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En San Pedro, igual que en todo el puerto de Pasaia, se vive una situación insólita desde el sábado. Ya no hay pescadores en los ... muelles. Para empezar a ver algunas cañas es necesario desplazarse unos 600 metros, más o menos hasta Albaola, donde los arrantzales practican la pesca recreativa sin la amenaza de ser multados por la Autoridad Portuaria. Una sanción de 200 euros que ha disuadido a los pescadores de la bahía, vaciando por completo la zona que va desde la lonja hasta el embarcadero de la motora que une los distritos de San Pedro y San Juan.
Antes de la entrada en vigor de esta medida, el muelle de San Pedro solía llenarse de aficionados a la pesca todos los días. Los arrantzales abarrotaban a diario esta zona. No obstante, parece que el aviso de sanción por parte de la Autoridad Portuaria ha causado efecto y los pescadores más habituales han obedecido la nueva normativa. El muelle ha quedado desierto. Algunos vecinos también aseguran que la presencia policial ha aumentado. Las patrullas que vigilan la zona con frecuencia dan cuenta de ello. «Los guardias del puerto son los que ponen las multas, pero la Ertzaintza también puede sancionar por falta de licencias». Puede que este incremento de la vigilancia también haya amedrentado a los arrantzales más tradicionales, que han decidido desplazarse a la zona permitida pese a haber pescado en el muelle «toda la vida», como afirmaban algunos la semana pasada.
Estos 600 metros de diferencia pueden resultar insignificantes para los pescadores más jóvenes, pero pasan factura a las personas mayores que poco a poco van perdiendo sus facultades físicas. Es el caso de Francisco Arestín, pescador habitual desde hace muchos años en las aguas de San Pedro. «Tengo problemas de espalda y para mí es una gran molestia tener que venir hasta aquí. Dejo el coche en el parking del muelle y no me queda otra que venir andando hasta aquí».
Arestín reside en el barrio donostiarra de Herrera y se desplaza hasta San Pedro en coche. «Antes bajaba, aparcaba y pescaba en el mismo puerto, sin necesidad de desplazarme a ningún lado. Para mí era mucho más cómodo porque ya tengo una edad y me cuesta más moverme».
El arrantzale donostiarra prepara el cebo «para verdel» y lanza la caña cerca del astillero de Albaola. Después de verse afectado por la reciente entrada en vigor de la prohibición de la pesca en aguas portuarias, le queda consolarse con poco. «Por lo menos tengo el muro para sentarme mientras pesco. No podría hacerlo de pie», comenta mientras se sienta en el murete.
El sentir general de aquellos que han tenido que desplazarse para seguir pescando es claro. Han pagado «justos por pecadores». Raúl Dosantos es otro de los pescadores afectados por esta medida. «Estoy de acuerdo con las sanciones, porque la gente no respetaba ni al resto de pescadores ni a los transeúntes. Venían, llenaban todo de basura y avasallaban con la pesca. Por esta gente los demás hemos pagado justos por pecadores», expresa el arrantzale irundarra.
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