El famoso Bill Gates, fundador de Microsoft, tiene un blog donde va desgranando sus ideas. Hace unos días que me llegó su última entrada con el sugerente título de «Voluntad de hierro». En ella nos decía que, hace diecisiete años, la fundación patrocinada por él y la que entonces era su esposa, Melinda, se pusieron como objetivo acabar con la poliomielitis. Quizá los jóvenes actuales no sean conscientes del desastre que era esta enfermedad, pero todos los que peinamos canas desde hace unas décadas hemos vivido lo terrible que era. En mi clase había dos niños que para andar necesitaban unas piernas sujetas con un exoesqueleto metálico y llevar muletas. Esos eran los afortunados pues muchas veces la enfermedad era mortal.
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Fue gracias a la vacuna que inventó Jonas Salk en 1952 que hoy, en la mayor parte de los países, ya no tenemos niños a los que haya atacado esa espantosa enfermedad. Gates nos decía que solamente hay dos países con zonas donde la polio continúa siendo endémica: Afganistán y Pakistán. Gates exponía que con el apoyo de miles de personas que luchan contra la enfermedad «con una voluntad de hierro», esta podrá erradicarse y que nunca más la sufra ningún niño en ningún país.
Este es solo un ejemplo de lo mucho que han hecho las vacunas para combatir enfermedades terribles. Sabiéndolo, confieso que durante esta pandemia no he entendido a los que no quieren vacunarse contra el virus del Covid-19.
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