Sonrisas. Juan Mari acompañafeliz a su mujer durante los paseos.

«Me dije: yo soy fuerte, pero dejas de dormir, de quedar...y las pilas se gastan»

El donostiarra Juan Mari Gómez de Segura cuida a diario de su mujer, Gemma, y dice que hablar con otros cuidadores es «medicina»

Domingo, 19 de octubre 2025, 02:00

Hace tiempo que el deterioro cognitivo le empezó a robar nombres, rostros y palabras. También comenzó a perder movilidad y a llorar sin consuelo ... en mitad de la noche, a desorientarse en la calle o tomar decisiones irracionales. Fue poco a poco pero cada vez «avanza más rápido», cuenta Juan Mari Gómez de Segura, quien se encarga de cuidar a diario de su mujer, Gemma Arrastua, de 72 años.

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Para este donostiarra no hay horarios, descanso ni medallas. Su rutina es exigente, más para una persona de 75 años: la levanta, asea, le da el desayuno, la ayuda a vestirse, vigila su medicación... pero lo más duro para él es ver cómo la persona con la que comenzó a compartir su vida cuando apenas eran unos niños se apaga poco a poco. «Empezó a hacer tachones en los sudokus, después hablaba de forma incongruente, perdió mucha movilidad y ya no habla nada», explica cabeceando.

Como Juan Mari, miles de guipuzcoanos dedican su vida al cuidado de quienes ya no pueden valerse por sí mismos. Son los cuidadores invisibles. Hay días en los que se siente al borde del colapso, tanto físico como emocional. «Imagínate lo que es vivir con una persona que no habla. Tampoco sabes lo que siente, pero es que en el fondo no es ella. ¿Y cómo gestionas eso? Es muy duro convivir con una persona a la que cada día conoces menos, con la que no puedes hablar y darte cuenta que tu vida ha cambiado radicalmente, que te adaptas o te adaptas», expresa este hombre, que decidió «coger la mochila y no complicar la vida a nadie». «Esta mochila es mía. Yo estoy fuerte. Y decidí hacerme cargo de ella, de aquella manera».

«He aprendido a preocuparme mucho por mí y cuidarme para poder cuidar de mi mujer, porque si yo no estoy...»

Sin embargo, la falta de descanso, los sentimientos de culpa y los momentos de ira no tardaron en aparecer y comenzar a hacer mella. «Yo siempre he sido una persona deportista, me encanta tocar la guitarra, leer, pero empecé a dejarlo todo para dedicarme a los cuidados de Gemma. También dejé de quedar con los amigos y casi ni dormía porque mi cabeza no paraba. Asumí toda la responsabilidad, pensé que ella haría lo mismo en mi lugar, y empecé a hacer cosas que luego he tenido que rectificar porque me hacían daño. El desgaste físico y emocional es brutal», hasta que se dio cuenta que no podía continuar cargando con todo sin ayuda. «Conocí el servicio gratuito Zaindoo y es fenomenal. Hablo con Amaia (la psicóloga) cada mes y me está haciendo bien. He aprendido a preocuparme mucho por mí para poder cuidarle a ella porque si yo no estoy... no hay más remedio que priorizarse. A las mañanas Gemma acude a un centro de día y por las tardes le recojo. Es un grupo maravilloso. Mis hijos también se reparten para echarme una mano. He vuelto a hacer bici, a socializar... trato de seguir en el mundo. Estoy cargando pilas permanentemente, porque se pueden gastar».

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Para Juan Mari, el compartir su experiencia con el resto de cuidadores que integran la comunidad de Zaindoo «es medicina», porque «esto es muy difícil de entender si no estás en esta situación» y «ver que puedes aprender mucho y que también puedes ayudar es buenísimo», añade.

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