Urgente Largas colas en la AP-8 y la GI-636 en dirección a la muga
Sonia con sus hijas biológicas Aitana y Marina y el pequeño Aitor, en acogida. MICHELENA

Ese cariño familiar que no sabe de lazos de sangre

Las familias de acogida se reunieron ayer en Donostia en su encuentro anual para compartir experiencias | La cita incluyó también las palabras grabadas de un padre biológico que reconoció su dolor, su enfado, pero también la labor que los acogedores hicieron con su hija

Ana Vozmediano

SAN SEBASTIÁN.

Domingo, 18 de noviembre 2018, 08:23

En el salón de actos del centro Carlos Santamaría del campus de la UPV de San Sebastián había ayer sitio para todos. Para niños de acogida, para sus padres de urgencia, de residencia a largo plazo o especializados. Incluso para aquellos biológicos que tuvieron que renunciar a sus pequeños y ver cómo se los llevaban a otro hogar y a otros brazos.

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Desde antes de las diez de la mañana, padres y niños se acercaban al XVIII Encuentro de Familias Acogedoras de Gipuzkoa, con presencia de la Diputación y de su responsable máximo, Markel Olano, y de miembros de la asociación Beroa.

«Cuando llegaron a mi casa con la Ertzaintza y me quitaron a la niña de los brazos, solo tenía seis meses, fue un palo muy gordo. Todavía lloro cuando nadie me ve aunque de cara al exterior procuro mostrar siempre una sonrisa». Richard no estaba presente ayer en la sala ni acudió a la comida posterior. Como otros padres biológicos estaba invitado a la jornada, no puso afrontar su experieencia desde el escenario y prefirió que grabaran su testimonio para que le escucharan. Sus palabras tenían más que ver con sentimientos que con historia.

Porque Richard también fue un niño que vivió con una familia de acogida, en Orio. Con 16 años abandonó aquella casa y pidió un hogar de acogida a la Diputación, que le encontró ubicación. Localizó a su madre, alemana, y después de hablar con ella, «lo primero que le dije es que si soltaba una sola lágrima me iba». Decidió vivir con ella.

Tuvo a su niña, pero perdió su custodia aunque no explicó el porqué. La niña tenía seis meses, una familia de acogida se ocupó de ella y pese al dolor que le produce pensar que hasta que su hija ha tenido 18 años solo la ha visto dos horas al mes, cree que lo mejor que le ha pasado en la vida fue que la chiquilla encontrara a una familia como la que la ha criado. «Nunca podrá agradecerles lo suficiente lo que han hecho por ella».

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Tal vez por eso, cuando esa niña que desapareció de sus brazos le preguntó a ver cuándo iban a volver a vivir juntos, él le contestó que por mucho que la quisiera, nunca podría ofrecerle lo que esa familia de acogida. «Son encantadores».

Una forma de ser madre

Sus palabras removieron a un auditorio de más de 200 personas que se acercaron para participar en un encuentro en el que las familias escuchan, disfrutan y comparten experiencias. Allí estaba Avelina, una mujer de 64 años que está dentro de una de las categorías de acogida, la de urgencias de bebés. Los más pequeñitos además, porque ella se ocupa de los que tienen menos peso. «Con mi edad, es mucho más duro cuando tienen esa edad en la que empiezan a andar, pero con los bebés me arreglo de maravilla». A Avelina siempre le han gustado los niños, tiene tres hijas y tres nietas, Daniela, Alba y Chlóe, de 9, 3 y 4 años, que son sus principales aliadas. «Cuando llegan los bebés se sienten encantadas, les cuidan y no sienten ese sentimiento de pérdida cuando se van, ni se protegen contra la posible pena que puede darles dejar de verles».

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Ella ha descubierto una nueva forma de ser madre y asegura que se arregla de maravilla. «Les doy el biberón, los paseo, les canto, los tengo en brazos... Lo normal. Cuando se van sé que van a estar bien, sobre todo cuando les adoptan». De los cinco niños que han pasado por su casa, uno volvió a su familia de origen, otro a una de acogida y tres fueron adoptados.

La importancia de otros niños en la familia es algo que conoce muy bien Marina, de doce años, que se dirigió al auditorio para explicar qué siente cuando algún niño de acogida llega a la casa en la que vive con sus padres biológicos, Pedro y Sonia, y su hermana pequeña, Aitana. «Sientes que ayudas a alguien, a personas que lo necesitan, y también lo pasas bien. Con algunos tenemos relación cuando se van».

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Entorno familiar implicado

Sonia está en la categoría de acogida profesional de urgencia, que cuida a niños con necesidades y circunstancias especiales. Ella es trabajadora social y cuando se enteró de que existía esta opción no se lo pensó. Sus dos hijas tenían 4 y 1 año y llegó el primer niño de acogida urgente y características especiales. Desde entonces han pasado ocho críos por su casa, todos con la exigencia de acompañamiento constante relacionado con sus características especiales. Ahora ha llegado Aitor (no es su verdadero nombre), un rubiales guapo y cariñoso cuya acogida ha pasado a ser permanente. «Se ha hecho un análisis de su situación específica y se ha considerado que es mejor que siga con nosotros porque necesita una atención específica».

El mundo de la acogida no se centra solo en padres y hermanos, sino que afecta también a abuelos, a los amigos, a la cuadrilla... «Cuando vino el primero todo el mundo me decía que no dejara que se fuera. Pero cuando opté por esta vía de madre de acogida profesional lo primero que tuve claro es que todos ellos tienen fecha de salida de casa, que tu papel es ofrecerles cariño, seguridad y cuidados y que lo que tienes que procurar es que sea lo mejor para él. Aitor se queda porque es lo más adecuado».

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Marta pertecene al tercer modelo, al de familia permanente. No tiene pareja, pero sí quería ser madre y decidió inscribirse en el programa de acogida. En mayo le avisaron de que había una niña de cuatro años y, después de conocerse, en agosto vivían juntas. Es una mujer feliz porque la pequeña Nagore le ha cambiado la vida. «No hace visitas a su familia de origen porque no lo consideran conveniente, pero cuando se acuerda de ellos lo hace sin tristeza y sin llanto». Lo que tiene claro es que, al menos hasta los 18 años, la niña se quedará con ella. «La gente dice que me la pueden quitar. No es verdad».

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