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Aitor Zapirain junto a una de sus máquinas expendedoras de leche enSan Sebastián. ARIZMENDI

«La gente agradece mucho en este momento poder adquirir leche fresca»

Diario de un confinamiento ·

Ni los madrugones, ni el duro trabajo disuadieron a Aitor Zapirain de trabajar en su caserío. Tampoco el Covid-19

Viernes, 3 de abril 2020, 06:44

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Nadie se aburre en el caserío Bordazar de Errenteria. «Siempre hay algo para hacer en un caserío y el nuestro no es una excepción», reconoce Aitor Zapirain. El joven baserritarra permanece confinado junto a sus padres Iñaki y Kelex y hermanos Xabier y Ekain por el Covid-19, pero ellos, mejor que nadie, saben que el suyo es un oficio de los esenciales y poco ha cambiado en su rutina diaria el estado de alarma.

Si no que se lo pregunten a sus vacas y terneros, que comen a diario. Mucho además, por lo tanto son muchas las horas de dedicación que exige tener bien alimentado el ganado, pero como todo, ese esfuerzo tiene su recompensa y en el caso de la familia Zapirain, el fruto es el oro blanco que producen.

La leche es el producto estrella del caserío Bordazar, situado en el punto en el que se encuentran las mugas de Astigarraga, Errenteria y Donostia. En esta última, concretamente en la plaza Irun, al lado de Arcco, y en la de Easo, Aitor y su padre Iñaki instalaron dos máquinas expendedoras en las que ofrecen la leche que producen. «La gente agradece mucho en este momento poder adquirir la leche fresca», reconoce Zapirain que asegura que han tenido que superar una dura negociación con el consistorio donostiarra que exigía más que nunca un mayor control de sanidad por el coronavirus.

Exigencia que la familia Zapirain entiende como lógica y acepta, más aún teniendo en cuenta que su apuesta por la calidad les permite disfrutar de una clientela fija satisfecha con su producto, que además de comercializar en las máquinas donostiarras, los de Bordazar venden a la corporación alimentaria Kaiku de la que son socios.

El joven, licenciado en Magisterio, asegura que «tenía muy claro que quería ser baserritarra desde que era un niño»

Como lo hizo su padre, Aitor ha conocido vacas lecheras desde niño en el caserío donde su abuelo Manuel trabajaba con este tipo de ganado mientras su abuela Agueda lo hacía en la huerta, para después vender todo tipo de verduras y hortalizas en el mercado diario de Herrera, sin olvidar la sidra que elaboraban para propio consumo. Así sacaron adelante a una nutrida familia.

Las cosas han cambiado mucho desde entonces en el caserío Bordazar de Errenteria, aunque su producción siga vinculada a la leche. Aitor cuenta que su padre Iñaki fue el encargado de modernizar y ampliar las instalaciones de la explotación con más cabezas de ganado y mejores máquinas de ordeño, entre otras.

A sus 22 años de edad, el errenteriarra reconoce que sus recuerdos de la infancia están unidos a las vacas y a los trabajos que giraban en torno a ellas. «A diario, sea primavera, verano, otoño o invierno teníamos que cuidarlas». El joven, recién licenciado en Magisterio, asegura que «tenía muy claro que quería ser baserritarra desde que era un niño. Siempre me gustó andar entre el ganado, y seguir a mi padre mientras daba de comer a las vacas o los terneros». Tampoco le desagradaba al joven participar en las labores de recolección de alimento para su ganado o incluso, en las largas horas de ordeño. Labor en la que comenzó junto a un primo suyo que tenía un rebaño de ovejas.

Mejor futuro imaginable

Aitor reconoce que licenciarse fue una apuesta personal, «por si acaso esto va mal y porque me gusta mucho trabajar con los niños», pero el título universitario no le disuadió de lograr su sueño. «Verme trabajando en esto es para mí el mejor futuro que me puedo imaginar», aunque tiene claro que «hay muchas cosas para mejorar en este sector como en muchos otros».

Zapirain reconoce que «ser baserritarra exige una especialización y una preparación específica para poder llevar adelante una explotación como la nuestra». De hecho, cuenta cómo su padre comenzó a «profesionalizarse en diferentes aspectos como la alimentación del ganado, veterinaria, mecánica...» y ahora le toca a él asistir a diversos cursos, ya que su apuesta por continuar en el caserío ha hecho que deba seguir formándose. «En este sector cada vez es mayor la necesidad de controlar la electrónica de la maquinaria que contamos, pero también en la administración de la empresa que somos, así como otras muchas cosas».

«El virus ha demostrado que los baserritarras somos muy necesarios para una situación de crisis como esta»

Aitor considera que lo más preciado para ellos es el tiempo y compaginar las horas de trabajo con las de formación es en ocasiones «muy complicado». Por eso, pide un apoyo institucional en este aspecto. También echa en falta «que consideren nuestra trabajo con el reconocimiento que se merece, porque este virus ha demostrado que los baserritarras somos muy necesarios para una situación de crisis como esta».Aunque no solo para abastecer de alimento, «cuando podamos pasear, serán muchos los que se acerquen a San Marcos, pero mantener este paraje tan bonito supone muchas horas de trabajo en el cuidado y mantenimiento sin maleza de los prados».

Al errenteriarra no le cuesta imaginarse dentro de unos años en este mismo puesto de trabajo, «aunque estaría bien que nos reconocieran como profesionales y nos apoyaran con planes específicos de libranzas o vacaciones, en un oficio en el que hay que trabajar los 365 días del año».

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