No tan imbéciles
La inteligencia fue la herramienta utilizada para convertirnos en la especie dominante
Marco Aurelio, el emperador estoico, escribió en sus 'Meditaciones' que cada mañana se preparaba con estas palabras: «Me voy a tropezar con un indiscreto, un ... desagradecido, un envidioso, un insociable. Todo esto les sucede por su ignorancia del bien y del mal». A este listado, el polifacético periodista P. Aprile añadiría que también te vas a encontrar con un imbécil porque cada vez abundan más. Y no es por su ignorancia del bien y del mal, sino por la selección natural y cultural que sustentan la evolución humana. En este mundo sobreviven los más aptos porque son muchos o fuertes. Si son pocos o débiles la extinción está asegurada. En nuestros orígenes, los humanos no éramos ni muchos los más fuertes y la inteligencia fue la herramienta utilizada para sobrevivir y convertirnos en la especie dominante. Pero, para Aprile, la situación ha cambiado y la inteligencia es un lastre para el proceso evolutivo por su alto coste (hacer cosas inteligentes en beneficio de la humanidad es muy exigente). Por esta razón, la evolución premia al imbécil que se aprovecha de lo que inventan las cada vez más raras personas inteligentes, que, además, tienen menos descendencia. El imbécil tiene más posibilidades de sobrevivir y transmitir sus genes. En resumen, ser imbécil es una ventaja evolutiva y, por lo tanto, es el destino inevitable del ser humano. En su obra 'Nuevo elogio del imbécil', Aprile confiesa que comenzó a tomar en serio esta hipótesis tras entrevistar al etólogo y Premio Nobel K. Lorenz. Lorenz le puso en contacto con un filósofo con quien entabló un encendido debate epistolar que fue conformando su idea.
¿Tiene razón Aprile o es una extravagancia para vender su libro? Si la imbecilidad es el anverso de la inteligencia, podría decirse que hay datos que lo apoyan. El politólogo J. Flynn documentó que el cociente intelectual (CI) de los habitantes de países desarrollados se incrementaba entre 2 y 3 puntos cada década. Parece que esta tendencia ha tocado techo. Varios estudios muestran que la puntuación del CI disminuye desde 1998. Hay varias explicaciones, ninguna satisfactoria. Para algunos, es meramente un artefacto que se superará en los próximos años mejorando la educación y la integración social. Para otros, existe un declive subyacente en la base genética de la inteligencia porque en los últimos 150 años las personas más educadas han tenido menos hijos que el resto de la población. Añaden que el cerebro se ha atrofiado un 15% desde la última glaciación. Sin embargo, Aprile pasa por alto algunos aspectos relevantes. En primer lugar, la medición de la inteligencia es objeto de viva discusión. En segundo lugar, puede que el tamaño del cerebro haya disminuido, pero más pequeño no significa más tonto porque lo realmente importante es el número de neuronas en la corteza cerebral, la presencia de algún tipo neuronal especial y el mapa de conexiones entre las regiones cerebrales. Por último, el hecho de que la inteligencia humana haya desvelado casi todos los misterios de la naturaleza no quiere decir que ya sea una cualidad superflua. Al contrario, siempre surgen nuevos desafíos que requieren más inteligencia. Ya saben que el mejor descubrimiento científico es el que abre las puertas a nuevos descubrimientos. Por esta razón, la inteligencia crece y nunca sobra.
La inteligencia es adaptativa y se transforma. Ahora se premia la imbecilidad
Hay una explicación alternativa. La inteligencia es adaptativa y se transforma. La inteligencia de un humano actual es distinta a la de alguien que vivió hace milenios. La diferencia es cualitativa más que cuantitativa y varía en función de los retos que el ser humano tuvo que afrontar en cada época para asegurar su bienestar. La inteligencia es un «utensilio» que Aprile trata con tono despectivo porque está al alcance de todo el mundo, incluso de los más imbéciles, pero que quien la cultiva y la estimula disfruta de ella en todos los ámbitos de la vida. Quizás sea cierto que la especie humana tiende a la imbecilidad, pero los destellos de inteligencia nunca se apagan y parece muy improbable que la imbecilidad los vaya a sofocar.
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