Recuerdo un día de desescalada que mi madre me entregó un abultado sobre. Había aprovechado el confinamiento para hacer limpieza y nos había preparado a ... mis hermanos y a mí un dosier con nuestras notas escolares. Un buen repaso académico. Desde los cuatro años hasta algunas del instituto. Yo tenía la sensación y el recuerdo de haber sido una buena estudiante pero, echando un vistazo a las descoloridas hojas, comprendí que fui del montón incluso a veces tirando a mediocre. Eso sí, según mi profesora Juanita, «muy formal y agradable» (gracias Juanita, un beso). Lo que sí que no era es estudiante de academia de verano. Al parecer nunca me hizo falta, excepto un verano en el que fui todo el mes de julio a un intensivo de inglés porque en agosto me iba a hacer 3º de BUP a Estados Unidos. Creo que no sirvió de mucho. Cuando llegué a Bloomington, Indiana, el problema no era que yo no entendiese, sino que ellos no me entendían a mí. Yo diría que aprendí más con las letras de Dire Straits que en aquellas clases de verano.
Otro de mis recuerdos de verano eran las colonias. No como las de ahora de cuatro horas haciendo stand up paddle o surf en la Zurriola, no. De las de catorce días en Ribavellosa y, si te descuidas, a la vuelta había preparada una mochila alternativa para empalmar con otros catorce en Lekeitio. El primer día no querías ir pero luego no querías volver. En alguna que otra comida familiar solemos repasar una anécdota sobre las colonias que pasamos mi hermano pequeño y yo en Ribavellosa pero me la voy a guardar porque hoy en día es un tío alto y fuerte y no quisiera manchar su reputación.
También me acuerdo de los deberes de verano. Mi madre tenía la maravillosa teoría de que, aunque hubieses aprobado, algo había que repasar, porque si no, septiembre se hacía muy duro y mejor estar fresco que oxidado. Lo malo es que no eran esos coloridos cuadernos Rubio. Eran unas fotocopias insulsas que en algunas ocasiones hasta había que completar a lápiz de lo mal hechas que estaban. Recuerdo con especial cariño unas sobre probabilidad y combinatoria que me amargaron la existencia.
Ha sido ahora, que yo también soy madre y pienso en cómo hace la gente para arreglárselas con los tres meses de vacaciones que tienen los niños, cuando me he dado cuenta de la jugada de las colonias y las fotocopias. No sé si he dicho que mi madre fue (y siempre será) profesora de matemáticas. Una mujer muy inteligente.
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