

Secciones
Servicios
Destacamos
Ponerse en la piel de una persona mayor durante algunos minutos y ser consciente de sus dificultades de movilidad es el objetivo del traje simulador ... de edad que se ha utilizado esta semana en un taller de sensibilización celebrado en el palacio de Igartza de Beasain, dentro de los Cursos de verano de la UPV/EHU con motivo de la Semana Europea de la Movilidad. DV ha podido probar este traje de envejecimiento y ha experimentado en primera persona las limitaciones de movilidad de las personas de edades avanzadas.
El primer paso de quien escribe estas líneas es ajustarse un chaleco con bastante peso que simulaba la restricción de movimiento que sufren algunas personas mayores. «El peso se debe a que el chaleco está lleno de arena y también provoca encorvamiento en la espalda», explica María Teresa Baquero, doctora en Regeneración Urbana e investigadora de la Universidad Politécnica de Madrid, mientras Alba Ramírez, también investigadora de la universidad, ayuda a colocar unas coderas para simular la reducción de la movilidad en las articulaciones.
Pero cuando verdaderamente se empieza a sentir el peso del traje es cuando se añaden unas pesas en las muñecas y en los tobillos. «Estas pesas sirven para simular la reducción de músculo y fuerza», explica Baquero, mientras Ramírez coloca una especie de collarín que reduce aún más los movimientos y no permite mirar hacia los lados. «Y todavía faltan las coderas y las rodilleras», advierten las expertas. Los siguientes elementos son unas gafas con una especie de rejillas, «para que veas lo mismo que ve una persona que sufre de cataratas». Finalmente, Alba coloca sobre las orejas unos cascos que aíslan completamente del ruido y dificultan escuchar sus indicaciones.
Con todos estos elementos a cuestas, llega el turno de salir a dar un paseo por los alrededores del histórico palacio de Igartza, con su precioso puente de piedra, que ya no es tan fácil de cruzar con el traje que dificulta el movimiento, debido a los desniveles del terreno. «Ten cuidado con este desnivel al bajar», es las indicación que apenas se escucha de María Teresa Baquero, que en el trayecto explica que esta especie de exoesqueleto, propiedad de la Universidad Politécnica de Madrid, «tiene un precio aproximado de 2.000 euros en el mercado», y cuyo uso «es frecuente en el campo de la investigación». De lo que no hay duda es de que complica mucho afrontar cualquier cuesta, por pequeña que sea.
Una vez de vuelta al palacio, la sudoración y la sensación de alivio al quitarse el traje son palpables. «¿A qué nunca vas a volver a decirle a tus abuelos que se den prisa?», bromean las investigadoras mientras me ayudan a quitarme todos los elementos del traje. Desde luego, la experiencia contribuye a ponerse en la piel de esas personas de edad avanzada que uno se cruza a diario por la calle sin reparar demasiado en su esfuerzo cotidiano.
Esta sensación es generalizada entre los jóvenes que participan en el taller. Al menos ese es el primer comentario de Olatz Arrese, de 26 años, una beasaindarra que también tiene ocasión de probar el traje. «Ahora entiendo las dificultades de mis abuelos para moverse y por qué mi abuelo se queja tanto cuando tiene que hacer algún esfuerzo», señala al volver del trayecto con el traje aún puesto. «He tenido dificultades al subir pequeñas cuestas y con la audición, algo irónico porque mi abuelo está sordo», añade.
Arrese también participa en otras iniciativas que se desarrollan en el palacio, como la de ir en silla de ruedas por el mismo circuito, además del simulador de ceguera, en el que los participantes deben ponerse un antifaz, acompañados de un bastón y de un lazarillo para realizar el mismo trayecto. La opinión generalizada es que estas limitaciones complicaban sobremanera cualquier movimiento por los alrededores del palacio.
«La actividad de la ceguera también me ha impactado, porque eres totalmente dependiente de la persona que va contigo. Muchas veces decimos que entendemos la situación de algunas personas, pero hasta que no nos ponen en su piel no somos conscientes de sus realidades», finaliza la joven.
Ainhoa Arteche, otra de las asistentes, ha venido desde la localidad vizcaína de Larrabetzu para acudir al taller. «He venido porque me gusta experimentar cosas nuevas y esta iniciativa me pareció una oportunidad de ser consciente de las situaciones en las que se encuentran otras personas». Según Arteche, «la actividad que más me ha chocado es la de la silla de ruedas, porque te sientes vulnerable. En lo que más dificultad he tenido ha sido en subir la cuesta por mi cuenta con la silla, seguramente mañana tendré agujetas», bromea.
Marian y Yolanda Chaparro son otras dos asistentes que también se han desplazado desde Munguia y Barakaldo, respectivamente, para participar en la iniciativa. «Vimos el anuncio a través de la web de la UPV», señalan. «Trabajo con personas con discapacidad y me interesa mucho el tema y siempre se puede seguir aprendiendo. Además, este es el primer taller que hago en el que hay actividades y me pareció una gran oportunidad porque aunque hayas conocido a personas con discapacidad y te lo hayan contado, solo al vivirlo te das cuenta del reto que supone», detalla Marian. Yolanda, por su parte, cuenta que era «reacia» a probar la silla de ruedas «porque mi padre acaba de empezar a usarla yo pensaba que ya sabía lo que implicaba, pero para nada. Ha sido sentarme y empezar a darme cuenta de las dificultades reales de movilidad que provoca y el reto que supone».
Noticia relacionada
Llegar en un cuarto de hora andando o en bicicleta al colegio, el centro de salud, la farmacia, la biblioteca o al supermercado... Esa es la idea de la ciudad de 15 minutos, un concepto de planeamiento urbanístico global promovido por el Ayuntamiento de Beasain y que este año ha puesto el foco en la accesibilidad de personas mayores y con movilidad reducida, ya que «un trayecto de 15 minutos no supone lo mismo para una persona de este grupo que para una persona de edad media sana», explica María Teresa Baquero a los asistentes al taller de sensibilización. Además de señalar que, según las estadísticas, «en el año 2050 los mayores de 65 años se duplicarán, por lo que las ciudades deben tener en cuenta las necesidades de movilidad y accesibilidad de este grupo».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
No te pierdas...
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.