Cartas de verano

Recuerdo aquellas cartas que nos enviábamos las amigas cuando llegaba el verano. Una contaba su estancia en Edimburgo para mejorar su inglés y otra relataba lo aburrida que estaba al quedarse todo el verano en la ciudad haciendo los mismos planes. Aunque no hubiera mucho que contar había que escribir. Era la manera de decir 'me acuerdo de ti'.

Cuando no existían móviles y no estábamos tan conectados como ahora esas misivas que recibíamos eran como una ventana a nuestra vida, que en verano parecía quedar congelada. Cuando por el pueblo veías al cartero, la pregunta al llegar a casa no podía ser otra. ¿Hay carta para mi?

Si la respuesta era afirmativa llegaba el momento de contestar. Confieso que me guardaba lo mejor para la postdata. Esos últimos mensajes eran los más largos y donde se aportaba la información relevante, tanto que muchas veces había que recurrir a los laterales de las hojas para que quedara todo claro o al menos para que no te dejaras ningún detalle.

Hoy pocas cartas manuscritas llegan a los buzones. Ni de los pueblos ni de las ciudades. Y aunque con los móviles no hay distancias, no sé si sabemos más de nuestros seres queridos ahora o antes con aquellas cartas de verano.