manera. Es desesperante no poder avanzar con los papeles. Cuesta no perder la paciencia».
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Harouna A. Maliense de 22 años
«Cuando vi a mi hermano disparar, yo eché a correr»
Harouna A. procede de la región de Kayes, donde el fenómeno de la migración está muy presente, dada su cercanía con las fronteras de Mauritania, Senegal y Guinea Conakry, y también los históricos lazos entre Mali y Francia, que sigue viendo a su antigua colonia como mano de obra barata. Sin embargo, este maliense de 22 años, huérfano de padre, no había pensado en dejar su hogar, donde vivía con su madre y su hermano, hasta que recibió la sacudida de la guerra. «En Mali no había ninguna seguridad», afirma. Un día que estaba con su hermano, a principios de 2024, vieron a los guerrilleros cerca. «Mi hermano me dijo que había que coger las armas, pero que yo era el hermano pequeño y tenía que salir del país». Asegura que cuando vio a su hermano «disparar, yo eché a correr. Mi madre me dio algo de dinero para que pudiera irme, y partí de Mali».
«Sigo en la calle y pasando hambre, pero quiero pedir asilo aquí; en Mali no tengo nada porque mi hermano y madre también han huido»
Cruzó la frontera con Mauritania y durante un mes recorrió todo el país rumbo al oeste hasta llegar a Nouadhibou (Nuadibú). En esta ciudad portuaria pagó un cayuco que le trasladó junto a otros migrantes hasta Gran Canaria. La travesía fue «complicada», asegura. Como si alguna no lo fuera en esas embarcaciones precarias. «Pasamos miedo, porque el mar estaba muy mal. Nunca había visto que el agua se elevara tanto», asegura gesticulando con las manos la altura de unas olas que «levantaban el 'bateau' (barco)». El 24 de abril de 2024 llegó a Gran Canaria, y de ahí estuvo un mes en Tenerife, donde lo montaron en un avión hasta Almería, donde permaneció otras dos semanas. «No conocía nada de Europa, pero mi idea era quedarme en España, porque creo que es el mejor lugar. Pero aquí no conocía a nadie y tenía un amigo en París que me insistió para que fuera con él, porque tenía trabajo y casa. Al final le hice caso».
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Tras varios intentos en los que la Policía francesa lo devolvió a Irun, al fin logró cruzar a pie el puente de Santiago para seguir hasta París. Se arrepintió de haber ido nada más llegar. «Mi amigo tenía trabajo, pero aún hoy está sin papeles. Y en la casa en la que vivía no había sitio para mí. Así que dormía en la calle y apenas había qué comer». Consciente de que «nunca iba a conseguir papeles en Francia», se vino para Donostia. «Sigo en la calle y pasando hambre, pero desde el principio quería pedir asilo en España y tengo que intentarlo. En Mali ya no tengo nada, porque mi hermano y mi madre huyeron a Senegal». Su deseo es volver a reunirse con ellos lejos de la guerra.
Wakery D. Maliense de 25 años
«Interrumpí mis estudios y hui, la guerra me partió»
El jueves, Wakery D. superó el trámite de la entrevista para poder solicitar asilo. «Me han dado un permiso para poder estar en España durante nueve meses, pero sigo en la calle», explica casi a modo de presentación. Tiene 25 años, de los que casi cinco los ha pasado migrando... y pernoctando en la calle.
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Dejó Mali en enero de 2021, empujado por el conflicto civil como decenas de miles de compatriotas. «Provengo de la región de Kayes, donde hubo muchos ataques por parte de los yihadistas y los rebeldes. Hubo muchos desalojos, y me vi obligado a partir». En menos de cinco meses logró alcanzar el paso fronterizo de Irun, aunque franquearlo le costó «varias intentonas porque la policía estaba vigilando». Logró su objetivo «el 27 de mayo de 2021», una fecha que la tiene grabada.
Cuatro años en la calle
Tras cruzar a Hendaia, continuó hasta París, donde soñaba con continuar los estudios de logística en comercio que debió interrumpir al huir de África. Pero en la capital de Francia se dio de bruces contra el muro de la burocracia. «Desde que llegué a París, he vivido en la calle. Si no tienes papeles no puedes acceder a nada, y me vi atrapado ahí. Ha sido muy duro. Al final, comprendí que nunca iba a poder legalizar mi situación. Me decían que tenía que hacerlo en España, porque entré a Europa por Canarias».
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Y aquí está: como un sintecho y comiendo lo que le dan las agrupaciones de voluntarios. «Espero que eso cambie, porque tengo ese permiso de nueve meses y espero que me puedan alojar en algún sitio de manera provisional. Pero un techo. Así podré aprender la lengua española y luego cursar una formación profesional». Le gustaría «retomar los estudios que tuve que interrumpir». Una decisión que no entraba en sus planes. «La guerra me partió».
«El jueves pasé la entrevista para pedir asilo y tengo 'papeles' para nueve meses. Pero quiero salir a la calle»
Pese a las penurias vividas, no se plantea otra opción que seguir peleando «por un trabajo aquí. Yo ya no puedo volver a Mali», donde continúan su hermano mayor y los tres más pequeños. «Mi familia está allí, pero con la inseguridad que hay, no tengo ninguna esperanza ahí, ningún proyecto. Mi ilusión es estudiar y trabajar. Pero necesito protección».
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